
Sicarios en fuga
No fue solo una fuga; fue una verdadera puerta giratoria express. El venezolano Osmar Ferrer, gatillero importado por el Tren de Aragua, entró a la cárcel la noche del 9 de julio y al mediodía del 10 caminaba por Santiago, como quien sale del mall con bolsas llenas. Se fue con un beso judicial pegado en la frente y con el Estado sosteniéndole la puerta y pidiéndole el Uber.
Tres resoluciones disparadas como balas sin trayectoria. La primera decía “prisión preventiva”; la segunda, “aclaro identidad”; la tercera, por arte de magia, activó la clave secreta de la libertad. El expediente viajó por correo, aterrizó en la impresora de Gendarmería y el candado se abrió solo, sin querer queriendo. No hubo tiempo para una convivencia de despedida ni para que el sicario regalara sus prendas; fue todo tan sorpresivo que Ferrer habría reclamado que ni siquiera había logrado aclimatarse a su celda.
A la mañana siguiente apareció el flamante ministro de Seguridad, ese que nos iba a resolver todos los problemas, con cara de insomnio, soltando la frase que mejor define esta comedia de equivocaciones inexplicables: “Todas las combinaciones posibles son terribles”. Traducción: incompetencia, sabotaje o amiguismo -elija su veneno, la resaca será la misma. La vocera tardó más horas en salir del búnker de La Moneda. Balbuceó que la liberación “daña la confianza”, pero que, tranquilos, es un hecho aislado. El aislado anda armado; la vocera, con el megáfono descargado. ¿Y el Presidente Boric? Mutismo absoluto. Ni un tuit, ni un live, ni una frase reciclada sobre perseguir a los delincuentes como perros por aire, mar y tierra. Mientras el Presidente mira al techo, Gendarmería culpa al tribunal, el tribunal culpa al pdf y el pdf no responde porque los documentos no hablan.
Basta de tecnicismos. Cada vez que un criminal cruza esa puerta giratoria se nos muere un pedazo de República. El pistolero andará por ferias libres, por micros nocturnas, por plazas donde los niños todavía juegan a ser héroes; y cada disparo recordará la incapacidad del gobierno y del Estado en su conjunto de hacer la pega que por mandato les corresponde. La seguridad en Chile no está a cargo de una empresa o una ONG, depende del gobierno y este conjunto de inoperantes ha sido incapaz de hacerse cargo.
En diciembre se enfrentarán dos visiones sobre cómo enfrentar al crimen organizado. Por un lado, la candidata Jara, que cree que a los delincuentes hay que enfrentarlos con amor; que a los inmigrantes ilegales hay que regularizarlos, y que los criminales más peligrosos tienen que cumplir sus penas con trabajo comunitario. Por otro lado, el candidato Kast, que promete mano firme para enfrentar la delincuencia; penas más duras para el crimen organizado; cárceles más grandes y aisladas para los criminales; cierre de fronteras y expulsiones para los inmigrantes ilegales.
Necesitamos recordarles a los sicarios que, en Chile, la única puerta abierta será la de la celda. Porque si no los encerramos de verdad, seguiremos durmiendo entre rejas imaginarias, alarmas y guardias, pagando impuestos para financiar la siguiente fuga “inexplicable” de un sicario, un violador o un narcotraficante.
El futuro no se escribe con resoluciones defectuosas ni con ministros resignados. Se escribe con un portazo seco y definitivo en la cara de la barbarie. Llegó la hora de un cambio radical y que un gobierno de emergencia, y de verdad, comience a hacer la pega.
Por Cristián Valenzuela, abogado
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