Los alcances de la cumbre de Prosur



Este viernes 22 de marzo se realizará en Santiago la primera cita del Foro para el Progreso y el Desarrollo de América Latina (Prosur), una instancia de integración regional, impulsada por los presidentes de Chile, Sebastián Piñera, y de Colombia, Iván Duque. Al anunciarlo en febrero pasado, el mandatario chileno aseguró que el objetivo del nuevo espacio sería "mejorar la coordinación, cooperación e integración regional, libre de ideologías, abierto a todos y 100% comprometido con la democracia". Pese a ello, la iniciativa, al surgir de dos mandatarios de tendencia conservadora y en momentos en que se evidencia un giro ideológico en la región, fue vista como un intento por reemplazar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), impulsada en la década pasada por los entonces presidentes de Brasil, Lula da Silva, y de Venezuela, Hugo Chávez, y creada formalmente en 2008.

Es evidente que Unasur está lejos de haber cumplido sus objetivos. No solo fue incapaz de validarse desde su creación, a causa de su alineamiento ideológico, sino que, además, quienes más la defendieron -como Venezuela- fueron a su vez los que más han violado abiertamente algunos de sus principios fundacionales, como "el respeto irrestricto de los derechos humanos" y "las instituciones democráticas". A ello se sumó, también, una estructura burocrática onerosa y la construcción de instalaciones, como su sede en Quito, hoy virtualmente desocupada. Frente a ese escenario, y a que el organismo no se reúne desde 2014 y lleva dos años sin secretario general, no solo es necesario, sino inevitable promover su término. Y aquellos países -entre los que se encuentra Chile- que congelaron su participación el año pasado, deberían dar un paso más y concretar su retiro.

Pero, no obstante lo anterior, no parece prudente promover instancias que surjan como reemplazo a organismos fallidos. Por ello, es de esperar que Prosur, como ha insistido el propio Presidente Piñera y el Canciller Ampuero, no apunte en esa dirección, sino que se limite efectivamente a ser un foro de coordinación regional. Promover nuevas estructuras multilaterales burocráticas y costosas, cuando existen espacios que han operado con gran eficiencia, como la Alianza del Pacífico, no es necesario y, además, conspira contra la posibilidad de potenciar esas otras instancias.

No hay duda de que América Latina requiere avanzar en acuerdos de integración, tanto en el plano de la movilidad poblacional, como en ámbitos energéticos, comerciales y tributarios, entre otros, y debe contar con los espacios multilaterales para hacerlo. Pero ello no puede dar pie a la creación de nuevos organismos multilaterales.

La experiencia de Unasur debería servir de lección para los países de la región, para evitar que los excesivos ideologismos terminen bloqueando cualquier espacio de acuerdo. Para ser efectiva, la cita del viernes en Santiago debe demostrar que Prosur va en una dirección distinta, que no busca sentar las bases de una instancia que reemplace a Unasur, sino limitarse a ser un espacio real de encuentro, que permita avanzar de forma seria y eficiencia en una mayor integración regional, contribuyendo así, sin ideologismos, al desarrollo regional.

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