Benjamín Vicuña es Sergio Bitar
¿Qué tienen en común el ministro de obras públicas y el actor que arrasa en audiencia? Nada, hasta antes de Dawson, isla 10, la película de Miguel Littin que se estrena el 10 de septiembre y en la que Benjamín Vicuña (30) personifica a Sergio Bitar (68) en sus días de prisionero en la isla Dawson en 1973. Acá, los singulares universos que se abrieron cuando se cruzaron dos generaciones rabiosamente distintas.

Antes de imaginar siquiera que su libro Dawson, isla 10, publicado en 1987, se tranformaría en una película, el ministro de Obras Públicas, Sergio Bitar, catalogaba a Benjamín de un buen actor, pero lo ubicaba dentro de la farándula. A su vez, Vicuña metía a Bitar en el mismo saco que todos los políticos.
Pausa.
En septiembre de 1973, Vicuña no había nacido. Bitar era un ingeniero de 33 años, estaba casado con María Eugenia Hirmas, tenía tres hijos chicos y era ministro de Minería de Allende. El golpe militar lo mandó preso a una remota isla del sur. Luego vendría el exilio en Estados Unidos y Venezuela.
Vicuña acaba de cumplir 30. Es un actor de fama merecida e interminable exposición mediática. Tiene dos hijos con la modelo argentina Carolina Ardohain y catorce películas en el cuerpo, sin contar las innumerables obras de teatro, series de televisión y teleseries en Chile, Argentina y España. La lista de premios es larga: Mejor Actor en el Festival de Cine de Málaga, Mejor Actor de Reparto según la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York, Mejor Actor en el Festival de Cine Latino de Trieste, y suma y sigue. Además, fundó con dos socios el activo centro cultural Mori, con tres salas de teatro, una productora de televisión y un restorán.
REC.
¿Qué une hoy a estos hombres? Una invitación del cineasta Miguel Littin, (El chacal de Nahueltoro, Los náufragos y La última luna, entre otras cintas) los reunió por primera vez: les propuso que Benjamín fuera Sergio en su nuevo proyecto cinematográfico, basado en el libro autobiográfico de Bitar. Se juntaron y conversaron sobre el cautiverio de la treintena de líderes y autoridades de la Unidad Popular en Dawson, una isla minúscula y prácticamente deshabitada a cien kilómetros por mar desde Punta Arenas.
A pocos días del estreno de la película, Bitar y Vicuña se encuentran, se abrazan y agendan futuros encuentros. Esta entrevista comienza con la reflexión de Sergio Bitar a propósito de los incontables viajes de ambos: "Vicuña, por sus montajes de teatro, y yo por el ministerio, recorremos Chile para tratar de cambiarlo", afirma. "Los dos hacemos obras", concuerdan. A partir de ese momento, bajan la guardia de los prejuicios y dejan que se abra ante ellos un mundo impensado: sus vidas no estaban destinadas a cruzarse, pero lo hicieron.
Vicuña: "Con la farándula se generaliza y con eso encierra a muchos actores que no queremos estar ahí. Con los políticos sucede lo mismo: se les encierra a todos en un saco y eso no es justo. Conocer a Sergio ha sido muy importante. Ante él me saco el sombrero".
Bitar: "Los dramas de las sociedades se producen cuando todo se esquematiza y uno le atribuye al otro ciertas características por principio, como que los políticos son malos y los actores son faranduleros. En este encuentro me he dado cuenta de que, lejos de eso, Benjamín es un tremendo actor y una gran
persona".
Flores van y vienen en esta reunión. Acá, sus vidas cruzadas.
DIFERENTES GENERACIONES
Benjamín, ¿es muy distinta la generación de Bitar a la tuya?
Vicuña: Yo soy parte de una generación que no tiene grandes compromisos ni sueños. Por lo mismo, ha sido emocionante encontrarme con una generación que sí los tuvo y que creyó firmemente en la dignidad, la lealtad, el honor y el orgullo, con todo su largo tránsito hacia las culpas –como se ve en el
libro y en la película– cuando se preguntan en qué se equivocaron.
