Pensiones y economía del comportamiento


El proyecto de ley que permite a las personas, por una vez, retirar hasta el 10% de sus fondos de pensiones, ha generado un gran debate sobre sus potenciales efectos. Para analizar esto podemos hacer referencia a la economía del comportamiento, la cual típicamente usa en sus modelos supuestos de racionalidad y de fuerza de voluntad limitada. En particular, en pensiones, destaca el concepto de descuento hiperbólico, según el cual las personas tienden a priorizar el corto al largo plazo. Esto debido a que los individuos tienen una fuerte tendencia a buscar la gratificación inmediata y por ello es muy posible que gasten grandes sumas en experiencias o bienes hoy en lugar de mañana, aunque sea a expensas de su seguridad financiera futura. Las personas “descontaríamos” fuertemente nuestro futuro al tomar decisiones financieras, y nos abalanzaríamos sobre las oportunidades del presente. El temor es que los millones de cotizantes chilenos, que tendrían ahora la oportunidad de usar sus ahorros de pensiones, se embarquen en un gasto que vaya más allá de sus necesidades por la pandemia, precisamente para obtener el efecto de satisfacción instantánea que induce el descuento hiperbólico. Si extrapolamos esta idea a comportamientos futuros, esta política abre la puerta para que, como país, sigamos gastándonos nuestros ahorros de pensiones en gastos asociados al presente.

El descuento hiperbólico puede servir para justificar el por qué se debe “empujar” a los ciudadanos a ahorrar para sus pensiones, siguiendo el trabajo del economista del comportamiento Richard Thaler, Premio Nobel de Economía 2017. Esto, ya sea obligándolos por ley a ahorrar, como en el caso chileno, o incentivándolos a comprometer ahorros individuales como lo propone el programa diseñado por Thaler: “Save More Tomorrow”, en el cual un individuo se compromete a asignar una parte de sus futuros aumentos de sueldo a sus ahorros previsionales, con éxito en muchas empresas en EE.UU.

Si el descuento hiperbólico nos lleva a gastarnos nuestros ahorros para pensiones en las necesidades del presente, se puede gatillar un aumento en el número de beneficiarios de pensiones solidarias, financiadas por el estado, lo que pondrá una gran presión sobre las finanzas públicas, pudiendo generarse desequilibrios fiscales que los futuros gobiernos tendrán dificultades para corregir. De hecho, de no incentivarse el ahorro individual, la carga para las generaciones más jóvenes, que tiene que proporcionar los medios, vía pago de mayores impuestos o con una parte de sus propios fondos de pensión, para que el sistema de pensiones no colapse, será cada vez mayor. Esto puede verse amplificado por la disminución de las tasas de natalidad y el rápido aumento de la esperanza de vida.

Si además se resuelve que el gobierno devuelva los recursos retirados por los cotizantes se pueden generar situaciones de riesgo moral. Si puedo sacar mis ahorros y tengo la certeza que el Estado me repondrá dichos fondos, tengo incentivos a retirar lo máximo que pueda ahora, lo necesite o no. Además, se generan precedentes para que, si se abre la puerta al retiro de fondos de pensión, el Fisco se haga cargo nuevamente de las pérdidas, generando incentivos para retiros excesivos y para que este ciclo se vuelva a repetir en el futuro.

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