Preocupación por déficit de docentes

La mayoría de las carreras optará por clases a distancia, a excepción de sus ramos prácticos.

Es urgente dilucidar las causas de la pérdida de atractivo de la docencia entre los jóvenes, solo así se podrá enfrentar adecuadamente el problema y evitar medidas que causen el efecto contrario.


Dos informaciones aparecidas en las últimas semanas han llevado a levantar una alerta para el mediano plazo que no debiera ser desatendida. Por un lado, las postulaciones del reciente proceso de admisión a las universidades mostraron una disminución en el interés de los jóvenes por las pedagogías. Y, por el otro, un estudio de Elige Educar estimó que en los próximos años podría producirse un déficit en la disponibilidad de docentes idóneos, esto es, de profesionales formados para ejercer en áreas del conocimiento específicas, particularmente en la enseñanza media.

Las razones para que ello venga ocurriendo -no es un fenómeno exclusivo de este año, sino que una tendencia desde hace algún tiempo- pueden ser múltiples, aunque no hay a la fecha evidencia que permita identificarlas con certeza. Se habla del poco reconocimiento que tendrían los docentes, de la rigidez y poco espacio de crecimiento que ofrecería esta profesión, del deterioro en sus condiciones laborales y en la figura de autoridad que proyectan debido a los episodios de violencia vividos en los últimos años, así como también del negativo rol que a ratos cumpliría el mismo gremio en el posicionamiento de éstos entre la ciudadanía. De igual forma, podría haber aspectos institucionales que incidan, como el aumento en las exigencias para ofrecer y cursar pedagogías, la burocracia que se percibe podría introducir la carrera docente en proceso de implementación e incluso efectos colaterales de la gratuidad, que llevaría a los postulantes a inclinarse por alternativas que se han vuelto comparativamente más atractivas.

Sea cual sea la causa, el hecho es que, de acuerdo al estudio antes mencionado, en 5 años más el país podría enfrentar un déficit de 32 mil profesores, lo que representa un 13% del total que hoy se encuentra ejerciendo. Considerando el estrés al que ya está sometido el sistema educativo para poder abordar los desafíos que se avecinan tanto por las carencias y desigualdades previas, como por las que se han exacerbado debido a la pandemia, este problema podría convertirse en una piedra de tope adicional.

La evidencia respecto a la importancia que tiene el profesor en la calidad de los sistemas educativos es abundante y no deja espacios para la duda: la consultora McKinsey lo sintetiza muy bien con la conclusión de su conocido informe de hace ya varios años que indica que “la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes”. No vaya a ser entonces que la escasez de profesionales en este rubro termine afectando la sana competencia y el mejoramiento paulatino en la calidad de éstos, impactando en último término en la calidad de la enseñanza y en el desarrollo de los niños. Urge entonces dilucidar con claridad las causas detrás del menor atractivo que estaría teniendo la docencia entre los jóvenes, así como los factores institucionales que podrían estar repercutiendo sobre el déficit que se proyecta. Existe el riesgo, si no, que por querer mejorar el nivel de los docentes, se termine causando el efecto contrario.

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