Opinión

Los niños del campo sin Internet

Por César Barros, economista

Estoy acomodado en uno de los espacios más lindos del sur: Río Calle-Calle, cercano a Valdivia, ciudad encantadora. Claro que con una ola de calor inédita (aunque últimamente todos los eventos climáticos resultan inéditos). Sin embargo, tanta belleza escénica se enturbia con una pena. Las casi 20 familias de pequeños agricultores de la zona no tienen acceso a Internet. Y no hablamos de fibra óptica: simplemente no hay señal para celulares. La antena repetidora más cercana está a unos 30 kilómetros, como vuela un pájaro. Y no hay más alternativa que el WiFi satelital, que aparte de caro, es muy incómodo y poco amigable para conferencias y clases online.

Para los adultos mayores, esto se traduce en la imposibilidad de llamar a una ambulancia. Y para los niños, un año escolar prácticamente perdido, sin señal, y si la pescan por un instante, se aprecia la falta de costumbre a la educación online, con padres y hermanos que no los pueden ayudar, porque saben aún menos.

Con la presidenta de la junta de vecinos (sector Los Corrales/Los Álamos) hemos recurrido al alcalde, a senadores de la región, y a las compañías de celulares. Mucha preocupación y cero respuesta. Y esto no sucede solo aquí: se repite en lugares mucho más poblados, como Cahuil o Punta de Lobos, todos lugares cercanos a Pichilemu en Cardenal Caro; y en La Orilla de Auquinco, cera de Chépica/Santa Cruz, en Colchagua. Estos son solo algunos de los lugares que conozco. La realidad es que la conexión a Internet en el Chile rural es muchas veces solo una aspiración. Se entiende que poner una antena en un lugar poco poblado, no debe ser rentable. Pero para Chile, tener niños sin acceso a la conexión global y a su educación, tareas y prácticas escolares es aún más caro. Y no estamos hablando de fibra óptica, que sería el ideal; hablamos solo de la posibilidad de conectar el computador al celular y a su costo.

Las guerrillas de La Araucanía están bien conectadas. Los incendiarios de Panguipulli también. Para qué decir del movimiento anarco de Plaza Baquedano. Pero los niños de los sectores rurales no lo pueden obtener porque no se ve ayuda privada, estatal o municipal que coopere a superar este problema. El sector rural recibe muchos subsidios: de riego, forestación, Indap, etc., pero no los recibe para la señal de Internet, para sus niños y su educación.

El año 2020 fue -producto de esta carencia- un año perdido para estos niños. Y a futuro, con pandemias que van y vienen -o vendrán-, el país se va a descentralizar. Donde haya Internet llegarán más chilenos que podrán trabajar en forma remota sin los tacos y problemas de las grandes ciudades. Pero en lugares sin Internet, esa descentralización y un cambio hacia una vida más tranquila y cómoda se corta de raíz. Hoy Internet es incluso más importante que pavimentar caminos. Es el camino, pero al futuro, donde se podrá trabajar con un paisaje hermoso, sin Metro ni Transantiago, y alejado de los actos vandálicos que hemos visto y seguiremos viendo.

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