Paz en Medio Oriente: ¿ajedrez o dominó?

El premier israelí, Benjamin Netanyahu; el Presidente Donald Trump; el canciller de Bahrein, Abdullatif Al Zayani y el canciller de los Emiratos Arabes Unidos, Abdullah bin Zayed al Nahyan, saludan desde el balcón Truman en la Casa Blanca.

Marina Rosenberg es la embajadora de Israel en Chile

Con toda la solemnidad y el colorido que la ceremonia ameritaba, ayer se vivió un momento inédito en la Casa Blanca: dos países árabes del Golfo Pérsico oficializaron su voluntad de establecer relaciones diplomáticas con Israel, suscribiendo el “Acuerdo de Abraham”.

Se trata de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), cuya disposición a normalizar relaciones con Israel se había anunciado el pasado 13 de agosto. Y Bahrein, que el viernes 11 de septiembre también oficializó su intención de establecer relaciones diplomáticas permanentes con Israel.

Este es un hecho inédito, y también histórico: nunca en un lapso tan breve de tiempo dos naciones árabes habían firmado acuerdos de esta naturaleza con Israel. Los anteriores habían sido los acuerdos de paz con Egipto, en 1979, y con Jordania, en 1994. Y, en ambos casos, se trató de países vecinos, con los que adicionalmente se habían sostenido conflictos bélicos.

Por lo tanto, esta es la primera vez que dos naciones que no comparten fronteras con Israel y que tampoco tienen una historia de disputas anteriores, firman un acuerdo de paz por paz, donde no hay cesiones territoriales ni otro tipo de compensaciones; simplemente la convicción de que es el camino adecuado para un futuro mejor en Medio Oriente.

Por lo mismo, muchos analistas han hablado de un movimiento de piezas en el tablero de ajedrez de Medio Oriente, pero tal vez resulta más precisa y alentadora la comparación con una secuencia de piezas de dominó, donde cada país que firma la paz con Israel puede empujar a otros a seguir el mismo camino.

Por eso, lo que ha sucedido como reacción a las decisiones de EAU y Bahrein también marca un hito, considerando los altibajos en los 72 años de historia y relaciones de Israel con el mundo árabe.

En esta nueva coyuntura geopolítica, autoridades de El Líbano, país donde el grupo terrorista Hezbollah se ha apoderado de la frontera con Israel, han manifestado que la paz es una posibilidad verdadera. En la misma línea, el Sultanato de Omán, manifestó su alegría por el acercamiento entre el mundo árabe e Israel.

Por su parte, Arabia Saudita, que no tiene relaciones diplomáticas con Israel, abrió su espacio aéreo para los vuelos que hacen la ruta entre Tel Aviv y Abu Dhabi, y mientras tanto se habla de la posibilidad de establecer vuelos directos entre Israel y Marruecos.

Del otro lado, también hay una minoría radicalizada que han reaccionado considerado estos acuerdos como una traición a la causa. En este grupo están el régimen de Irán, la Turquía de Erdogan, la Autoridad Palestina y, obviamente, los grupos terroristas ISIS, Hezbollah y Hamas, este último responsable del lanzamiento de cohetes contra ciudades israelíes en pleno desarrollo de la ceremonia en Washington.

Perspectivas a futuro

Es evidente que el “Acuerdo de Abraham” representa un paso alternativo y un cambio de paradigma para la región. Ha promovido una oportunidad revolucionaria para que naciones árabes y musulmanas establezcan vínculos formales con el Estado de Israel, algo que antes se consideraba imposible, pero que hoy es fundamental en la nueva mirada de cooperación para el desarrollo. Además, estos acuerdos se alzan como una alternativa a las posturas más radicales, que se oponen a la paz y prefieren perpetuar el conflicto hasta que se logre la instauración de un régimen islamista en lugar de Israel.

Cabe destacar que estos acuerdos históricos no se producen a expensas de los palestinos, y, por el contrario, representan una oportunidad única para volver a las negociaciones directas con Israel. Estos acuerdos de paz proporcionan una base práctica y realista sobre la cual las dos partes pueden iniciar negociaciones, con miras a una solución realista y duradera.

En última instancia, el “Acuerdo de Abraham” representa una alineación de valores y necesidades, ya que Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein se enfrentan a los desafíos comunes del cambio climático, la disminución de los recursos y, lo que es más pertinente, los peligros de la pandemia. Por eso, es esencial centrarse en el acuerdo sobre el desacuerdo, y combinar capacidades para el bienestar de los ciudadanos.

Estamos viviendo la modelación de un nuevo Medio Oriente, que mira hacia el futuro sobre los cimientos de la paz, la hermandad entre los pueblos y la colaboración entre las naciones. Como dijo el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, el círculo de la paz sigue creciendo.

Por eso, el llamado es enfático para todos aquellos que siguen este momento histórico, para que se sumen a este viaje y alienten a otros a hacer lo mismo, y en especial a los palestinos, para que no esperan a ser la última pieza del efecto dominó de la paz.

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