Vida vs. Economía: lecciones de un dilema
El Coronavirus nos está exponiendo a un sombrío dilema, como reflejó The Economist en una reciente portada: elegir entre la vida o la muerte, y la prosperidad económica. ¿Cómo ponderar? Algunos países como Alemania parecen estar implementado la fórmula balanceada. Chile –guardando las proporciones- parece estar siguiendo ese camino.
El dilema entre la salud y la economía es mucho más usual de lo que parece. Las empresas lo enfrentan sistemáticamente, al momento de invertir en seguridad ocupacional. En Chile muere algo menos de una persona al día por accidente laboral, y muchos más sufren lesiones invalidantes. Nuestras tasas de accidentabilidad son bajas en relación a otros países de la región, pues hemos invertido en prevención, y sabemos que hay una clara correlación entre dicha inversión y los resultados de seguridad para las personas.
Para responder la pregunta de qué tan caro es proteger la vida, también hay que averiguar qué tan caro es no hacerlo. La respuesta que ha investigado la academia es que depende de cómo la empresa compite en el mercado. Un primer segmento de empresas, que denominaremos “primitivas”, basan su productividad en usar al límite sus recursos humanos. Como consecuencia, sus empleados viven agotados, lo cual los expone a accidentes físicos o a eventos psicosociales como el burnout. En este tipo de empresas, cuidar la vida sí tiene un costo económico para las mismas empresas, porque hacerlo sacrifica la principal palanca de productividad de la que disponen.
Un segundo segmento de empresas “sofisticadas” basa su productividad en prácticas modernas de gestión, tales como liderazgo participativo, trabajo en equipo y amplio acceso a la tecnología. Dichas prácticas son muy similares a las de salud y seguridad, y por ende invertir en el objetivo de productividad es sinérgico con el de preocuparse por el bienestar de los empleados.
Un tercer segmento de “transición” está en una lucha interna, con una sección de la empresa que mantiene la cultura primitiva de productividad, y otra sección que se le opone con fuerza para llevarla a una etapa sofisticada. Acá, la relación entre la vida y la economía está indeterminada.
Es muy posible que las políticas públicas de contención del coronavirus tengan un impacto económico en las empresas, y sus empleados, que dependa de si son primitivas, de transición o sofisticadas. Lamentablemente, esta vez dicho costo será mayúsculo. Aun así, podría terminar siendo un aprendizaje que fuerce a las empresas primitivas a ser de transición, y a las de transición a ser sofisticadas. Si es así, algo importante estaremos ganando como país tras esta crisis.
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