Una bella durmiente
Para que Chile vuelva a crecer a más de un 4%, debemos atrevernos a incomodar, remover trabas que se han naturalizado y dejar de postergar decisiones clave. Agilizar proyectos de inversión no es un capricho ni un intento de saltarse las reglas, es la manifestación de una necesidad urgente: acortar procesos que hoy se extienden más allá de lo razonable, generando sobrecostos, incertidumbre y, sobre todo, pérdida de oportunidades para el país.
Como bien alertaba hace algunos días Andrés Velasco, pese a contar con enormes reservas, hoy los minerales críticos se producen y se refinan fuera de Chile. El desafío es entonces evidente: el mundo necesita lo que tenemos, pero debemos ser capaces de abastecerlo. En otras palabras, tenemos la llave del futuro, pero no la estamos usando.
Generar un shock de inversión no ocurrirá sin audacia. Por eso es tan interesante que irrumpan mecanismos de fast track en las propuestas de política pública que surgen desde la sociedad civil. Desde Sofofa destacamos que cuatro de las siete principales propuestas económicas desde distintos actores técnicos y académicos, incluyan mecanismos de aceleración de proyectos estratégicos. Eso no es casualidad, refleja una verdad simple: sin inversión no hay crecimiento, sin crecimiento no hay empleos y sin empleos no hay progreso social.
Crecer al 4% implica no solo activar proyectos mineros y energéticos que hoy están demorados, sino también podría incluir cárceles, hospitales, infraestructura hídrica, viviendas y transporte, entre otros. Porque un fast track de la inversión no es únicamente una herramienta económica, es también un instrumento social. Cada día de atraso significa menos camas hospitalarias, menos seguridad y menos soluciones habitacionales.
Seguir este camino no tiene por qué implicar bajar estándares ambientales. Significa ordenar procesos, eliminar redundancias y dar certidumbre. Significa, en definitiva, alinear nuestros tiempos regulatorios con la urgencia global y con las necesidades internas del país.
Otros países, como Estados Unidos y Argentina, ya han diseñado mecanismos similares. El FAST-41 en EE.UU. fija plazos y coordina agencias para proyectos estratégicos; el RIGI en Argentina otorga estabilidad fiscal y beneficios a grandes proyectos mineros; y en Australia, el Fast Track Critical Minerals acelera inversiones mediante ventanilla única. El mensaje es claro: “quien se demora, pierde”.
Y Chile puede ganar. Tenemos recursos naturales únicos, talento humano y un marco institucional robusto. Lo que falta es un gran acuerdo sobre qué priorizar como país. Esa decisión marcará la diferencia entre otra década de estancamiento o una nueva etapa de prosperidad. Apostar por un fast track no es elegir crecer a cualquier costo: es crecer mejor, con reglas claras y con sentido de urgencia. Es romper inercias y abrir paso a un futuro donde Chile ocupe el lugar que le corresponde.
Por Rodrigo Yáñez, secretario general de Sofofa
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