Pinochetismo chino

07/02/2019EMBAJADOR DE CHINA BU XU.
VICENTE LOPEZ / LA TERCERA


China no es una democracia liberal. Nunca lo ha sido. El régimen comunista no se construyó sobre los escombros de una república, sino sobre una larga tradición imperial cuya contracara fue la servidumbre humana. El famoso "despotismo asiático". Y, desde entonces, ha gobernado el "peso de la noche" portaliano. Ha cambiado la justificación del poder y sus estructuras administrativas, pero su forma se ha mantenido. Tal como la revolución francesa, soviética y cubana, el régimen chino se asentó sobre la forma política que le precedió.

No es raro, entonces, que el orgullo nacional promocionado por su partido único tenga poco que ver con las libertades políticas. Su eje son los logros colectivos militares y económicos. Mao Zedong, de hecho, se hizo del poder en medio de una crisis de seguridad exterior e interior. Aquello que el embajador chino, Xu Bu, recordó citando a Neruda. Asegurar el territorio y la soberanía es, entonces, un gran logro del comunismo chino. Y luego viene el increíble crecimiento económico impulsado por las reformas capitalistas de Den Xiaoping.

No es raro, tampoco, que las minorías políticas, religiosas, étnicas y sexuales deban enfrentar en China la persecución constante del Estado. Y, muchas veces, su violencia. La barbárica "revolución cultural" y la matanza de estudiantes en la plaza de Tiananmén son los hechos que primero recuerda la mente occidental, quizás junto a la opresión tibetana y la actual agitación en Hong Kong. Pero basta googlear un poco -en países donde internet no está censurado- para conocer la situación por la que están pasando actualmente cientos de miles de musulmanes uigures -sometidos a campos de "reeducación"- y de cristianos.

En el caso chileno, el discurso del régimen chino para justificar sus prácticas -ventilado a propósito de la visita de diputados chilenos a Taiwán y Hong Kong- tiene extraños ecos familiares. La idea de que la libertad económica es superior a la política, la doctrina de la seguridad nacional (y el enemigo externo), y la consideración de que el crecimiento económico y la superación de la pobreza material pueden justificar la violación de derechos humanos y la ausencia de democracia no nos son ajenas. Es el discurso pinochetista. El embajador chino -que acusa al diputado Jaime Bellolio de no comprender la historia de su país- parece no entender, a su vez, lo conocidos que nos resultan sus modos, y la facilidad con la que leemos entre sus líneas. Conocemos el lenguaje de la dictadura.

La defensa del régimen chino por los comunistas chilenos, parte de la derecha pospinochetista y muchos empresarios refleja un compromiso instrumental con la democracia y los derechos humanos. También nuestro interesado y materialista silencio ciudadano. Es la sombra del pecado de origen que acompaña a la democracia chilena. Misma sombra que manchó las credenciales democráticas del Presidente Piñera, que luego de llevar meses liderando la ofensiva latinoamericana contra la tiranía venezolana salió a defender al régimen chino, dejando ver que, tal como repiten muchos economistas, le da lo mismo el color del gato con tal que cace ratones. Incluso si, de vez en cuando, también caza seres humanos.

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