Aquí cocino yo: Bernardita Hartmann

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Esta semana conocimos por dentro la cocina de la editora Bernardita Hartmann, donde nada está fuera de lugar. Cada plato, copa y olla tienen su especio y, en conjunto, se ve tan limpia que parece un espejismo. Pero no siempre es así y eso, para su dueña, está bien: "Al principio quería que mi casa fuera como un departamento piloto, pero con el tiempo aprendí que mi sueño no funcionaba porque en la vida real hay que ensuciarse". Ese aprendizaje fue largo y compartido. "Hoy puedo decir que me relajé y creo que si algo se mancha, se mancha. Les explico a mis hijos que es más cómodo cocinar e ir limpiando, pero si no lo hacen me da lo mismo".

A los siete años Bernardita recibió su primer libro de recetas para niños y sus papás la dejaban con el horno encendido para que ella misma pusiera en práctica las recetas que aprendía viendo el mítico programa de televisión Cocinando con Mónica: "Siendo muy chica manipulaba la batidora, el azúcar, la harina y los huevos, todo sin problemas". Asegura que esta soltura viene de su papá. "A diferencia de mi mamá, él cocinaba por placer y nos hacía cosas exquisitas, como los churrascos con ajo que cocinaba los domingos por la tarde en mi época universitaria".

De su mamá, en cambio, heredó la estética y la atención a los detalles. En esta cocina se combinan equilibradamente la funcionalidad y el diseño. Los toques modernos como los rieles de los cajones están escondidos a la vista, mientras que otros detalles como los adornos e implementos están expuestos porque le recuerdan a su dueña sus viajes, su principal fuente de inspiración a la hora de cocinar. "Empecé a armar esta cocina de a poco, tengo la suerte de poder viajar harto, y en vez de comprarme ropa, me compro cucharitas, utensilios y otras cosas que encuentro".

Uno de los rincones más importantes de la cocina es un librero que armó apenas llegó a esta casa. "Es de madera envejecida y ahí guardo todos los libros de cocina que he coleccionado durante toda mi vida. Me gusta que este espacio sea un punto de encuentro conmigo misma y con mi familia. Trato que la vida de la casa se haga en el comedor de diario que tengo aquí y un poco nos metemos todos". Bernardita tiene tres hijos, de 20, 18 y 14 años, y con ellos entendió que si se encerraba sola en la cocina y no la abría al desorden del uso familiar, se iba a aislar. "Por eso permito que se metan y hagan desastre. Con mis hijos aprendí a combinar lo estético con lo práctico, porque una cubierta preciosa de madera no me sirve de nada si después no la voy a poder limpiar".

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