Mañalich

El exministro de Salud, Jaime Mañalich.

Al Frente Amplio, el PC y sus socios ocasionales -esta vez el PPD y el PR-, los moviliza un espíritu de odiosa incordia desestabilizadora. Cada vez resulta más evidente que se oponen por oponerse, que atacan por atacar, que emprenden acciones con el definido propósito de debilitar aún más al gobierno y su imagen pública.

La embestida más reciente se concretó el domingo 13 recién pasado, cuando se vencían los plazos legales para acusar constitucionalmente al ex ministro de Salud, Jaime Mañalich. Las razones que justifican el libelo son espurias. La moción fue presentada por un grupo de diputados de oposición, quienes responsabilizan al ex secretario de Estado nada menos que de “infringir gravemente la Constitución y las leyes y haber dejado éstas sin ejecución”, más todavía, de “colocar en riesgo la vida y la salud de la población”. Además, de haber “ocultado datos de forma deliberada y cometido faltas a la probidad”.

En medio de la peor crisis sanitaria, económica y social vivida en décadas, diez diputados esperaron hasta el último día para retomar la persecución política a Mañalich, que pasará a la historia como el ministro que, merced a su anticipación, dedicación y compromiso, evitó el colapso de la red de salud nacional y salvó las vidas de miles de personas. Seguro -es una tautología- pudo haberlo hecho mejor. Sin embargo, hasta el expresidente Lagos ha sostenido que se le acusa “porque a lo mejor tenemos pensamientos políticos distintos de cómo abordar la pandemia, pero es una discusión sobre políticas públicas y eso no autoriza una acusación constitucional”. Asimismo, el exmandatario aseguró que “el ministro se la jugó, y ahora uno puede decir que ‘por qué no se hizo esto o aquello’,…,”. En fin, dicho sin ambages: la acusación no tiene fundamento alguno. Pero eso nada importa a la izquierda dura (y, al parecer, a parte de la no tan dura) chilena que, una vez más, se comporta de forma miserable con sus adversarios, hasta al punto de tratarlos como enconados enemigos. Mientras tanto, esa misma facción política, salvo criticar todo, no ha hecho una sola propuesta valiosa durante los últimos meses, no ha aportado ninguna solución seria y únicamente ha buscado la división entre los chilenos (de eso sí que saben). Les debería dar vergüenza, pero no está claro que la tengan, puesto que sin miramientos han instrumentalizado, banalizado y convertido en “farándula” la función legislativa, generando un daño gigantesco a la institucionalidad y la convivencia nacional.

Sinceramente, es de esperar que esta acusación sea rechazada y que la ciudadanía sepa castigar en las urnas a estos grupos radicalizados que ponen sus ideologías y mezquinos intereses de poder por sobre el sentido común, el respeto a sus trascendentales responsabilidades y el bien común del país. ¡Gracias ministro por ayudar, también, a desenmascararlos!

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