Pandemia y confianza en las autoridades

Emmanuel Macron

La crisis ha revertido la desconfianza de la ciudadanía en sus líderes e instituciones, demostrando el valor que tienen en momentos de incertidumbre.



Hasta hace pocos meses la crisis de confianza en las autoridades atravesaba la discusión pública, no solo en Chile, sino en los principales países de la región y del mundo. Las instituciones mostraban un serio desplome en el respaldo ciudadano, llegando en varios casos a mínimos históricos. En Francia, por ejemplo, un sondeo dado a conocer en enero pasado, mostraba que el 63% de los franceses desconfiaba del Presidente Emmanuel Macron. Solo un 30 % apoyaba su gestión tras más de un año de protestas de los “chalecos amarillos”. Sin embargo, la crisis desatada por el coronavirus revirtió no solo el panorama del Mandatario galo, sino el de varios otros gobernantes que atravesaban escenarios complejos, modificando el clima de desconfianza de la ciudadanía en sus instituciones.

“Estamos en guerra, en guerra sanitaria: no luchamos ni contra un ejército ni contra otra nación. Pero el enemigo está ahí, invisible, insaciable, progresando. Y va a requerir nuestra movilización general. (…) Les aseguro que la nación cuidará de sus hijos”, dijo Macron en su discurso del 16 de marzo pasado, que en apenas 48 horas disparó su popularidad en más de 10 puntos, la mayor alza de un Mandatario galo en la historia reciente, llevando su apoyo casi al 55%. Como él, los gobernantes de Italia, Reino Unido, Alemania, Francia, Argentina, Estados Unidos, e incluso Chile han visto aumentar su apoyo ciudadano, en algunos casos como el del primer ministro italiano, uno de los países más afectados por el virus, a niveles nunca antes vistos, que supera el 70%.

Como lo describió el politólogo estadounidense John Mueller en su libro War, Presidents and Public Opinion, el fenómeno se explica por lo que denomina como “la unión en torno a la bandera”. Al enfrentar una amenaza externa, los ciudadanos tienden a unirse alrededor de su líder, siempre que éste dé claras señales de liderazgo y conducción política. Es lo que sucedió, por ejemplo, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos cuando un ya criticado George W. Bush alcanzó cerca de un 90% de popularidad y logró unir a todo el país detrás de la guerra contra el terrorismo. Una lógica que se repite ante la actual amenaza del coronavirus, aunque esta vez la naturaleza del agresor sea muy distinta. Las crisis externas potencian la unidad de la ciudadanía, según Mueller.

Pero más allá del apoyo a sus gobernantes, el temor a las consecuencias de la pandemia también ha devuelto en general la confianza de las personas en las instituciones. Estas son finalmente las herramientas que se dan las sociedades para organizarse y eliminar los espacios de incertidumbre y arbitrariedad. Como recuerda el economista Daron Acemoglu en su libro Por qué fracasan las naciones, “son las reglas del juego” y “fijan los limites dentro de los cuales los ciudadanos pueden jugar”. Así, la actual naturaleza de la amenaza que enfrenta el planeta, donde el desconocimiento eleva el temor y la incertidumbre, refuerza el valor de contar con instituciones sólidas y demuestra la importancia de fortalecerlas.

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