Bitar: Cuesta mucho pensar que lo que intentamos no era viable, sino que no lo hicimos bien. Una de las lecciones más importantes de todo lo que vivimos es que hay que tener mayoría política y cultivar la democracia a diario, porque no siempre estará allí. Y que debemos mantener la savia viva de la juventud. Por eso una de mis preocupaciones de hoy es el distanciamiento de los jóvenes y cómo reencantarlos.
Parece que no se quieren reencantar.
Bitar: No creo para nada en eso. Yo me comparo con mis hijos y los encuentro mejores que yo, aunque estén metidos en otras cosas.
Vicuña: ¿Por qué mejores?
Bitar: Están más preparados, tienen valores firmes, convicciones y capacidades. No puedo decir que mi generación era mejor. Era distinta. Por ejemplo, era más fácil abanderarse contra la injusticia porque había tanta, que no tenías pordónde perderte. Era más fácil abrazar una causa y luchar por ella. Y, al mismo tiempo, era más difícil porque los poderes existentes te impedían hacer cambios. Para la generación actual corre lo mismo: es más fácil porque tienen más instrumentos, más capacidad de crear y más socialización a través de internet. Pero también es más difícil porque los problemas de hoy son muchísimos más complejos que los de mi generación. Hoy, es mucho más difícil que antes determinar las
áreas en las que quieres actuar para sentir que puedes cambiar el mundo.
Vicuña: Es verdad, la gran justificación de los jóvenes de hoy es que no tienen verdaderas causas. La autosuficiencia de las nuevas generaciones es algo que te acota en tu metro cuadrado y te vuelve más egoísta. Hoy existe un desencanto real con la política, con el sueño de que es la vía para cambiar las
cosas.
Para muchos jóvenes de 18 años, esta película puede ser como un cuento de marcianos lejano al Chile actual.
Vicuña: Yo me sorprendo todavía con la ignorancia. Y me siento parte de ella, porque cuando comenté este episodio con mis cercanos me di cuenta de que mucha gente no tiene idea de lo que pasó. Sabemos cosas a grandes rasgos, pero de este episodio tan claro y simbólico no sabemos nada. Es una experiencia anecdótica pero muy significativa, porque está llena de matices que marcaron la vida de nuestro país.
LA IMPORTANCIA DEL LLANTO

Sergio, usted ha dicho que nunca lloró en la isla.
Bitar: No sé por qué no lloré. Frente a experiencias críticas uno se conoce y reacciona de manera inesperada, se descubre. Éramos un grupo y teníamos que resistir apoyándonos mutuamente, sin dar muestras de debilidad, manteniéndonos íntegros para salir vivos.
Vicuña: Tiene su lógica, es verdad, pero es difícil entenderlo, sobre todo en la dureza del contexto, con el contraste cruel de la belleza del paisaje y la realidad de lo que estaban viviendo. Para filmar la película viajamos en la misma fecha, en septiembre, y me costó asimilar la situación. Si bien como actor tengo que jugar mi rol en la película, me emocioné muchísmo y me costó contenerme… Y, compañero, tengo
algo que decirte: rompí la regla.
Bitar: ¿Rompiste la regla? No me lo habías contado…
Vicuña: Es parte de la libertad de crear… Hay una escena en la que lees una de las cartas de tu mujer, la hicimos una mañana, en un momento de mucha emoción… No pude contenerme y me salieron unas lagrimitas. Fue una libertad totalmente de mi autoría. Es cierto que con la película queremos acercarnos a un hecho histórico, pero esto es cine y a veces las escenas agarran vuelo poético propio.
Bitar: Quiero aclarar que esto de no llorar no se dio porque yo fuera muy macho. Después de isla Dawson quedé con una sensibilidad muy profunda y hoy, con mucha frecuencia, se me van las lágrimas a los ojos cuando enfrento situaciones de dolor o injusticia.
Benjamín, has dicho que te llamó la atención la historia de amor, ¿por qué?
