Opinión

Plagio al orangután

Diego Martin

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Me van a perdonar que siga con Ortega y Gasset. Decíamos la semana pasada que el libro La rebelión de las masas nos continúa retratando aun cuando se publicó en 1929. Basta con volver a leerlo: “La única diferencia radical entre la historia humana y la ‘historia natural’ es que aquélla no puede nunca comenzar de nuevo… Romper la continuidad con el pasado, querer comenzar de nuevo, es aspirar a descender y plagiar al orangután. Me complace que fuera un francés, Dupont-White, quien hacia 1860 se atreviese a clamar: ‘La continuité est un droit de l’homme; elle est un hommage à tout ce qui le distingue de la bête’”. Ortega deja la cita sin traducir, presumo, para eludir a quienes hace referencia, su rabia y censura si llegan a entender el francés, aun cuando el texto no es difícil de descifrar, tampoco la historia republicana desde Grecia y Roma; ambos solían enseñarse en la primaria.

A propósito, el despiadado de Ambrose Bierce en su Diccionario del diablo (1911) incluye dos acepciones precisas de la voz “república”: (1) “Nación en que, siendo la cosa que gobierna y la cosa gobernada, una misma, sólo hay autoridad consentida para imponer una obediencia optativa. En una república, el orden se funda en la costumbre, cada vez más débil, de obedecer, heredada de nuestros antepasados que cuando eran realmente gobernados se sometían porque no tenían otro remedio. Hay tantas clases de repúblicas como grados entre el despotismo de donde provienen y la anarquía adonde conducen. (2) Entidad administrativa manejada por una incalculable multitud de parásitos políticos, lógicamente activos pero fortuitamente eficaces”. Uno se detiene en estas acepciones y resulta comprensible que hoy se quiera abolir la república. Obedecer mediante consentimiento mutuo que o si no se cae en extremos, y eso otro, que las repúblicas puedan abarcar la totalidad de regímenes que se conocen, son ideas intolerables para algunos “listos” demás que fortuitamente se han aprovechado de la República de Chile, subido sus propios sueldos, y aspiran a hacerse del poder total.

Lo raro es que no se les enfrente en serio. Un ex rector de universidad, actualmente constituyente, se ha limitado a señalar que la república se opone a la monarquía. Simplista y falso, H.R.H. Queen Elizabeth II podría explicarle que, gracias a Cromwell, la suya es bastante mixta y republicana. Dicho constituyente pretende también asimilarla al Estado: confuso. Luis XIV, hincha del Estado como nadie, en especial si es absoluto, se habría espantado con lo que le sucedió a su descendencia en el trono proclamándose la república. Hay que, por tanto, andarse con cuidado. La república no es otra cosa que la política, de ahí que abolirla, da cuenta de que se quiere imponer un escenario selvático, nada de bucólico. Eso es lo que está en juego.

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