El dilema de Instagram como principal fuente de información

Hace dos meses la plataforma digital hizo una modificación en sus herramientas, que hasta el momento ha aplicado únicamente en nuestra región, y que impide que los usuarios compartan contenido subido al feed en sus historias. Según la aplicación, la determinación fue tomada en base a la demanda de los mismos usuarios, pero no queda del todo claro por qué. Esta polémica nos lleva a cuestionarnos qué uso le damos a esta red social y de qué manera ha penetrado en nuestras vidas, convirtiéndose en una de las principales fuentes de trabajo e información para muchos.




Hace casi dos meses Instagram eliminó la posibilidad de compartir publicaciones del feed -nuestras y de terceros- en las historias. “Estamos probando un cambio en la manera de compartir contenido en las historias”, decía el escueto texto que compartió la red social para anunciar el cambio que hasta la fecha se ha aplicado únicamente en nuestra región, detallando que la “prueba” se debía a las mismas opiniones de los miembros de la comunidad.

La noticia no fue bien recibida por los usuarios, especialmente emprendedores, quienes utilizan esta red social como principal fuente de difusión de sus negocios y se benefician de esta herramienta para maximizar sus canales de divulgación. Asimismo, hay quienes acusan a la red social de coartar la libertad de expresión al limitar la posibilidad de compartir información de uso público. Compartir contenido había sido hasta ahora de las formas de organización más utilizadas por diferentes grupos sociales que buscan en la aplicación una manera de divulgación y crear comunidad, y que ahora ven restringido su discurso.

Según señala el cientista político Nicolás Freire, director del Observatorio Política y Redes Sociales de la Universidad Central, “las redes sociales, como plataformas digitales privadas, han llegado a ocupar una relevancia pública. Estas nuevas restricciones en Instagram dan cuenta de eso, debido a que en ellas se dan conversaciones, intercambios y dinámicas de interés público, por lo que existe una intención de regular que es superior al individual, al de una empresa o negocio privado. Lo que hoy ocurre en Instagram, pasó antes en Twitter, cuando se limitó la publicidad electoral o política, y en Facebook cuando se abrió la transparencia de quienes financiaban determinadas publicidades”.

Según Freire, en su momento fueron los medios de comunicación los que captaron los ojos de la política, las empresas o aquellos que buscaban utilizar estos medios para transmitir información, organizarse y formar opinión. “Actualmente son las redes sociales las que se convierten en un espacio atractivo. Más aún, luego del estallido social y la digitalización forzada por la que hemos pasado este último año producto de la pandemia”. Sin embargo, el impacto que ha tenido esta modificación nos hace preguntarnos por qué dependemos tanto de esta plataforma para organizarnos o informarnos.

Instagram ha ido evolucionando con los años y ha cambiando sus herramientas y funcionalidades para ajustarse al nivel de masa crítica que es parte de la red. Una de estas regulaciones, que también fue controversial en su momento, es la forma en que se expone y se comparte el contenido, otorgándole una jerarquía específica a cada publicación y regulando lo que se le muestra a cada usuario mediante un algoritmo. Este funciona de manera diferente para los distintos tipos de publicaciones (post en el feed, historias, reels, IGTV y otros). La plataforma se basa en factores como las relaciones cercanas, las cuentas a las que se sigue, el nivel de uso y los intereses del usuario para proponer el contenido. Con respecto a este último factor, va a depender de las cuentas con las que más se interactúa, las personas que etiquetan y el contenido al que se le pone “me gusta” o un comentario.

“Estas plataformas quieren tu tiempo y tu atención, y un incentivo muy grande es que tú mismo escoges lo que quieres ver y cómo te quieres presentar a los demás. Si paso todo el tiempo ahí, eso provoca que uno se acostumbra a ver el mundo a través de lo que te muestra la red social, lo cual tiene que ver con tus intereses y contactos, medido por un algoritmo”, cuenta Daniel Halpern, Director de TrenDigital UC. “Si bien no está mal que te informes a través de la red social, el problema es cuando esa es tu única fuente de información. Todos tienen una agenda y se ha demostrado que las redes sociales no son muy buenas para discriminar, por ende se cae mucho en las noticias falsas, sin una fuente de información. Ejemplo de esto es el movimiento anti vacunas que justamente agarra vuelo en las redes. Lo ideal es complementar las fuentes informativas y lo mejor es que a veces ni siquiera necesitas salir de Instagram, porque los mismos medios de comunicación están en la plataforma”.

