Reformistas y disidentes virales

Saudi teen Rahaf Mohammed al-Qunun is greeted by Thai immigration authorities at a hotel inside Suvarnabhumi Airport in Bangkok
FOTO: REUTERS


Cuando vi a mis contactos activistas —Maajid Nawaz, Ensaf Haidar, Yasmin Mohammed y otros— mover el hashtag #SaveRahaf, supe que algo grande acontecía. En efecto, se estaba viralizando la situación de una joven saudí de 18 años, Rahaf Mohammed al-Qunun, que escapó de su país y de su familia. Terminó en el aeropuerto de Bangkok, Tailandia, atrincherada en una habitación de hotel y tuiteando desesperada hasta levantar una gran ola de solidaridad y auxilio en redes sociales.

Rahaf pedía protección, la presencia de Naciones Unidas y no ser deportada. Temía la muerte. Había abandonado la religión —el islam— y huido de los maltratos y amenazas de su hogar. La noticia sigue en desarrollo, pero se sabe que Rahaf está a salvo.

Hoy, casi cualquier cosa se viraliza. Un chiste, un escándalo, una causa. Lo relevante del caso de Rahaf no es solo la sensibilidad de quienes la ayudaron con sus tuits, sino algo más profundo. Ayaan Hirsi Ali, la intelectual y activista que visita Chile, y que se ha atrevido a proponer una reforma del islam, escribió en su libro Heretic que Internet podría significar para el mundo musulmán en el siglo XXI lo que fue la imprenta para el cristianismo siglos atrás: un medio decisivo para propagar información.

Conociendo muy de cerca los mundos árabe y musulmán, nunca había visto tanta osadía masiva, hoy digital, para desafiar a la religión y a sus devotos más duros, menos cuando puede ser fatal. Hoy hay blogueros liberales como el saudí Raif Badawi, ahora en prisión y condenado a mil azotes. Su esposa, Ensaf Haidar —@miss9afi en Twitter—, y sus hijos están en Canadá haciendo campaña por Raif, con el respaldo de organizaciones como Amnistía Internacional, además de miles de seguidores, activistas y figuras públicas. Una es particularmente interesante: Imam Tawhidi o @ImamOfPeace, un clérigo musulmán nacido Qom, Irán. Vive en Australia y enfrenta el radicalismo, el terrorismo y los abusos con un coraje excepcional. Es una estrella de las redes sociales, con fans musulmanes, ateos, cristianos, judíos y de otras identidades. En un popular tuit escribió: "Tu religión no es una constitución para el resto de la humanidad".

El fenómeno lleva un tiempo. Por ejemplo, una iniciativa célebre fue Women2Drive (2011), famosa por el video de Manal al-Sharif al volante en Arabia Saudita. Terminó en prisión. E Irán arde viralmente. En 2014 se diparó #MyStealthyFreedom con Masih Alinejad, una iraní de voluminosos rizos. ¿Cómo empezó? Con la imagen de una mujer conduciendo y disfrutando de algo tan "normal" como sentir el viento en el cabello, sin el hijab, el pañuelo de rigor. Los hashtags #NoHijabDay y #FreeFromHijab también circulan profusamente. Asimismo, el arresto de Maedeh Hojabri en 2018, por publicar videos en Instagram bailando música iraní y pop occidental, desató a miles más compartiendo sus bailes para apoyarla. Suma y sigue…

Activistas e intelectuales públicos, musulmanes, ex musulmanes o conversos, están muy presentes en redes sociales y plataformas, como Amazon, YouTube o TED. Uno es el británico de origen pakistaní Maajid Nawaz, ex islamista radical que hoy combate lo que él mismo fue. Ayaan Hirsi Ali pide ayudarlos, como reformistas y disidentes, a que sus voces sean más escuchadas.

Pero los enemigos también juegan, incluidos los extremistas. En Internet propagan sus mensajes y hasta llaman a la violencia y el terrorismo. El propio Estado Islámico desarrolló  un sofisticado aparato de cyberyihad.

Podría decirse que Internet, más que la imprenta de siglos atrás, ya es un campo de batalla online… con enormes efectos y consecuencias offline.

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