Reforma policial

Propuesta del gobierno apunta también a mayor transparencia de la institución.


El gobierno ha presentado hace pocos días una propuesta de reforma policial que es producto del trabajo de un consejo de asesores. El documento tiene las limitaciones propias de su origen, en el sentido de trabajar contra el tiempo y estar muy vinculado a la coyuntura del estallido social.

Carabineros es una institución muy importante, con una estructura rígida y autónoma construida a lo largo de muchas décadas, pero que además ha ido formando una cultura interna que no es fácil de modificar.

El estallido social no ha hecho más que evidenciar una crisis que se viene manifestando desde hace muchos años y cuya superación no tiene respuestas sencillas de corto plazo, se requiere modificar cuestiones centrales de la estructura institucional y su relación con la sociedad, y al mismo tiempo construir un consenso político que sustente las reformas en el largo plazo.

Todo eso supone mucha más información y mucho más debate del cual esperamos que esta propuesta sea solo un inicio.

Entre las cuestiones que es necesario discutir me parece que hay dos que son ineludibles y que vale la pena mencionar, y que como es de esperar una propuesta de este tipo difícilmente puede abordar.

La primera es la cuestión de la relación entre la policía y los sectores populares. Esta relación que alguna vez fue buena, estaba basada en la enorme ventaja que suponía una presencia estatal organizada y un cierto nivel educacional en un entorno mayoritamente pobre. Sin embargo, se ha deteriorado brutalmente como producto de los enormes cambios sociales ocurridos en la sociedad chilena. Los nuevos sectores medios demandan servicios policiales de calidad que Carabineros muchas veces no está en condiciones de brindarles, y por otra parte, estos grupos sociales, mucho más educados y empoderados, no están dispuestos a ser objetos de control y sospecha permanente. Hacerse cargo de esto supone una redefinición de estrategias, de doctrina institucional y sobre todo del desarrollo de nuevos instrumentos de trabajo para relacionarse con una población muchísimo más exigente.

La segunda es la cuestión de la comprensión de la policía como una profesión en todos sus niveles y no como un trabajo de baja calificación en una amplia base. Esto supone redefinir completamente la estructura interna, desde una caracterizada por el autoritarismo y la concentración del poder en la cúpula, a una donde se cultiven y reconozcan las capacidades profesionales de todos los agentes, donde incremente la autonomía para resolver problemas al mismo tiempo que se generen formas de supervisión confiables. Esto supone también modificar la carrera y los métodos de reclutamiento orientándolos a ofrecer perspectivas profesionales atractivas a quienes demuestren mayores capacidades y espíritu de servicio.

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