Un país resiliente



Por Jorge Burgos, abogado

El ruido de las reyertas políticas no ha dejado escuchar en toda su dimensión las expresiones elogiosas que ha habido en el exterior hacia la forma en que Chile ha llevado adelante el proceso de vacunación y la respuesta que ha dado a la crisis económico-social causada por la pandemia. No solo eso: en varios momentos ha predominado en el debate nacional la voz de quienes, por razones políticas, desconocen cualquier logro. El vaso está siempre casi vacío para algunos, aunque ello signifique distorsionar hechos tan contundentes como que, según el FMI, Chile está entre los países que han entregado mayores paquetes de ayuda social como porcentaje del PIB, o entre los cuatro o cinco que han vacunado a un porcentaje más alto de la población, o que tiene posibilidades de crecer entre 6% o 7% este año según la estimación del FMI y analistas locales.

Es cierto que recién estaremos recuperando la actividad anterior, pero eso lo cuentan pocos por estos lares. Basta dar una mirada a los medios de comunicación argentinos para apreciar cuánto se aprecia en el país vecino el esfuerzo hecho por Chile frente a una crisis que ha puesto en dificultades a todo el mundo.

Chile ha resistido la tormenta mejor que muchas otras naciones. Todavía no podemos cantar victoria (en realidad, nadie puede hacerlo), pero ha mostrado fortalezas que permiten mirar el futuro con optimismo. Hay mucho por hacer, por supuesto. Será necesario realizar un esfuerzo gigantesco para dejar atrás los estragos sociales de este período, entre los cuales está el serio retroceso del proceso educativo en los hijos de las familias más vulnerables. Habrá que atender especialmente los focos de pobreza y marginalidad, de lo cual son una dura muestra los campamentos y ocupaciones de terrenos urbanos.

A pesar de sus insuficiencias y defectos, el Estado ha demostrado contar con capacidades para proteger a la población en el terreno sanitario, y también en el plano social. Con todo, las necesidades se han acrecentado, y en los próximos años hará falta una economía muy dinámica y un Estado más eficiente para mejorar el sistema de salud, las pensiones, la educación, la seguridad ciudadana, etc.

El país está en condiciones de salir adelante, pero serán determinantes la calidad de la política, el rechazo de la violencia y el fortalecimiento de la cultura democrática. Se necesitarán líderes con sentido de Estado, conscientes del deber de unir muy amplias fuerzas para que el país retome un ritmo de progreso sobre bases firmes.

Nada contribuye a ese objetivo prioritario cuando una parte no despreciable de quienes han manifestado sus aspiraciones presidenciales se incorporan con entusiasmo en una lógica a todas luces populista de catastróficos efectos en el mediano plazo. Ahí están los intentos encaminados a seguir horadando los fondos jubilatorios, agregándose ahora los que postulan hacerlo con los fondos destinados a cubrir la cesantía. Qué decir de aquellos que ofrecen zanjas en la frontera, reponer la pena de muerte, estados de sitio, acusaciones constitucionales al voleo.

Pero como se trata de no solo ver la parte vacía del vaso, convengamos que ha sido esperanzadora la gestión de la presidenta del Senado a la hora de concordar con el Presidente de la República un mecanismo de trabajo legislativo destinado a aprobar nuevas ayudas a quienes se han visto dramáticamente afectados en sus ingresos. Si bien es una noticia en desarrollo, se agradece la iniciativa, la acogida y el tono.

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