Una renta básica temporal

Antofagasta es la ciudad más importante de la industria chilena del cobre, fuente de la mayor parte de los ingresos del país.


Ahora sí que estamos en guerra, pero no contra un enemigo de carne y hueso, sino que en contra de un virus invisible y letal. Toda una catástrofe que en el plano sanitario se compara con la “gripe española”, que hace un siglo mató a más de cuarenta millones de personas, y en el plano económico con la Gran Depresión de 1929.

La prioridad sanitaria es obvia. Pero cuidado, la pandemia no sustituye a la crisis social; en rigor se suma, creando una situación especialmente delicada.

Las razones que condujeron al estallido social siguen presentes y hay situaciones que requerirán de respuestas aún más urgentes. La gestión política demandará mucha sensibilidad, tino y delicadeza. Lo peor que nos podría pasar sería un rebrote de violencia en medio de una pandemia en plena expansión. Transitaremos por un desfiladero estrecho. El gobierno no debe escatimar recursos para sostener tanto como se pueda la actividad productiva y evitar la ruptura de las cadenas de abastecimiento y de pagos. Son muchas y excepcionales las medidas que es necesario adoptar. Entre ellas, el confinamiento obligado, fundamental para aplanar la curva de contagios ampliando al máximo las posibilidades de teletrabajo.

Pero, ¿cuántas personas pueden hacerlo? Son todavía mayoritarios los lugares de trabajo que no cuentan con conectividad y millones las personas cuya subsistencia depende de los ingresos diarios. Marco Kremerman, gran estudioso del mercado de trabajo, estima en tres millones 600 mil el número de trabajadores que “se verán en serias dificultades para quedarse en la casa porque carecen de un contrato que les dé protección. Si el Estado no asegura un ingreso mínimo por hogar, colapsarán o no podrán cumplir la cuarentena”.

Es imprescindible anticiparse a reacciones que pueden ser muy violentas, no por maldad, sino que por desesperación. En una emergencia como la actual cada persona tiene que sentir que su vida se considerada importante, que el sistema de salud puede acogerlo en caso de necesidad. Las discriminaciones por condición social resultan en estas situaciones críticas aún más odiosas. Lo sabemos los chilenos, una chispa puede encender la pradera. Si algo así ocurre nadie podrá alegar sorpresa.

Junto al fortalecimiento del sistema público de salud permitiéndole integrar las capacidades disponibles en el sector privado es preciso generar rápidamente una red social que provea a los hogares más vulnerables de los ingresos necesarios para asegurar alimentación y cuidados básicos. Algo así como una “renta básica temporal” de acuerdo a lo propuesto por Kremerman. La ausencia de un buen sistema de protección social constituye una debilidad mayor. En la emergencia esta renta básica debiera ser distribuida a través de los municipios. Son ellos los que tienen el contacto más directo con la gente y pueden llegar más rápido a quienes más lo necesiten.

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