Cuarentena en imágenes: “Superé un amor que me tenía triste y planifiqué el irme a vivir a México”
Invitamos a distintas fotógrafas y fotógrafos a retratar su nueva realidad cotidiana durante la cuarentena. Esta es la mirada de Daniela Paz.
“Hace casi dos años que vivo sola, pero hace un año encontré a Zucarita, una perrita que ha sido pura alegría en estos días. No mentiría al afirmar que me ha ayudado a mantener cierta estabilidad emocional en medio de todo lo que ha pasado.
Desde que renuncié a mi último trabajo, en febrero, con planes que la pandemia se encargó de sabotear, todos mis días son distintos. Me levanto y entreno, luego saco a la Zuca, regreso a cocinar y me pongo a trabajar o invento que hacer.
Creo que he tenido una cuarentena tranquila. Al borde de sentirme afortunada por cosas tan simples como el poder sacar a mi perrita a pasear o por tener la feria a tres cuadras de mi casa. El ritmo del encierro es algo que vengo entrenando desde pequeña, en mi barrio no había personas de mi edad por lo que me mantenía dibujando, estudiando o jugando nintendo. De modo que estar todo el tiempo en casa no me molesta.
He tenido tanto tiempo para pensar, que he estrujado todas las emociones posibles y con ello he aprendido muchísimo. Superé un amor que me tenía triste y planifiqué el irme a vivir a México, por lo que migraré en plena pandemia.
En estos momentos, me ha invadido la sensación de que he estado haciendo lo correcto este último tiempo y he tenido la oportunidad de agradecérselo a mi yo del pasado. No puedo negar que la incertidumbre a ratos me angustia, pero imagino que es natural. En tiempos de cambios como estos, lo normal es sentirse fuera de lugar, cuestionarnos en qué estábamos, qué estamos haciendo ahora y que pretendemos para el futuro.
Extraño andar en bicicleta por la noche, ir a boxear y, sobre todo, salir con mis amigas y amigos. Por suerte mi familia es pequeña y he podido ver a mi madre y a mi abuelita a la que voy a visitar de vez en cuando a Lo Prado. Atravieso Santiago en bicicleta desde el Centro, solo para ir a almorzar con ella y regresar a casa.
Ella es todo, tanto así, que termina siendo el pegamento que une a toda la familia. Pienso que nunca podré retribuir todo lo que ha hecho por mí. Fue ella y mi tata quienes me criaron mientras mi mamá iba a trabajar, por lo que esa deuda es impagable.
Durante la vida me enseñó que el cariño podía también expresarse con la comida y lo hace hasta el día de hoy esperándome a almorzar con un plato de legumbres y fritos de manzana, que nunca me quedarán tan ricos como a ella. Ahora que me voy de viaje, sin tener certeza de si volveré o cuándo, me pesa imaginar que quizás regrese cuando ella ya no esté. Pero sé que es parte de la vida y ya no puedo inmovilizarme por eso.
Tomar once en su casa es como una bandera blanca, ahí no hay problemas ni discusiones. Todas adoptamos una postura neutra en pro de disfrutar ese momento. Mi abuelita me dejó la costumbre de tomar el té como herencia. Mientras que mi mamá siempre era quien ponía lo extra, haciendo pizza, comprando pasteles o en tiempos más difíciles, mantequilla, paltas y cecinas más caras cuando se podía.
Daniela Paz (@medicenofe) está viviendo su cuarentena en un departamento en Santiago Centro. Usualmente viaja a Lo Prado a visitar a su abuela.
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