
Reiniciar la acción
Reiniciar la acción es comprometernos con el fin, no con los medios. Requiere perseverancia al evaluar la evidencia y, de ser necesario, estar dispuestos a adaptar la estrategia de las políticas, pese a los costos que ello implique.

Esta semana, el Tony Blair Institute for Global Change publicó el reporte “The Climate Paradox: Why we need to reset action on climate change”. En este, el líder laborista advierte, “las personas saben que el estado actual del debate sobre el cambio climático está lleno de irracionalidad. Como resultado, aunque la mayoría de las personas admiten que el cambio climático es una realidad causada por la actividad humana, están a su vez alejándose de las política desplegadas en esta materia porque creen que las soluciones propuestas no están basadas en un buen criterio (...). Hubo un período en el que la acción climática y los acuerdos globales parecían anunciar una nueva era; pero ese impulso ha sido seguido por una reacción en contra de dicha acción, que amenaza con descarrilar toda la agenda”.
Esta alerta sobre el cambio climático también se aplica a las políticas de diversidad e igualdad de oportunidades. Estas agendas sociales, que hace diez años tenían un gran respaldo, hoy enfrentan menos apoyo público y la oposición vociferante de líderes políticos globales, poniendo en riesgo los avances logrados.
El llamado a reiniciar la acción no niega la urgencia de los fines sociales que se persiguen, sino reafirma el compromiso a ellos al elevar una alerta sobre el camino trazado. El análisis de la evidencia y la búsqueda de consenso sobre ella como ejercicio permanente para monitorear el avance de proyectos complejos ha sido demasiadas veces reemplazado por un apego casi devoto a las prácticas. Este error lleva a reemplazar el fin social que se persigue por medidas que se perciben como mandamientos, lo que conduce a la sensación de irracionalidad y por ende a la desafección e inacción.
En temas como el cambio climático y las políticas de diversidad, las soluciones copiadas de otros contextos rara vez funcionan. Es esencial analizar constantemente la evidencia para ajustar medidas, y a través de este ejercicio también podremos entregar la racionalidad a veces perdida y reforzar el consenso ciudadano sobre ella.
A modo de ejemplo, en 2021, el Ministerio de Ciencia lanzó la Política Nacional de Igualdad de Género en Ciencia, reconociendo brechas y los riesgos de ignorar la diversidad en la investigación, como ocurre en muchos estudios clínicos que no consideran el sexo femenino. Se analizó evidencia nacional e internacional, se crearon medidas y un órgano responsable de evaluar su implementación. Sin embargo, a la fecha, las medidas se han ampliado sin conocerse un análisis de su efectividad. Esta falta de evaluación hace tambalear el amplio consenso que tuvo la política y la aceptación social sobre las medidas comienza a decaer, exacerbado por un contexto de mayor competitividad y menos acceso a fondos. Esto, bajo el alero del ministerio que promueve la investigación.
Reiniciar la acción es comprometernos con el fin, no con los medios. Requiere perseverancia al evaluar la evidencia y, de ser necesario, estar dispuestos a adaptar la estrategia de las políticas, pese a los costos que ello implique.
Por Carolina Torrealba, vicerrectora de Investigación y Doctorado, Universidad Andrés Bello, y directora de ComunidadMujer
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