
Lo que se necesita para gobernar Chile

La gobernabilidad de un país requiere de la capacidad de una autoridad para hacer cumplir el estado de derecho de manera efectiva y así brindar estabilidad a la comunidad por medio de instituciones valoradas por la ciudadanía. A mí parecer, es lo que nuestro país ha ido extraviando. ¿Por qué?
Por varias razones, pero centrémonos en algunas que parecen más relevantes.
Primeramente, la displicencia de las élites políticas a convocar a personas virtuosas, capaces de proyectar coherencia entre sus actos con el bien común o general de la nación, creíbles en sus propósitos de bien social. Es decir, contar con personas que puedan meter las “patas”, pero nunca las “manos”, ni para financiar campañas, ni menos para usufructo personal. Si ello es idealismo, no hay mucho más que esperar de la democracia liberal, y las tentaciones autoritarias estarán a la vuelta de la esquina.
En efecto, el ejercicio del poder no solo requiere a una autoridad formal, ya que, sin el componente moral, la autoridad va desdibujándose y carcomiendo la propia legitimidad de la República (sus instituciones).
Una segunda razón que imposibilita la gobernabilidad es la falta de conocimiento y/o experiencia en los asuntos públicos. Por cierto, siempre será oportuna la renovación de las elites políticas, sin embargo, ello no puede ser excusa para una prescindencia del saber cómo funciona el sector público y, sobre todo, cómo se articulan las políticas públicas. Ello resulta esencial para alcanzar acuerdos transversales y oportunos ante las necesidades o demandas de la ciudadanía.
Una tercera razón, en extremo relevante, es la capacidad de diálogo y entendimiento entre los diversos sectores políticos de la realidad chilena. En esto es fundamental la actitud, la capacidad de escuchar, establecer y respetar los consensos mínimos con quienes tienen propuestas diferentes para el país. Esto resulta primordial si queremos un país que avanza por medio del entendimiento, reformas graduales y sostenibles en el tiempo.
Ello es lo que finalmente da estabilidad al país y crea las condiciones de paz duradera que permiten el desarrollo de la nación, el cual no es otra cosa que generar las condiciones para que las personas y las comunidades acrecienten y desarrollen todas sus potencialidades creadoras.
En consecuencia, la gobernabilidad no solo se alcanza con reformas al sistema político, las cuales son muy pertinentes en la actual fragmentación del sistema de partidos, sino que también por causas inmateriales que requieren un discernimiento y responsabilidad de los electores en tiempos de crispación y polarización política. De todos depende (o al menos de la mayoría) reencauzar al país hacia la sensatez y la buena política.
Por Jaime Abedrapo, director del Centro de Derecho Público y Sociedad USS
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