Opinión

Perplejidad

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Por Eugenio Tironi, sociólogo, Escuela de Gobierno UC

¿Es comunista?”. Su pregunta me sorprendió. Me habían pedido recibir al analista de uno de los mayores fondos de inversión mundiales con base en Nueva York, de visita en Chile para captar el ambiente luego del triunfo de Gabriel Boric. Me había preparado para recibir a un típico joven WASP de los que pululan por Wall Street y me encontré de sopetón con un muchacho delgado de origen indio pero nacido en New Jersey, con grado en Princeton y doctorado en el MIT.

“No, es magallánico”, le respondí sin pensarlo. Abrió los ojos como plato. “Es que la geografía importa”, agregué. “Y los nacidos y educados al fin del mundo, un paisaje duro azotado por el viento y el frío, con un horizonte interminable y poblado de gente venida a probar suerte desde todos los confines del planeta, son personas de tinte libertario antes que totalitario, individualistas antes que colectivistas, cosmopolitas antes que nacionalistas”. Noté que no le hizo mucho sentido, así que busqué otro ángulo. “Boric es un líder forjado en las luchas estudiantiles y en las contiendas parlamentarias, no en el cenáculo de un partido. Ahí aprendió a lidiar con los comunistas y a derrotarlos sin humillarlos. Lo hizo en la Fech, cuando obtuvo la diputación por Magallanes y cuando ganó a Jadue en las primarias. De hecho, si él no lo hubiera derrotado hoy estaríamos hablando de este último”.

No creo que haya comprendido mi respuesta. Era muy enrevesada para quien necesita respuestas simples a preguntas simples. Mi interlocutor pasó a otro tema que parecía interesarle mucho, seguramente por su propia historia. “Pero explíqueme: ¿cómo puede llegar a Presidente alguien que no ha sacado su grado universitario?”. Esta vez traté de ser menos impetuoso. Partí con una ironía que seguro comprendería: “Como lo hicieron Jobs o Zuckerberg”. Sonrió. Esto me motivó a seguir. “No se recibió porque desestimó una trayectoria tradicional. Fue líder estudiantil y luego usó su capital para formar una empresa propia, una startup. En lugar de seguir una carrera profesional, o dar testimonio, o sumarse a una organización existente, creó un partido, una coalición y entró al Parlamento tras un objetivo que al inicio parecía utópico: ganar el gobierno. Lo consiguió en un plazo récord: diez años. Un unicornio. ¿Cómo?: con audacia, pragmatismo, flexibilidad, y rodeándose de un equipo de pares”.

Creí tenerlo embrujado, pero entonces me dice: “¿Será un nuevo Chávez?”. Me costó contener la irritación. “¿No lo ves?: está en sus antípodas. Es un firme defensor de los derechos humanos y la democracia. Y su agenda es más parecida a las de las alianzas entre socialdemócratas y verdes en Europa, o a la de Sanders y AOC, que a la de las izquierdas latinoamericanas actuales. Si Boric tiene éxito, Chile podría ser el cementerio del neoliberalismo, como se ha dicho, y a la vez de la izquierda populista”.

De improviso cerró su laptop, lo metió en la mochila, se paró y se despidió cortésmente. No estaba enojado, solo apurado para llegar a su próxima cita. ¿Lo persuadí? No creo. Quizás quedó algo perplejo.

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