Decidimos adoptar: “Si Dios o el universo nos puso la prueba de no ser padres biológicos, es porque nos tiene preparado algo mejor”




A Francisco, mi marido, lo conocí al empezar la pandemia en 2020. La verdad ya no tenía esperanza en encontrar a la persona que siempre había soñado como pareja, llevaba muchos años soltera. Las cosas con él siempre se dieron fáciles, nunca tuve que pedirle nada, todo se daba de forma natural. Después de un par de meses de relación ya estábamos viviendo juntos y al año, decidimos tener hijos. Me realicé chequeos previos y los resultados no fueron para nada alentadores: me diagnosticaron una endometriosis profunda junto con una reserva ovárica bajísima para mi edad (31 años en ese momento).

Mi ginecóloga me dijo que debía ir a un especialista en fertilidad. Yo, en mi deseo de ser madre, seguí todas las instrucciones que me dieron, me hice muchos exámenes y cuando estaba en ese proceso, Francisco me pidió matrimonio. Acepté con el corazón, pero no miento que me surgió el temor de estar equivocándome otra vez, como ocurrió en relaciones anteriores en las que hice de todo para que resultaran.

A medida que avanzábamos en los estudios sobre la endometriosis, quedé embarazada. La alegría solo duró un par de semanas, ya que tenía un embarazo ectópico. La verdad es que en ese momento a los dos se nos desmoronó el mundo, sobre todo a mí. Entré en un estado depresivo que me pegó muy fuerte. Si salí adelante, fue gracias a Francisco. Nunca olvidaré cuando llevaba semanas en cama solo llorando, no daba más de la pena, hasta que un día él no dio más y llorando me dijo que estaba desesperado, que no sabía qué hacer conmigo, que por favor lo ayudara. Fue ahí cuando reaccioné y me dí cuenta de que tenía que salir adelante, no sólo por mí, sino por lo dos. Esa incondicionalidad hizo que se acabaran mis miedos y tormentos del pasado; reafirmé que éste era el hombre de mi vida. Así que decidimos casarnos de todas formas, sabiendo que se nos venía un largo camino de tratamientos de fertilidad.

El 01 de marzo del 2022 viajamos los dos solos, pues decidimos casarnos en Cancún. Para mí fue un sueño hecho realidad, queríamos que fuera un momento íntimo y especial para los dos. No queríamos estar pendiente de los invitados, ni de la comida, sólo los dos.

En México supimos de la diosa Ixchel, que es la diosa de la fertilidad. Existe un santuario de ella en la isla Cozumel, y la verdad ni lo pensamos. Arrendamos una moto y partimos emocionados con mucha fé. Coincidió que no había casi ningún turista. Llevamos unas ofrendas de flores y tomados de la mano, le pedimos que nos ayudará a ser padres. La energía que había en ese lugar era tan potente que hizo que los dos lloremos abrazados pidiendo un hijo.

Dos semanas después de haber regresado a Chile, me llamaron los médicos del hospital para decirme que estaba seleccionada y que podría empezar mi tratamiento de estimulación ovárica. Si todo salía bien, posteriormente a eso se realizaría la transferencia de los embriones. Inmediatamente pensamos en que la diosa Ixchel estaba haciendo de las suyas.

Somos de región, así que me tuve que ir tres semanas a Santiago en primera instancia. Perdí la cuenta de la cantidad de inyecciones con hormonas que me pusieron y de todas las ecografías me tomaron. Logramos dos embriones, pero la transferencia de estos se suspendió tres veces. Primero por unos miomas que se agrandaron por el tratamiento hormonal, después por otras razones. La verdad es que es que fue un proceso largo y desgastante: idas y venidas a Santiago, rezos, meditaciones; con Francisco cambiamos la alimentación, en fin, pusimos el alma y corazón, hasta que llegó el anhelado momento de la transferencia de mis dos pollitos.

Otra vez tocaba esperar. Pasadas dos semanas tuvimos que hacer la primera beta para saber si estaba embarazada. Nunca olvidaré ese 02 de noviembre de 2022, cuando el resultado fue negativo. Francisco me fue a buscar a mi trabajo y al momento de vernos nos abrazamos y lloramos como dos niños desconsolados. No entendía el por qué, sentí rabia contra el mundo.

Hoy con mayor tranquilidad, no lo vemos con esa rabia pero si tenemos pena. Aún estamos de duelo, sanando. Dudo que volvamos a intentar un tratamiento de fertilidad, porque no queremos volver a pasar por todo esto, y porque no creo que mi reserva ovárica lo permita. Así que tomamos la decisión de adoptar. Y es que queremos darle sentido a lo que nos ha pasado. Deseamos tanto entregar amor a un niño, qué mejor que hacerlo con alguien que lo necesita mucho. Creo que nuestro amor puede sanar cualquier herida y algo que me di cuenta con todo esto, es que no quiero un hijo solo para vivir un embarazo, a nosotros nos interesa tener un hijo de la forma que sea. Puede que no sea la convencional, pero si Dios o el Universo nos ha puesto esta prueba, es porque nos tiene preparado algo mejor.

Creo que pocas veces las cosas me han resultado a la primera y conocer a Francisco fue eso. Tengo el lujo de vivir un amor hermoso, sano; de tener un compañero de vida que me ha visto en mis peores condiciones y aún así, sigue a mi lado. Muchas parejas por situaciones así se separan, pero nosotros nos hemos unido mucho más, tanto que el próximo 01 de marzo del 2023 nos volveremos a casar pero ahora por el civil en Chile con la familia. Nos volvemos a elegir a pesar de todo lo que pasamos.

Nicole Hernández es lectora de Paula y tiene 33 años.

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