Cuatro libros de escritoras chilenas nominadas al Premio Nacional de Literatura 2020 que hay que leer




“Las puedes contar con los dedos de una sola mano”. Con esa frase el colectivo de autoras chilenas Auch! comenzó hace algunas semanas una campaña que busca visibilizar la “discriminación histórica que ha negado el debido reconocimiento al aporte de las escritoras chilenas”. El Premio Nacional de Literatura se creó el año 1942, se ha entregado en 54 ocasiones de las cuales solo 5 lo han recibido mujeres: Gabriela Mistral (1951), Marta Brunet (1962), Marcela Paz (1982), Isabel Allende (2010) y Diamela Eltit (2018).

Según Montserrat Martorell, periodista, escritora, académica universitaria y parte del colectivo, “la historia del mundo fue escrita por hombres y a nosotras se nos relegó, con insistencia bruta, a la vida doméstica, a la maternidad, a la familia. Simone de Beauvoir decía que el ser humano tenía que huir de las definiciones. Que fuera la libertad nuestra sustancia. Las mujeres durante gran parte de la vida no tuvimos otra chance, otra alternativa, otra posibilidad. Nuestra historia está escrita con letras invisibles que se han ido mostrando con los años en una sociedad que ahora, más que nunca, exige reconocer esa huella”. Dice también que no existe algo como que las mujeres no estuviéramos escribiendo. “Mucha de la tradición literaria se perdió. Aquí y en todas partes. Qué contemporánea se me hace Virginia Woolf cuando dice que durante la mayor parte de la historia ‘Anónimo era una mujer’.

Viviana Ávila, escritora, profesora, académica universitaria y también parte del colectivo hace alusión a la importancia de los referentes. “Recuerdo de niña haber estado en constante búsqueda de referentes, puesto que, en pleno desarrollo y crecimiento, una comienza a buscar cómo ser, a quién seguir, a quién extraerle ese poquito de identidad que quería absorber en mi persona. Con mi hermano jugábamos a ser tenistas y yo creía que siendo Andrea Gasi (que, en realidad era Andre Agassi, hombre) podía ser una tenista famosa y reconocida ahí en el escenario de mi patio de la infancia, la transformaba en mujer a través de mi acto performático de tomar una raqueta de playa y pegarle a la pelota. Pero en la televisión no hablaban sobre las mujeres. Entonces, quise ser hombre. Deseé ser hombre, qué me importaba a mí que se me vieran los calzones, daba lo mismo si lo que yo quería era ser Indiana Jones, como esa película protagonizada por un hombre, pero con nombre de mujer si terminaba con a, qué mayor evidencia necesitaba. De ahí que las referentes sean esenciales en la vida, no solamente de las niñas, sino para les niñes. Más aún los culturales, mirar hacia ellas y ser como ellas, aprender de ellas; de sus versos, de sus posturas, de sus modos de ver la vida”.

Partamos por casa

Entendiendo la deuda histórica que tenemos hacia las escritoras chilenas, le pedimos al colectivo Auch! que recomiende un libro de cada una de las candidatas al Premio Nacional de Literatura este año. “En todo este tiempo hemos visto a muchas escritoras talentosas y merecedoras del premio que murieron sin recibirlo. No queremos seguir presenciando cómo se desvaloriza la creatividad de las mujeres. Este año que se premia la poesía, decimos fuerte y claro: ¡Hay poetas y son mujeres!”, dicen.

La bandera de Chile, de Elvira Hernández

Recomendado por Viviana Ávila

“Elvira Hernández, escritora de la resistencia en plena dictadura. Enfrentándose incluso a la muerte, escribe La bandera de Chile, cuya vigencia está más viva que nunca en este Chile que duele cada día: “Una ignorancia padre ama a la Bandera de Chile / no importa ni madre que la parió / se le rinden honores que centuplean los infalibles / mecanismos / incipiente la Bandera de Chile allí / cien doscientos novecientos / no tiene en otros el territorio de sus propios eriazos / no tiene en otros el fósil de su olla común / no tienen no tienen / hasta decir so de colores andrajos / no tienen no tienen no son / La Bandera de Chile se parte en banderitas para los niños / y saludan”.

Misión circular, de Rosabetty Muñoz

Recomendado por Montserrat Martorell

“Rosabetty Muñoz, una poeta que sabe ponerle nombre a la resistencia, a las luchas, a los pueblos originarios, a las regiones, al tiempo. Es una escritura simbólica, austera, de relieves, de naturaleza, de vidas y muertes que encierran nuevos y viejos paisajes. Es una escritura íntima, exacta. De mucha luz, de mucha honestidad, de mucho recogimiento: “Aparecen imágenes, caballos pintos / esquinas lluviosas, niños voladores y tu hermosa cabeza inconclusa”. Leo a Rosabetty e ingreso a un mundo personal, a realidades que conocemos, a mundos rurales que se abren impetuosamente. Me quedo con este verso: “A veces somos el mismo globo roto /en mitad del universo. Un volantín sin hilos y sin niño”.

Naciste pintada, de Carmen Berenguer

Recomendado por Catalina Muñoz

“Este texto se enmarca en el cierre del siglo pasado y avista síntomas que estallan en nuestro presente. Es un escrito que adopta varias voces mediante la crónica, la poesía, el pastiche y el collage, describiendo paisajes nocturnos, símbolos kitsch de la ciudad capital y pasajes escabrosos de la historicidad local: un manifiesto sobre la violencia en la escritura y los cuerpos femeninos. Este escrito está estructurado en tres partes: casa cotidiana, casa de la poesía y casa inmóvil, triada que nos muestra varias perspectivas de la vida, experiencias y campos de acción de las identidades de femeninas”.

Causas perdidas, de Teresa Calderón

Recomendado por Ana María del Río

“Pequeñas plataformas de lanzamiento son los poemas de Teresa Calderón en Causas Perdidas. En ellos, Calderón se lanza, irreverente sobre las grandes palabras, los pilares de la vida oficial, política, social, legal, etc. El libro está dividido en tres partes: Causas perdidas, un día es mucho tiempo y suspensión de hostilidades. Todos sus títulos tienen una connotación oficial, están entronizados por un lenguaje utilizado en la sociedad. Esta impersonalidad de los títulos se teje poderosamente contrapuesta a la intensa singularidad de su palabra poética. Así, el lenguaje oficial –espejo de patriarcado– se ve desentronizado suave y violentamente por esta lengua que se ríe de las expresiones inamovibles de nuestra lengua”.

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