Opinión

Una vela sin viento

Una vela sin viento

¿Son el crecimiento económico y nuestra política comercial de apertura al mundo reales convicciones nacionales para enfrentar las próximas décadas de desarrollo y desafíos sociales en Chile? La pregunta es clave, especialmente en un año electoral y frente a un escenario internacional complejo.

Ignorar que el aumento del bienestar depende directamente de una expansión constante del PIB es condenar al país a la frustración permanente. Por ello, debemos superar en el debate nacional la idea de que el crecimiento es un fin abstracto, desvinculado de la vida cotidiana de las personas. Así, se relativiza el poder transformador de proyectos de inversión en sectores como la minería o la energía, facilitados por reformas legales recientemente aprobadas como la de permisos sectoriales, y se desconfía de tratados de libre comercio sin considerar que ambos son motores de oportunidades y empleo.

En días turbulentos para el comercio internacional, también es relevante recordar que nuestra prosperidad está ligada al mundo exterior. Cada salto productivo ha venido de la mano de mayores ventas al extranjero, pues un país de 19 millones de habitantes en un universo global que supera los ocho mil, por sí solo, no puede ni podrá sostener niveles de inversión y crecimiento que se requieren para alcanzar el desarrollo.

Es también importante superar ciertos mitos, como que el crecimiento debe sacrificar el medioambiente o que las exportaciones de recursos naturales impiden agregar valor. Crecer y exportar más y mejor es posible también gracias a la innovación y el capital humano avanzado, tal y como ocurre hoy en la agresiva reducción de la huella de carbono e hídrica de la gran minería, en la calidad de nuestras cerezas, gracias al desarrollo de nuevas variedades genéticas, o en la reducción del impacto ambiental de un cultivo de salmones, fruto de la incorporación de IA.

Para un país con nuestras características, el “extractivismo”, concepto inspirador entre quienes han cuestionado el modelo de desarrollo chileno, es en realidad la historia de éxito de muchos países que han convertido sus recursos en prosperidad. A nivel mundial, Australia ocupa el puesto 21 en exportaciones; Canadá, el 11.°; Arabia Saudita, el 25.°, y Noruega, el 34.°, todos ellos basando gran parte de su riqueza en commodities -minerales, hidrocarburos o productos agropecuarios-, traduciendo esos ingresos en altos estándares de vida y fondos soberanos de inversión para financiar servicios públicos y amortiguar choques externos.

Una vela sin viento simboliza algo que tiene el potencial de avanzar, pero le falta el impulso necesario. Chile tiene las herramientas necesarias -como recursos naturales, acuerdos comerciales y capital humano-, pero sin una convicción firme hacia el crecimiento y sin políticas que lo impulsen radicalmente seguiremos en los próximos años algunas décimas más arriba o más abajo de las proyecciones del Banco Central, cuando el salto que debemos dar es de una magnitud aún lejos de nuestra realidad.

Por Rodrigo Yáñez, secretario general de la Sofofa

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