Vicuña: Como actor, uso experiencias propias que me hacen eco. Me identifiqué profundamente con la historia de amor de Sergio y su mujer, y con la relación con sus hijos que, en ese momento, eran chiquititos. Guardando las proporciones, yo también estuve en Dawson un montón de semanas, sin teléfono para comunicarme con mi familia. Situaciones así de domésticas me ayudaron a acercarme al drama. Y no me refiero al drama conspirativo, sino que a cosas sencillas, como extrañar, amar profundamente y no saber si volverás vivo. Por eso, Sergio, me llama profundamente la atención que sigas en la política, sobre todo construyendo el país de la mano de los que fueron tus antagonistas en una época de mucho dolor. Igual que la Presidenta, que perdió a su padre y fue capaz de perdonar. Eso es lo que muchos chilenos valoramos. Es complejo, pero… ¿Se puede hablar de perdonar? ¿Tú perdonaste?
Bitar: Me lo he preguntado muchas veces. El perdón es personal y ocurre cuando alguien te lo pide. Yo no he perdonado lo que ocurrió, pero lo he superado para que no ocurra más. Estoy dispuesto a acercarme y trabajar con aquellos que estuvieron en una posición distinta. Piensa tú que en el Senado,
a diez metros de mi asiento, estuvo Pinochet, a quien yo considero responsable de la muerte de muchos de mis amigos y de la tragedia mayor que ha ocurrido en el país. Nunca le hablé ni lo saludé y esa situación duró pocos meses, porque después lo apresaron en Londres. Pero lo tuve frente a mí.
Vicuña: ¿Y cómo explicas el emblemático caso del ex compañero Fernando Flores, que estuvo preso contigo en la isla?
Bitar: Me produce un shock. Uno puede distanciarse pero no pasarse para el otro lado. Esto no quiere decir que no haya que conversar con tus adversarios políticos que, en democracia, no son enemigos; al revés, debes entenderte con ellos. Finalmente, cada uno da cuenta ante su propia conciencia.
Vicuña: Pero Flores agarró una bandera bien particular al lanzar el discurso de "Ya chiquillos, no es pa' tanto, miremos pa' delante…".
Bitar: La verdad es que no quiero hablar de eso.
Benjamín, ¿te sentarías, como Sergio, frente al responsable de tus padecimientos?
Vicuña: Por mi forma de ser, no. Aunque primero hay que vivir las situaciones. Me imagino que la actitud de mirar a los ojos y dar la mano es resultado de un proceso de madurez que dura años. Sergio, te quiero preguntar algo: ¿te gustaría ser Presidente?
Bitar: Antes de contestarte quiero saber si serías mi jefe de campaña.
Vicuña: Por supuesto. ¿Entonces?
Bitar: Las dos preguntas y las respuestas están hechas.
INCERTIDUMBRE
Vicuña: ¿No tienes la sensación de que vivimos días raros?
Bitar: Me cuesta reconocer lo que está pasando… Me duele que se den las cosas por sentadas y, al final, se corte por el interés propio. Eso es fatal.
Vicuña: Hacen falta líderes, las encuestas lo demuestran con el descontento de la gente. Se viene un futuro incierto en el que nadie sabe lo que va a pasar y que incluye el término de la Concertación, que mucha gente augura.
Bitar: Es cierto, ésta es la primera vez que los augurios toman estas dimensiones. Aún así, no creo que haya otro periodo mejor en la historia de Chile que estos veinte años de la Concertación, que tenga esta continuidad y que haya llevado acabo transformaciones tan significativas… Pero son ciclos. Hoy, Chile es completamente distinto al de 1990, y comparto tu sensación de incertidumbre. Yo mismo me pregunto para dónde va esto. Ahora yo tengo una pregunta para ti: ¿crees que por hacer esta película te miren de otra manera como actor? ¿Se cuestionará el hecho de que te estés involucrando en posturas políticas?
Vicuña: En el medio teatral hay libertad al respecto. La gente habla libremente de política, sin sufrir los costos que tenía hace diez o quince años atrás. Antes, muchos actores no se vinculaban a un proyecto político porque tenían miedo de perder a parte del público. Con Dawson, isla 10 he tenido un tránsito de madurez frente al tema: he asumido que mis convicciones son reales y que estoy dispuesto a jugármela
por comunicar la importancia de lo que estamos hablando. Tengo un cariño real por mi país y esta película es un aporte, se mire por donde se mire.
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