Opinión

El malestar y las pensiones

Pensiones

El estallido social de octubre de 2019 nos desafía a resolver los nudos del malestar ciudadano. Y las pensiones son una altísima prioridad. Gran cantidad de personas de la tercera edad se sienten desvalidas. Los hijos adultos llevan también la carga económica y anímica que representa la precaria situación de sus padres. Es una preocupación apremiante para la ciudadanía. Y las mujeres, que viven más y reciben menos, están entre las más afectadas.

En Chile existen 1.050.000 personas pensionadas por vejez provenientes del sistema contributivo y, de ellas, 626.000 son mujeres. Sus pensiones, en promedio, son de $186.000, muy por debajo del salario mínimo líquido y un tercio más bajas que las de los hombres. El Código Laboral aún nos impone costos de contratación diferenciados por sexo -asociados a la maternidad-, que se traducen en inactividad, brecha salarial, lagunas previsionales y desempleo. Con salarios bajos y escaso poder de negociación, resulta difícil para las mujeres acumular suficiente ahorro. Es más, incluso acumulando los mismos fondos y jubilando a los 65 años, igual que un hombre, la mujer tendría una pensión un 15% más baja, solo debido a su mayor expectativa de vida.

En suma, el sistema de pensiones no es neutro a las desigualdades de género del mundo del trabajo, y el nuestro las reproduce y amplifica. Por ello, para ComunidadMujer resulta fundamental poner en el debate de la reforma previsional un énfasis en mayor solidaridad y no discriminación.

Creemos que las mujeres no tienen que hacerse cargo solas de su mayor expectativa de vida. Una forma de abordarlo es a través de una "Asignación por Longevidad Femenina", un subsidio público que nivela hacia arriba las pensiones de las mujeres, aportando la diferencia que se produce por el cálculo diferenciado de las tablas de mortalidad. Adicionalmente, sería necesario un "Seguro de Cuarta Edad": los fondos del sistema de capitalización individual cubrirían la pensión solo hasta la 3ª edad, cuya duración se define en base a la expectativa de vida promedio de los hombres. Luego, en la 4ª edad, la pensión se cubriría con una renta vitalicia, que se financiaría con fondos del Aporte Previsional Solidario. Al disminuir el período a financiar, las pensiones producto de la capitalización individual aumentarían. Esta fórmula permitiría subir las pensiones, en promedio, un 24% para hombres y mujeres. Estas son dos opciones, entre muchas propuestas que compartimos con las candidaturas presidenciales en las últimas elecciones y que hemos reiterado.

Tenemos la oportunidad de reparar una gran desigualdad. Es el momento de hacer oír la voz de las mujeres en esta urgente discusión, que pronto debe mostrar resultados.

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