Misma actitud, distinto envoltorio



Por Juan Ignacio Brito, periodista

Para el común de la gente, donar supone regalar sin esperar nada a cambio. La belleza de esta acción no reside solo en entregar algo que es propio, sino también en hacerlo de manera desinteresada. Por eso, la Real Academia Española define esta acción como “traspasar graciosamente a otra persona algo o el derecho que sobre ello se tiene”.

En este sentido, no es tal la “donación” que hacen los parlamentarios de Revolución Democrática a un fondo común que va en su propio beneficio electoral y operativo. No se trata de un presente altruista, sino de una renuncia de parte importante de su dieta a cambio de una ventaja. Nada de “gracioso” hay en ello, pues la dádiva no se otorga gratuitamente, sino con la certeza de una utilidad muy tangible.

Hay que reconocer que en esto los parlamentarios de RD no se encuentran solos. Porque desde hace largo tiempo la práctica de la donación ha venido siendo desvirtuada en Chile, donde muchos donantes -salvo excepciones muy honrosas- lo son solo en la medida que obtienen beneficios: mejorar su reputación pública, y, de paso, reducir el pago de impuestos. En materia de donaciones, hace rato que en demasiados casos no corre el mandato evangélico de que, al dar limosna, tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha.

Buena parte de la lógica de las donaciones en Chile apunta más bien al resultado, no a la forma. Con tal de recaudar hartos fondos, se desfiguró el sentido del acto de donar. Este modo incluso obtuvo consagración institucional a través de la Ley de Donaciones, uno de los productos estrella de la década de los 90.

Se suponía, sin embargo, que los muchachos de Revolución Democrática no se regían por esa lógica transaccional que han condenado. Que veían en la moral mercantilista que se aplicó en las reformas implementadas durante la transición democrática un asunto reprobable. Que ellos eran distintos y venían a cambiar las cosas. De hecho, esa impresión de superioridad ética quedó plasmada cuando Giorgio Jackson señaló en Vértigo que él donaba la mitad de su sueldo. Por algo su intervención sacó aplausos.

Jackson dice que siempre fue transparente y que debió haber escogido mejor sus palabras en el programa de TV. Es loable su voluntad de aclarar. Pero sus explicaciones suenan noventeras, propias del Antiguo Régimen que a él y sus correligionarios les gusta tanto criticar. Su actitud y sus declaraciones no hacen sino asimilarlo a aquellas prácticas que él ha denostado por años. Este episodio parece demostrar que Revolución Democrática ha conseguido empaquetar de manera distinta las viejas costumbres que exhibe el resto de la clase política, a la que sin duda pertenece. En buen chileno: Jackson y sus compañeros son la misma cuestión no más, pero con un envoltorio distinto.

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