Reformas políticas



SEÑOR DIRECTOR:

Parecen avanzar los consensos en materia de reformas políticas orientadas a enfrentar problemas evidentes para el adecuado funcionamiento de la actividad legislativa. Estas incluyen, entre otras, la exigencia de umbrales mínimos de votación para evitar la fragmentación del sistema de partidos y la pérdida del escaño de aquel parlamentario o parlamentaria que abandone las filas de la colectividad dentro de la que fue elegido o elegida. Estas medidas pretenden reforzar la disciplina política de quienes somos sus representantes.

Si bien este tipo de medidas parecen necesarias, dichas modificaciones no son suficientes. Aquí hay problemas con raíces más profundas y que están relacionadas, entre otros aspectos, con las prácticas políticas que polarizan, las que ponen en el centro las ganancias propias por sobre el interés general y las que se basan en agradar en lugar de en la información y el análisis ponderado. En estas prácticas reside una parte importante de las razones que explican la creciente desafección ciudadana respecto de la actividad política, al punto de amenazar con poner en riesgo nuestra democracia.

La ausencia de una reflexión seria al respecto puede conducirnos al error de pensar que terminando con los partidos pequeños y con los políticos díscolos estamos resolviendo el problema. Esto está tan mal encaminado como creer que, al haber impuesto el voto obligatorio aumentando forzadamente los porcentajes de participación electoral, se ha reducido la distancia entre ciudadanía y política.

Si vamos a seguir la ruta de las reformas políticas, en un mal momento por cierto, consideremos también aquellas que amplían nuestra representatividad, como la paridad, o aquellas que involucran a la ciudadanía en la función de legislar, como la iniciativa popular de ley.

Lorena Fries

Diputada

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