¿Y la derecha?



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Puede que la derecha no sea tema y parezca irrelevante, como también es posible que nunca haya sido tan pertinente preguntarse sobre sus perspectivas actuales. No es la única fuerza política sumida en la incertidumbre; descartarla, por tanto, es puro prejuicio. Es más, hallarse tan a contrapelo con los tiempos nada de cuerdos que corren, puede que, amén de señal de máxima prudencia, termine jugándole a su favor. Asume sus posturas clásicas y es posible que dicha rectitud le asegure sobrevivencia.

Recordemos que es a la cordura y moderación con que enfrenta al sectarismo y terror jacobino de la Revolución Francesa, que la derecha política debe sus orígenes históricos. No es que surja porque se arrincona a poderes establecidos y estos reaccionan. Burgueses y liberales, inicialmente favorables a la revolución, no tardan en sumarse a conservadores y tradicionalistas ultras en querer equilibrar poderes excesivos del Estado y de mayorías exaltadas tiránicas. Si es hasta más simple: habiendo izquierdas, no puede no haber derechas. A no ser que vetos y el peso numérico mayoritario impongan una soberanía popular sin límites, totalitaria. Frente a lo cual uno esperaría una derecha (por armarse) que insista en la sensatez, exija que se nos devuelva la seguridad y tranquilidad, se reestablezcan equilibrios, y respeten instituciones valiosas, puesto que es en dicho sentido que se defiende la tradición y experiencia acumulada. Nada más distinto a creer que reformas y diseños desde cero, van a traer un futuro mejor, más justo y correctivo del pasado. Que eso otro no es sino ensayos y tanteos, y se sabe a qué conducen. “En política los experimentos significan revoluciones”, sostendrá Disraeli. Burke y otros no dirán nada muy distinto, previeron incluso en lo que estamos. En efecto, se admite que se está ante una revolución, y está dentro de las posibilidades de que vuelva a levantar cabeza una derecha como las ha habido antes.

En concreto, cunden las “Vocerías de los Pueblos”, y quienes debiendo saber mejor se suman a ello a fin de controlar un proceso que difícilmente podrán manejar, y ahí se verá si una derecha seria surge y acepta el reto. Hasta aquí se le está brindando la oportunidad histórica para que vuelva a representar la cordura, evitar los frenos bruscos, sirviendo de amortiguador, en defensa del país y sus tradiciones institucionales, ni populista, monotemática o económico determinista. Logra, a su vez, encauzar tendencias que suelen serle afines, el nacionalismo, militarismo, o concentración de riqueza, en sentido de que, esta vez, no conspiren, y ¿quién en Chile no se cuadraría con una línea así? Ella quizá sea la única fuerza capaz de hacer ver esa posibilidad. Por el contrario, no se está a la altura de este propósito, y habrá que atenerse a sus consecuencias.

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