Daniela Espinoza, comunicadora: “He conocido a mujeres tremendamente destacadas en lo que hacen, y nunca las he oído mencionar en ninguna parte. Y eso tiene que cambiar”




Cuando Daniela Espinoza (@danicomunicadora), periodista y CEO de la Escuela de Videocomunicación Online, EVO, comenzó con su emprendimiento que buscaba capacitar a personas para que pudieran comunicar y enfrentarse a una cámara sin miedos, se dio cuenta de que existía una gran brecha de género en la manera en que hombres y mujeres se enfrentaban a las entrevistas, a las cámaras o a un público masivo. “Hay un montón de datos que dan cuenta que las mujeres se muestran y hablan menos que los hombres”, cuenta.

Parte de la premisa que como sociedad no conocemos el liderazgo femenino. “Tenemos la idea de que la mujer es más acogedora, trabaja más en equipo, es más comprensiva. Esto viene de un aprendizaje cultural porque a las mujeres nos han criado así: un poco al servicio de otros. Por eso es que necesitamos conocer cómo es realmente el liderazgo femenino. Y es que aún son pocas las que están en posiciones de poder, y las que están, probablemente tuvieron como referentes a hombres, por lo tanto tienen un liderazgo bien masculinizado y además, esas poquitas suelen estar más calladas que los hombres”, dice. El problema –agrega– es que en comunicación lo primero que enseñan es que aquello que no comunicas, no existe, y esto es lo que está pasando con algunas mujeres. “En este tiempo he conocido a muchas, tremendamente buenas y destacadas en lo que hacen, y nunca las he oído mencionar en ninguna parte. Y eso tiene que cambiar”.

Fue así como Daniela comenzó una “cruzada” por visibilizar el talento femenino y por hacer que más mujeres sean referentes en todas las plataformas. De hecho en esta semana realizará uno de sus entrenamientos gratuitos, online, para mujeres que busquen atreverse a hablar y contar sobre lo que están haciendo.

Hay un un estudio realizado recientemente en la Universidad de Cambridge que informó que las mujeres hablamos un 75% menos cuando estamos en un espacio de deliberación mixto. ¿Desde ahí ya hay una brecha?

Esto comienza desde la infancia. Uno lo ve en las niñas que cuando están en espacios familiares, en grupos más íntimos, son extrovertidas, pero cuando salen de ahí, les cuesta más. Esto se ha estudiado y hay una investigación en particular que da cuenta de cómo el género influye en la percepción de la intelectualidad de cada uno. Los resultados demuestran que hasta los 5 años, los niños y niñas no tienen idea de las diferencias de género, pero a partir de los 6 o 7 empiezan a ver estas diferencias y las mujeres, desde esa temprana edad, ya comenzamos a sentirnos diferentes, como ciudadanas de segunda clase, y también menos inteligentes que los hombres. ¡A los 6 o 7 años!

Otra investigación muestra que los profesores tratan a los niños como genios y a las niñas como esforzadas; se les atribuye el esfuerzo y no la genialidad innata. Y esto se perpetúa, entonces después tienes a mujeres adultas que creen que tienen que ser ‘luchonas’ y se sobrecargan por eso. Los hombres, en cambio, no tienen que luchar así, ellos, según como han sido criados, creen que son inteligentes. Y además de esto, una niña hoy abre un diario, ve una revista, prende la televisión o ve las redes sociales y sigue sin encontrar tantas referentes femeninas.

¿Cuál es el rol de la comunicación en la creación de referentes?

Es esencial. Hace algunas semanas el Foro Económico Mundial dio a conocer las cifras para cerrar la brecha de género y son 132 años. Y creo que la comunicación puede acelerar este proceso. En niñas o adolescentes, el entorno influye radicalmente en las decisiones y cómo te imaginas. Yo, por ejemplo, crecí en los ‘90 en una familia donde las mujeres siempre fueron fuertes y me dijeron que podía hacer lo que quisiera. Pero de qué me servía si nunca vi que hubiesen espacios para mí, no crecí con mujeres presidentas, ni con muchas mujeres referentes. Y eso es lo que les pasó a muchas que hoy no se creen el cuento a pesar de ser profesionales destacadas y que pueden perfectamente ocupar un rol de liderazgo en sus áreas.

¿Por eso te dedicaste a prepararlas?

Partí preparando a hombres y mujeres, pero en el camino tomé la decisión de trabajar sólo con mujeres porque me pasaron cosas como que cuando las hacía jugar a que les hacía una entrevista en televisión, con lo primero que me encontraba, a diferencia de los hombres, eran las inseguridades relacionadas al estándar físico que las mujeres debemos cumplir. Cuando le hacía el ejercicio a los hombres, a ellos les daba lo mismo cómo se veían, salían a hablar igual. Ahí ya está el primer freno. Uno que podríamos comenzar a sacar hoy y no en 132 años, porque hoy tenemos a niñas sentadas frente a la televisión que podrían encontrar a una mujer hablando de cualquier tema y ellas decir ‘No tenía idea que esa era una opción para mí como mujer’. La idea de esto es que a través de la comunicación podamos inspirar a otras mujeres.

¿Dices entonces que, tan necesario como abrir más espacios para mujeres en rubros masculinizados, es comunicar que lo estamos haciendo?

Existe un imaginario de que las mujeres somos muy habladoras, que no nos callamos nunca. Y quizás sí pasa que hablamos más, en un entorno chico, con nuestra familia o amistades. Pero en Estados Unidos hicieron un estudio interesante, pues había una queja generalizada de que cuando se hacían juicios orales y llamaban a mujeres a declarar, hablaban demasiado. Por eso midieron la cantidad de tiempo y se dieron cuenta de que hablaban igual o menos que los hombres, pero sus intervenciones eran más largas porque se les interrumpía constantemente para justificar lo que decían o repetirlo. Doy este ejemplo para decir que es necesario derribar esos mitos y comenzar a mostrar un liderazgo femenino, y para eso, la comunicación es clave: ver en los medios a mujeres que hablen de temas interesantes (y que no se les interrumpa), leer en diarios a expertas, ver a emprendedoras que pueden pararse frente a una cámara y contar de su proyecto para inspirar a otras. Y existen herramientas para mejorar esa comunicación.

¿Cómo cambia la carrera de una mujer que logra comunicar?

Me ha tocado conocer a mujeres que vienen con malas experiencias: que no se sintieron seguras frente a una cámara y eso las hizo tartamudear, o equivocarse; que luego de verse en la pantalla no se gustaron y no quisieron aparecer más, y otras cosas. Entonces hacemos un trabajo para que ellas se auto valoren, sus conocimientos, su visión de mundo, sus aprendizajes y se sientan orgullosas de eso, y no menos. Que no se escondan, porque las mujeres nunca nos sentimos suficientes. Muchas me dicen ‘Es que no tengo posgrado’, ‘Es que no estudié’. Siempre creemos estar al debe. De hecho esto también se ha comprobado, que los hombres cuando postulan a un trabajo, de un listado de diez aptitudes requeridas, con que tengan una, ellos ya se sienten capacitados para postular. Sin embargo las mujeres si no tenemos una, no postulamos. Por eso es necesario también trabajar la seguridad, la comunicación, la capacidad de pararnos al frente y decir, ‘soy seca’, ‘soy suficiente’. Eso se hace con técnicas. Y lo que he visto es que la autoestima de esas mujeres comienza a mejorar, que es algo que no tenía pensado; me han dicho que ahora se ven al espejo de una manera distinta, que tienen menos miedo y que, incluso algunas, conversan con sus maridos de una manera distinta.

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