
Payasos digitales

El presidente electo Joe Biden, en uno de los debates, ocupó de manera profética el calificativo de payaso para referirse a Trump. El actual presidente actúa ahora como una mala copia de la película La Caída, donde el actor Bruno Ganz representa a un Hitler que se niega a verse derrotado. Los infinitos memes construidos a partir de la excelente actuación han servido para mostrar a los políticos cuando están disociados de la realidad y cabe para este caso.
Más allá del efecto político en el mundo, estremecido en este interludio trumpista, en comunicación política hay ciertos paradigmas instalados por Trump que también tendrán sus giros. Una campaña original construida con lenguaje directo, desprecio a la élite política, falsas verdades repartidas a granel en redes sociales, y en especial críticas a los medios tradicionales sorprendió en EE.UU. e hizo que varios tiraran a las picadoras de papeles los manuales de comunicación política.
El trumpismo se convirtió en el nuevo modelo para desarrollar campañas políticas. Fue utilizado con éxito en la campaña presidencial pasada. Hay que recordar a Roberto Ampuero, actual embajador de España, que inventó en redes sociales un supuesto apoyo de Maduro al candidato Guillier y de ahí se desataron brigadas digitales con el argumento de Chilezuela. El aludido no le dio importancia al asunto, y fue una instalación exitosa que pesó en el resultado de la elección presidencial de 2017.
También la izquierda tomó cierto trumpismo en su gestión digital. Hoy los candidatos más destacados en las encuestas cuentan con brigadas digitales, siempre listas a atacar cualquiera que cuestione al líder y conectándose directamente a las personas, con descalificaciones rápidas a otros dirigentes políticos. La fórmula de la élite vs. el pueblo, demasiado cómoda para ser puesta en el escenario digital, inventada por Trump ha sido copiada en Chile principalmente por sectores de izquierda.
La derecha no logró repetir el éxito de Ampuero consistente en mezclar falsas verdades y búsqueda de la polarización para construir realidades políticas. En el plebiscito pasado, un grupo extremo partidario del Rechazo logró instalar en varios medios una encuesta falsa que mostraba cifras estrechas en el plebiscito, para así aumentar la participación electoral en comunas con votantes más conservadores. Nadie pisó la trampa y no marcó la agenda pese al esfuerzo realizado. Los propios volúmenes de conversación en las redes sociales no guardaron relación alguna con el resultado, mostrando que las estrategias digitales basadas en crear burbujas de opinión ya no resultan.
Marcará también un hito el hecho de los medios de televisión de EE.UU. sacando al Presidente de pantalla, y diciendo derechamente que el mandatario estaba mintiendo. Esto no ocurre en Chile, salvo excepciones tan escasas que son recordadas como aquella pregunta incómoda al Papa después que la prensa lo lisonjeara todo el viaje. La industria medial en Chile atraviesa una crisis derivada de la menor inversión en publicidad, asociada a un alejamiento de las audiencias, entre otras cosas por la falta de contenidos atractivos. El cambio de giro que puede hacer el periodismo, en una época electoral, obligará a las candidaturas a salirse de la consigna pensada para la red social y las barras bravas, creando más interés del público y, por tanto, un círculo virtuoso para la democracia
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