Nuestra orquesta

15.11.2019 / ACUERDO PARA UNA NUEVA CONSTITUCIÓN. FOTO: RICHARD ULLOA / LA TERCERA.

En nuestra crisis sanitaria, no se trata de abandonar la dimensión polémica y antagónica de la política, pero sí de ponerla en un segundo plano. Debemos lograr puntos de encuentro que permitan una salida de la pandemia con un amplio apoyo. No solo el gobierno, sino políticos y técnicos, todos los músicos, son responsables de cómo la enfrentamos.



La mayoría de los partidos se sumaron al llamado que hizo el presidente Piñera al acuerdo nacional para enfrentar la pandemia. Éste tiene por objeto buscar soluciones conjuntas en las áreas de protección social, empleo y reactivación de la economía. Esta vez, las voces opositoras de lado y lado y las pequeñas batallas personales no impidieron que la política decidiera dar un primer paso de unidad. Se trata solo de un primer avance, pero el hecho es que hay cierto consenso en que todos tienen una cuota de responsabilidad al momento de enfrentar una crisis como ésta.

Sin duda los ojos de Chile están puestos en sus gobernantes. La manera en que enfrentamos la pandemia y sus desafíos dependen en gran medida de la prudencia de nuestras autoridades. Tal como conducir un grupo de músicos, conducir un país no es tarea sencilla, y menos en las circunstancias actuales. Dirigir una orquesta supone conocer bien el funcionamiento y cualidades de cada instrumento, una lectura cuidadosa de los músicos y sus talentos y la construcción de confianzas para que ellos sigan decididos al director. Además, requiere combinar la suficiente flexibilidad para responder a situaciones imprevistas, con la firmeza necesaria para llevar a adelante la interpretación. Por supuesto, todo esto va acompañado del desafío constante de mantener una conexión indispensable y un vínculo sólido con la audiencia. En su labor, el director debe tener claro que dirige, pero no puede tocar todos los instrumentos: no es la orquesta.

Momentos como los que atravesamos nos revelan con especial claridad que necesitamos de alguien que conduzca a la comunidad como el director a su orquesta y, además, que cuente con los medios necesarios para hacerlo con cierta eficacia. Las circunstancias parecen ahora apremiantes, pero lo cierto es que la autoridad política –el gobierno– no encuentra su causa en la necesidad de que alguien “haga cosas” o en la necesidad de una gestión eficiente, sino en el bien mismo de la comunidad. El director de la orquesta le permite ser orquesta, y ser una buena. Una partitura puede admitir más de una interpretación, y cuando los medios para alcanzar un fin son muchos, se requiere de alguien que decida qué camino ha de seguirse para lograr aquello que se ha definido. Así, el bienestar de un país puede alcanzarse solo en la medida en que alguien nos coordine a todos. Y ese mismo bien es el que limita el ejercicio de la autoridad, pues éste solo cobra sentido y es legítimo en tanto esté encaminado a ese bien.

Pero la orquesta y su buena actuación no dependen solo de su director. Los músicos y sus instrumentos son esenciales para que la orquesta brille, sin ellos, simplemente aquella no existe. Si bien el gobierno tiene un papel fundamental en la conducción del país (no solo en momentos de crisis), es imposible e indeseable que por sí mismo logre el bienestar de este último. Así como el éxito de una orquesta depende también de sus violinistas, flautistas y percusionistas, la existencia de las condiciones que posibiliten el desarrollo humano depende de todos –políticos, sociedad civil, especialistas y autoridades en general-, en distintos grados, pero al fin y al cabo de todos. Desde luego, las fuerzas políticas juegan un rol fundamental. Un gobierno no puede gobernar si es que los partidos políticos no cumplen su función. A veces, esa será pedir cuentas, exigir respuestas o deslizar críticas; otras será la colaboración más directa. En democracia, la labor de mediación que hacen los partidos, como representantes o no, es indispensable para el ejercicio de un buen gobierno.

De ahí que el modo en el que se lleve a cabo el acuerdo nacional sea tan relevante, pues apunta justamente a esa necesidad de colaboración que exige la situación actual. Hoy el teatro está vacío y los instrumentos desafinados. Ahora es cuando más disciplina y unidad se necesita; independiente de que las fallas que el momento evidencia nos entreguen información valiosa respecto a cómo tendremos que organizarnos después. Si queremos que la orquesta siga tocando, la actitud de los músicos deberá ser mucho más colaborativa y propositiva. Ningún violinista deberá intentar brillar por sobre los demás, pues al buscar el bien de la orquesta los personalismos no debiesen tener cabida. En nuestra crisis sanitaria, no se trata de abandonar la dimensión polémica y antagónica de la política, pero sí de ponerla en un segundo plano. Debemos lograr puntos de encuentro que permitan una salida de la pandemia con un amplio apoyo. No solo el gobierno, sino políticos y técnicos, todos los músicos, son responsables de cómo la enfrentamos. Necesitamos una orquesta ordenada tras su director, y él debe desempeñar de la mejor manera posible su responsabilidad particular. Debe dirigir a todos para interpretar correctamente la melodía. Así, nuestro gobierno tendrá que ser capaz de llevar adelante el acuerdo nacional, de conducirlo y velar porque llegue a buen término. Y, con o sin acuerdo, con instrumentos afinados o no, deberá ser capaz de liderar el enfrentamiento y salida de la pandemia y sus consecuencias, el espectáculo más importante.

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