La educación digital es, sin duda, un eje importante para considerar en el contexto actual. Más aún, luego del nivel de penetración que han tenido las plataformas digitales en estos meses de pandemia y América Latina es la región que lidera el uso de éstas. Según las tendencias que reveló Hootsuite en 2020, si bien el uso de internet en nuestra región (71,5%) es menor al de Europa (87,2%) o Norte América (90,3%), el uso de las redes sociales ha permeado intensamente en Centroamérica (84%) y Sudamérica (83%), por sobre Europa (62%) y Norte América (82%). Asimismo, según cifras de Statista, Chile lidera el uso de las redes en la región con un 79% de la población, seguido por Uruguay (78%) y Argentina (76%). Y según el informe Digital News Report 2020, el 80% de los chilenos utiliza Facebook y WhatsApp, un 73% ocupa Youtube, un 55% Instagram y un 31% Twitter. “No es curioso que este tipo de regulaciones se den en esta zona en específico, dado que somos uno de los lugares del mundo donde más se usan las redes sociales”, dice Freire.

Por otra parte, si consideramos que las redes sociales son espacios públicos que generan un interés político, también puede resultar necesario observar lo que pasa en ellas. “Se ha comenzado a utilizar estas plataformas como herramientas para la acción política, lo que no necesariamente se vincula a campañas, también pueden haber otros intereses como hoy vemos con los anti vacuna. Esto puede distorsionar la realidad o fomentar un determinado tipo de realidad”, dice Freire. “Esto evidentemente nos está llevando a pensar en la legislación de estos contextos digitales y en cómo normar el comportamiento dentro de ellas. Hasta ahora son espacios auto gestionados, donde las mismas plataformas son las que, con actualizaciones como la que hizo Instagram, buscan regular el comportamiento de los usuarios. Es una toma de conciencia del rol público que tienen. Esto limita acciones de las empresas que utilizan estas redes sociales para expandir su mercado, lo que, si bien es legítimo y fácil, la red social se dio cuenta que en algunos casos bajo ese uso y costumbre, se pueden incurrir en otras lógicas que no sean beneficiosas para los usuarios”, agrega.

Lo que en una línea resulta como una limitación en el contexto de la desinformación que se propaga por las redes sociales y el uso, en casos abusivo, que le dan las empresas para maximizar su negocio a través de la plataforma, también contempla un deterioro del espacio de organización política legítima que se desarrolla a través de la aplicación. Sin embargo, estas plataformas funcionan con departamentos regionales que están obligados a responder a las normativas de los distintos países en los que operan. Así fue como en 2018 se vieron obligadas a cambiar luego de que Europa lanzara un reglamento de protección de datos. “En el caso de Latinoamérica, como no hay tantas normativas, lo que ocurre es que las plataformas se adelantan a la difusión política y terminan adoptando medidas como la de Instagram, que tienen que ver con darse cuenta que existen ciertas funcionalidades que pueden condicionar entornos electorales”, señala Freire.

En nuestro país se han presentado varios proyectos con el objetivo de regular las fake news o delimitar el discurso de odio en las redes sociales. Sin embargo, todavía no existe una ley en esta materia. “Falta una marco legal que parta por comprender que las redes sociales actualmente constituyen un espacio de interés público, independiente de que sean de propiedad privada. Existen dos casos particulares en que esto sí se ha dado: el caso Francés, donde se regula a partir de sanciones el espacio digital, y el caso Mexicano, que pone énfasis en el Laissez-Faire y en la educación cívico digital. Esto, en el entendido de que es muy difícil regular el espacio digital. Yo creo que es más fácil dirigirse a regular la acción, que a regular el territorio”, dice Freire.

Si bien la movida de Instagram iba en línea con regular el territorio, esta modificación trajo un sinnúmero de cuestionamientos hacia la misma plataforma y hacia nuestro comportamiento dentro de ésta, que en algunos casos específicos puede develar una cierta dependencia. “Tiene que existir un complemento en todo, incluso en Instagram. Hoy la gente tiene una cultura digital muy grande, pero falta educación digital que oriente en cuanto a cómo actuar dentro de los espacios virtuales y cómo informarse”, concluye Daniel Halpern.

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