Opinión

Lo que fue

bachelet

Durante estos cuatro años, fui muchas veces muy crítico de este gobierno. Lo hice desde la posición de quien juzga y escruta a su propia familia política, lo que en varias ocasiones llevó a que mis juicios fueran algo más severos o hirientes. No me arrepiento del fondo de las cuestiones planteadas, aunque probablemente en ocasiones pude haber cuidado más las formas.

Este gobierno no fue como me lo imaginé en sus inicios. Si bien sabíamos que la tarea resultaría difícil, que los intereses creados eran muchos y extremadamente poderosos, o que las fronteras de lo posible parecían presentarse como barreras infranqueables, mi frustración muchas veces devino por cómo multiplicamos estas complejidades a partir de nuestros propios errores, improvisaciones y frivolidades. La escaza comprensión de que este gobierno, y en especial sus más influyentes decisores, eran los representantes temporales de una cultura y un proyecto político que tenía un legado y una historia –las que probablemente debían ser mejoradas y superadas, pero nunca negadas o desconocidas- es lo que justamente está en el origen de la actual confusión por nuestro presente y la incertidumbre hacia el futuro.

Aun así, y pese a todas la dificultades, las externas y las autoinflingidas, Michelle Bachelet deja un mejor país del que recibió hace cuatro años. Detrás de muchas de las reformas, con todas sus desprolijidades, no solo hay un resultado y un proceso que han sido internalizados incluso por quienes serán las próximas autoridades; sino también, e igualmente importante, hay una reivindicación de las posibilidades de la política como un instrumento de transformación y cambio social significativos. Y aunque seguiré sosteniendo que pudo haber sido mucho mejor de lo que fue, y también defendiendo que lo que fue es infinitamente mejor a lo que algunos describen o reconocen, serán otros en el futuro quienes de manera más justa puedan aquilatar la real contundencia de la obra del gobierno que hoy termina.

Voté por Bachelet aunque mi preferencia en la primaria fue Claudio Orrego. Y hoy, en la despedida, quiero agradecer a ambos. A la Presidenta, por el coraje y la resiliencia en la adversidad, por haber abandonado la comodidad y sacrificado su enorme popularidad al servicio de una convicción. Bachelet no se va mejor de lo que entró, pero no se traicionó y sí cumplió. Al Intendente, por una notable gestión cuyo reconocimiento está en boca de partidarios y adversarios; por ese incansable esfuerzo y vocación que has puesto en todas las funciones y cargos que has desempeñado; por recordarnos que la eficiencia y la eficacia son un imperativo ético de la acción política; en definitiva, por cómo te brillan los ojos por esa pasión que ha sido para ti el servicio público.

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