El ministro no se va

Andrés Chadwick.
Ministro del Interior, Andrés Chadwick.


No, Chadwick no se va. Porque sería realmente difícil superar la prudencia, el buen juicio y la proactividad que mostró para enfrentar la muerte de Camilo Catrillanca. No cayó en la peligrosa trampa de las versiones de Carabineros, que hablaban de "individuos parapetados, premunidos con armas de fuego, efectuando disparos de diverso calibre hacia el personal policial", o se referían a un "enfrentamiento con los antisociales, resultando uno de estos lesionado". El ministro radicó la investigación en la Fiscalía, sin jugarse por hipótesis alguna y, por cierto, jamás afirmó que Catrillanca o el joven que lo acompañaba portaran armas.

No, porque si se va, el gobierno y el Estado habrán fracasado en su afán de superar la crisis que vive Carabineros, manifestada en faltas a la probidad, montajes y mentiras; en una institución que solía tener la máxima valoración entre los chilenos. El país no se puede dar el lujo de seguir debilitando a la policía y el gobierno no puede renunciar a ejercer su autoridad sobre ella, si quiere enfrentar la delincuencia, principal preocupación entre los chilenos. Andrés Chadwick es hoy el símbolo de la subordinación de Carabineros a la autoridad civil, y debe continuar siéndolo.

No, porque si se va, la injusticia de su salida marcaría una degradación tal de nuestra clase política, que ésta se habrá mostrado capaz de renunciar a la verdad y a la decencia, con el fin de obtener una ventaja de corto plazo.

No, porque si se va, entregará la señal de que en la oposición han vencido los Monsalve, los Hugo Gutiérrez y los Daniel Núñez, por sobre los Insulza, los Huenchumilla, los Harboe y los Burgos.

No, porque si se va, el gobierno le estará diciendo al Frente Amplio que el camino que ha elegido de competir con el PC, en cuál es más izquierdista, revolucionario y extremo, es una estrategia exitosa.

No, porque si se va, el gobierno estará claudicando frente al chantaje al que una fracción de la oposición lo somete, dada su mayoría parlamentaria, prescindiendo de toda razón; acusando constitucionalmente a un ministro de Estado, sin que éste haya comprometido gravemente el honor o la seguridad de la Nación; haya infringido la Constitución o las leyes, o haya dejado éstas sin ejecución; y, obviamente, sin haber incurrido en los delitos de traición, concusión, malversación de fondos públicos o soborno. Tampoco puede ceder a presiones con su renuncia, porque ha manejado adecuadamente la crisis, superando con creces la actuación que otros en su mismo cargo, y ante circunstancias similares, tuvieron en el pasado.

No, porque si se va, la centroderecha le dará la razón a quienes creen que su problema no es la falta de ideas y propuestas, sino la falta de coraje. Porque si se va, entonces luego irán por Piñera.

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