Opinión

Un, dos, tres

El monstruo (Jacob Elordi) en la película Frankenstein. Ken Woroner/Netflix

Otro nivel. Es un libro que se publicó cuando Caroline Blackwood ya llevaba 14 años en su tumba. Reúne tres relatos de no ficción y ocho de ficción. Los primeros son simplemente correctos. Pero estos últimos, los de ficción, son gloriosos y deslumbrantes. El libro se titula Ni una palabra (Chia Editora, 2025) y es extraordinario. Me lo recomendó un amigo. La solapa dice que su autora tenía ancestros aristócratas angloirlandeses, que ejerció el periodismo y que a partir los años 70, cuando ya ella estaba por doblar la curva de los 40, decidió dedicarse a la literatura. Murió en 1996. Estuvo casada nada menos que con Lucien Freud y el poeta Robert Lowell. Las ficciones de Ni una palabra comparten varios atributos: son feroces, son oscuras, son despiadadas, tienen una prosa deslumbrante en su concisión y también una mirada muy severa a los personajes femeninos, cosa que podría constituir un escándalo en los tiempos que corren. Blackwood despacha verdades quemantes con dos o tres frases incisivas, las cuales unas veces funcionan como estocada al corazón y otras como un latigazo de ironía y humor. ¿Las situaciones sobre las cuales escribe? Muy variadas. Una viuda acorralada que debe decir si le gustó o no el documental que acaba de ver de su difunto marido. Una niñera que debe encargarse de la bebé y que poco a poco va tomando el control del hogar y la familia. Un marido en apuros luego de que su mujer, en mala hora, ha decidido someterse a una cirugía para rebajar sus ojeras. Una mujer casada que acude a encontrarse con el hijo biológico anterior a su matrimonio, que se desentiende del menor y coquetea con el trabajador social que acompaña al chico. Una señora bien que acude a la fiesta de otra señora bien, la cual quiere demostrarle que a ella sí que le ha ido bien en la vida. Una mujer en estado terminal de pena y soledad que, para aliviar su desesperación, se deja a sí misma patéticos recados en la contestadora telefónica de su casa. Son todos relatos donde opera alguna distorsión; casi nunca son edificantes. Pero elevan la literatura a alturas insospechadas. Grandiosos.

¿Más siempre es más? Es un hecho que Guillermo del Toro ya entró a esa cotizada hermandad de los capos máximos del cine fantástico. Tal como en el caso de Peter Jackson, de Christopher Nolan, del último Tim Burton, a todos los cuales se le puso la etiqueta de genios antes de tiempo, lo que se espera de ellos son megaproducciones que revienten hasta por las costuras con genialidad, excesos e inventiva. No se trata de hacer películas. Se trata de torcer los ejes magnéticos de la tierra. En este negocio, más siempre es más. Si bien en lo personal este tipo de cine me deja impávido y me aburre hasta lo indecible, hay que reconocer que en Frankenstein (Netflix), Del Toro levanta a partir de la novela de Mary Shelley y del mito de Prometeo, del drama de quien no puede vivir pero tampoco morir, un cuento sobre padres castigadores e hijos abusados que se deja ver sin grandes sacrificios porque, a pesar de la extensión de la cinta, el relato no se va por las ramas ni tampoco se engolosina a cada rato con los derroches de la producción. Sí, podría ser la mejor película de Guillermo del Toro, lo cual tampoco es decir tanto. porque El laberinto del fauno y La memoria del agua fueron títulos abiertamente sobrevalorados. Esta vez la realización está llena de claves cinéfilas, religiosas, freudianas y esotéricas, envueltas en mensajes de autoayuda y buenismo que hablan más del marketing de la cinta que de la eventual vida interior de su realizador.

Magnífico. Es distinto leer a Vargas Llosa por cuenta propia que hacerlo con los insumos que entrega David Gallagher en un pequeño libro publicado recientemente por el CEP. En este caso la lectura se enriquece mucho. El libro se titula Tras las huellas de Vargas Llosa y reúne 10 artículos suyos sobre el escritor a lo largo de cinco décadas, algunos de los cuales se traducen por primera vez al español. Son todos notables. El libro estaba a punto de entrar a imprenta cuando Vargas Llosa murió. A la sensibilidad de Gallagher la obra une un tono amigable, una prosa limpia y enteramente libre de los peajes habituales de la escritura académica, además de información poco conocida y valiosa, proveniente casi siempre de su larga amistad con el escritor. Dividido en tres partes, la primera desarrolla temas de narrativa y lenguaje, la segunda aborda asuntos de literatura y política y la tercera, de ficción y utopías. Es un libro lleno de inteligencia, de robusta formación literaria y de una certera conexión con los grandes dilemas políticos de nuestro tiempo. Al lanzamiento del próximo martes en el CEP vendrá el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.

Más sobre:CultoOpiniónHéctor Soto

Plan digital + LT Beneficios por 3 meses

Infórmate para la segunda vuelta y usa tus beneficios 🗳️$3.990/mes SUSCRÍBETE