¿Nuevos consensos?



Por César Barros, economista

Ilusionan las palabras del futuro presidente en la Enade (evento que en su título en latín le desea un buen viaje) y también las del presidente de la CPC. La verdad es que hace mucho tiempo que no retornaba la amistad cívica entre empresarios y gobierno, y quizá estemos presenciando un nuevo consenso, no solo público-privado, sino también intergeneracional, con nuevos diseños, prioridades y acuerdos.

Es lo que está pasando con los economistas. El viejo consenso de los 80 y 90 daba importancia solo a la política monetaria en el control del ciclo económico. De gasto fiscal, nada. Se consideraba que las regulaciones poco servían (es interesante revisar las polémicas entre dos grandes: Paul Samuelson y Milton Friedman). La distribución del ingreso y la riqueza eran un dato; era un tema de políticos y no de científicos de la economía. Lo mismo sucedía con la relación entre el poder económico y el político. El sueldo mínimo era anatema, y la competencia el mejor -y único- remedio a la concentración del mercado. Los impuestos reducían el crecimiento (¿alguien recuerda la famosa “curva de Laffer”?). Bueno, ese consenso que tan fuerte ha permeado en nuestra clase empresarial y en los políticos de derecha, está cambiando, y no poco. Desde hace 30 años, año a año, la American Economic Association (AEA) va midiendo los consensos conceptuales de sus académicos, y es increíble cómo han cambiado en las últimas mediciones, dejando atrás a varios -e importantes- antiguos acuerdos.

En particular, respecto a la macroeconomía, hay un acuerdo claro en torno a que el ciclo económico no debe dejarse solo en manos del Banco Central, sino que debe ser ayudado y potenciado por el gasto fiscal. El tema de la distribución del ingreso y de la riqueza debe ser enfrentado activamente, con políticas fiscales adecuadas: una mejor distribución del ingreso mejora el crecimiento. Lo mismo ocurre con el cambio climático. El poder de los conglomerados empresariales debe ser regulado con energía, a fin de diluir su influencia en las decisiones políticas. No creen -definitivamente- que una reducción de impuesto a las ganancias de capital sirva para aumentar la inversión y el crecimiento. Todo esto es un notable cambio respecto a los paradigmas de este mismo grupo de académicos.

Los nuevos consensos se ven reflejados en las palabras de Gabriel Boric y de Juan Sutil en la Enade. Sin embargo, estos no se han visto reflejados en los institutos que guían las políticas públicas de la derecha y del empresariado chileno más conservador, quienes siguen varados en los viejos paradigmas. Y de ahí su miedo, cuando no desprecio, al tema de la desigualdad, de género y de la inmigración, cuyo más destacado -y visible vocero- fue su abanderado en la última elección, donde pretendió eliminar las políticas de protección a la mujer, negar el cambio climático y destacar el crecimiento promedio como única receta para el desarrollo y el bienestar.

Los premios Nobel de Economía de los últimos años han ido marcando un nuevo rumbo a la profesión. Sin renegar de Adam Smith, ni de David Ricardo, van tomando los nuevos desafíos de la humanidad y procurando resolverlos, en un diálogo respetuoso, académico y serio, como lo hicieron en su tiempo Samuelson con sus colegas de MIT y Harvard, y los talentos de Chicago con Friedman, Stigler y Becker. Hoy, el empresariado y los asesores económicos de la derecha deben repensar sus viejos paradigmas y dejar entrar el aire fresco de los nuevos consensos, tal como se vio en forma tan nítida en la última Enade y como se desprende de las nuevas tendencias académicas.

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