Violencia en las calles y paradigmas educativos

Foto: Andres Perez



SEÑOR DIRECTOR:

Antes fue el estallido social y su secuencia vandálica lo que golpeó a la Plaza Baquedano. Ahora escala hacia colegios públicos “emblemáticos” del centro de Santiago. Estudiantes queman buses, lanzan bombas molotov y asaltan cuarteles de la policía.

Ello revela, primero, la incapacidad del gobierno para mantener el orden público, al que se ve débil y poco creíble dada la actitud complaciente que tuvieron sus integrantes frente a la violencia “octubrista” el 2019 y el poco respaldo a la labor de Carabineros.

Lo segundo es la carencia de una visión comprensiva del problema de fondo y que alude a la educación. El Mineduc habla de los nuevos paradigmas educativos, pero se olvida, o no cree, que en la raíz de los males se halla la orfandad de la juventud en el plano de los valores. La educación en Chile, especialmente infantil y escolar, está en crisis. No solo porque la pandemia cortó el circuito de la ineludible presencia física del profesor en el aula, además, falta orientación y guía en un marco cultural donde se adula falsamente a la juventud, declarando que todo es tolerable. Lo central de la educación es hallar un justo equilibrio entre libertad y disciplina, de modo que la formación enseñe a un uso correcto, o sea, responsable, de la libertad. Nada de eso está presente ni en la educación de los padres, lo cual se resiente al menospreciar la importancia de la familia y tampoco lo pueden hacer profesores y profesoras, si se desprecian las humanidades, o no existe la convicción de qué significa educar y no se les delega a los docentes la autoridad para hacer valer su calidad de formadores y que gocen del respeto de sus alumnos. No se educa al niño o niña y al adolescente, sino enseñando virtudes para distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo bello de lo feo. Sin estos fundamentos no habrá paradigma educativo que valga y la violencia será parte del paisaje cotidiano

Carlos Williamson

Profesor Titular UC

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