Violencia en toma de liceos: ¿Qué nos quieren decir los estudiantes?

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Referencial Foto: Aton.


Estudiantes secundarios lanzando bombas molotov en el Instituto Nacional, encapuchados -también– en el Liceo de Aplicación e incendio en el Liceo Amunátegui. Estas son las imágenes que nos han repetido una y otra vez los medios de comunicación que dan cuenta de tomas y enfrentamientos entre alumnos y Carabineros. Son imágenes que -sin contexto- se podrían confundir, fácilmente, con una batalla campal, pero no es así… son imágenes en el marco de una lucha mayor, del movimiento estudiantil que se ha dado este año 2018.

Es verdad, este año (la sensación, al menos) es que la violencia ha ido en escala en el sector secundario, un acto que trae recuerdos de hechos ocurridos aisladamente en el pasado y que en el último mes han sido recurrente. Todo acto de violencia debe ser condenado y estos actos no son la excepción, pero lo trascendente aquí es peguntarse por qué ocurren estos hechos. En otras palabras ¿Qué significan estas manifestaciones de violencia? ¿Qué nos quieren decir los estudiantes?

Una primera aproximación sería aludir la violencia al vandalismo y al desapego de los espacios públicos por parte de los estudiantes, pero aquella explicación dejaría fuera todo el contexto en que estas tomas se han desarrollado, hace más de una década, por solicitar mejoras a las condiciones de educación que estas y estos alumnos reciben. Otra aproximación, esta vez considerando el contexto, es la necesidad imperiosa de los estudiantes de hacerse escuchar… el uso de la violencia como acción desesperada por acceder a mejoras de un sistema que - sienten - no les entrega las condiciones mínimas en términos de calidad educacional, salubridad y seguridad.

Una gran dificultad que enfrentan estos estudiantes es el concepto de lo "nuevo", y que los diferencia de aquellos protagonistas de las tomas del 2006, es que el movimiento ya no es novedoso, por lo que no goza ni de la atención ni de la aprobación pública de antaño. El inmenso apoyo popular que existió ya se ha diluido y los problemas de base se mantienen. Desde esta perspectiva, el uso de la violencia para posicionar sus demandas parece ser una alternativa viable y que está funcionando.

El diagnóstico descrito muestra que nuestro sistema educacional ha fallado en enseñar a esos jóvenes que se reconozcan como ciudadanos y participen activa, informada y responsablemente en la sociedad. Aquellos estudiantes que utilizan la violencia no se asumen como sujetos de derecho, conscientes de sus responsabilidades y tampoco comprenden que pertenecer a una comunidad significa respetar los derechos de los demás y asumir obligaciones.

La Ley de Formación Ciudadana, aprobada en 2016, es un intento de mejorar estas falencias. Sin embargo, la experiencia internacional de México y Colombia, países con historias comunes a la nuestra, indican que incorporar una asignatura escolar y elaborar un Plan de Formación Ciudadana en las escuelas (aspectos que mandata la nueva ley) no es suficiente. Esta falla es multisistémica, por lo que todos los actores involucrados debemos tomar parte: las universidades formando docentes especialistas en esta materia, el Ministerio de Educación dando espacios para la formación continua y monitoreando las implementaciones de los planes escolares, las escuelas implementando planes que se generen democráticamente e incluyan a todos los actores de la comunidad educativa. ¿Por qué debemos hacerlo? Porque en nuestro sistema escolar también existen ejemplos positivos que muestran que la escuela puede hacer la diferencia.

Un ejemplo es Liceo 1 de Providencia. Ellas en comunidad, en conjunto con padres y apoderados, han realizado acciones para explicar sus demandas y los motivos de la toma. Ellas viralizaron un video que demuestra que sus demandas son condiciones mínimas de salubridad y seguridad: reparación y aumento de baños, reparación de sistema eléctrico, retiro de escombros, control de plagas. A su vez, han difundido su petitorio en redes sociales.

¿Qué diferencia la estrategia de violencia con la utilizada por el Liceo 1? El caso del Liceo 1 es una muestra de la implementación comunitaria del Plan de Formación Ciudadana, mandato por la antes mencionada ley. Específicamente, es acción comunitaria caracterizada por la participación de diferentes actores del sistema escolar con la intención de organizarse y lograr beneficios para la comunidad. Ellas reconocen su liceo como emblemático, histórico, patrimonial. Ellas demuestran que la idea de patrimonio está presenta en los jóvenes chilenos, la noción de herencia, que los bienes públicos no son propios, sino que están ahí para usarlos y luego darlos a las nuevas generaciones.

¿Qué puede explicar un actuar tan disímil en jóvenes pertenecientes a contextos similares? Que la escuela tiene un rol transcendental en formar ciudadanos, pero deben generarse acciones concretas para que suceda. No basta con enseñarlo en contenidos, deben ser acciones que incluyan a diferentes actores, donde los estudiantes tengan protagonismo y puedan ver que su participación genera cambios. En este caso, un liceo lo ha logrado. Esperemos que los otros sigan su ejemplo.

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