El hombre que construye a mano una catedral
Desde hace 40 años Justo Gallego, arquitecto autodidacta, construye él solo una catedral en Mejorana, un pueblito cercano a Madrid, España. Aunque lo han tomado por loco, también se ha vuelto un ícono pop que participa de la publicidad de un agua mineral para juntar fondos para su obra. Hoy tiene 88 años y, aunque puede que la vida no le alcance para terminar su obra, él no pierde la fe.

Paula 1137. Sábado 14 de diciembre de 2013.

Cuando llega la primavera a Mejorada del Campo, un pueblo que se encuentra a 15 kilómetros de Madrid, sus solares se repletan de zapallitos italianos y tomates formando un corredor pródigo de hortalizas y legumbres. En medio de esa naturaleza contenida, Justo Gallego Martínez agradece a la Virgen del Pilar que le haya dado un año más de vida para avanzar en la construcción de la catedral que, desde hace más de 40 años, erige solitario en su homenaje.
Justo nació el 20 de septiembre de 1925. Es el tercer hijo de Félix Gallego y Atanasia Martínez, agricultores de profesión. En 1936, cuando comenzó la Guerra Civil, su familia, por ser católica observante, sufrió un simulacro de fusilamiento. Después de este incidente, murió su padre. Y Justo, a los diez años, tuvo que abandonar el colegio para ayudar a su madre en la crianza de vacas y ovejas. Entre sus obligaciones diarias estaba la de ir a Madrid a vender leche. Allí, según él, "Dios lo pilló volando bajo y lo secuestró". Su vocación religiosa le surgió de las entrañas y entró al convento de clausura del Císter, en Santa María de Huerta, donde permaneció hasta que la tuberculosis lo obligó a dejar la vida monacal. Fue entonces que comenzó esta gran obra que ha construido a pulso, con escasísima ayuda, pero que quizás no alcance a terminar. Ya cumplió 88 años.
GALLEGO Y GAUDÍ
Cada mañana Justo se levanta solo con el fin de terminar su ofrenda. "Si no, no saldría a la calle", dice convencido. A las ocho de la mañana parte su jornada y vuelve a su casa cerca de las seis y media de la tarde. Al mediodía, como único almuerzo, toma una sopa que contiene una zanahoria, una cebolla, y un pedazo de zapallo, cocidos. Después, fruta y agua. Según él, "la gula es la más dañina de los pecados capitales. La que enciende a todos los demás".
La catedral se encuentra en pleno centro de Mejorada, en la avenida Antonio Gaudí, el arquitecto catalán que emprendió, como él, la construcción de la Sagrada Familia de Barcelona. Se erige en un sitio de 4.740 m², donde antes había un barranco inmenso que heredó de sus padres. Hace medio siglo, el sitio valía unos mil euros de hoy, cuando Mejorada era una aldea campesina. Ahora vale más de un millón.
A diferencia de Gaudí, Justo no es arquitecto. Es autodidacta. No sabe nada de construcción ni de arquitectura. No tiene siquiera estudios primarios. Dice que todo se le aparece en la cabeza. Aunque, si se le apura, confiesa haber hojeado libros de catedrales y castillos.
"Todo hombre puede hacer maravillas, solo hay que tener un ideal", dice mientras acarrea parte de un andamio. Comenzó su hazaña arquitectónica cuando tenía casi 40 años. Al preguntarle si se inspiró en el autor de la Sagrada Familia, contesta indiferente que constructores de catedrales hubo miles en la historia de la Iglesia y que cientos de ellos dedicaron toda la vida a una sola obra. Justo construye su catedral para honrar a la Virgen y al Creador. "Si no, miren la basílica de Santa María del Mar que fue construida por el pueblo de Barcelona con sus manos", dice.
Es verdad, entre 1329 y 1383, los barceloneses aportaron el dinero y el trabajo necesarios para construir ellos mismos uno de los monumentos más preciados de la ciudad cuya historia es la base del best seller mundial, La catedral del mar, de Ildefonso Falcones. La diferencia con la construcción de esa catedral es que Justo la está haciendo prácticamente solo.
Aunque, a veces le ayuda Ángel López, un chico de Guadalajara, que se convirtió en su mano derecha en cuanto a trámites e intendencia. Ángel se preocupa de tener todas sus necesidades cubiertas, tanto de comida, como medicinas y ropa. A veces también colaboran sus sobrinos y Pablo Cantuel, su cuñado, viudo de su hermana. También algunos voluntarios eventuales como Livio, un inmigrante rumano desempleado. Y uno que otro estudiante, como el muralista Antonio Ángel, que ha pintado algunos frescos para asegurarse un lugar en el cielo.
Antonio Ángel es un estudiante de Bellas Artes, de 25 años, que decidió, con la autorización de Justo, pintar una serie de fantasías místicas en los muros de la catedral. Justo lo llama "el Murillo" y le dio los materiales para que pintara la ascensión de Jesucristo y una escena en que un rey bizantino recibe a una doncella.
Antonio Ángel llegó a la obra, como tantos otros estudiantes de todo el mundo, para ayudar en una causa que le parece asombrosa. Él, en particular, se ha sentido atraído, además, por disponer en solitario de muros gigantes para colorear sus obsesiones.
Cuando todavía le quedaban tierras de la herencia familiar, Justo contrató obreros y les retribuyó con terrenos que le sobraron del sitio que ocupó la catedral. Pero ya no le queda nada con que pagar a ayudantes como Antonio Ángel.
Justo selecciona cascotes, maderas y ladrillos quebrados de las demoliciones y pacientemente los va transformando en murallas, cerchas y escaleras. De hecho, las bases de las columnas de la catedral están cubiertas por envases de productos químicos chinos; los arcos están hechos con neumáticos desechados de autobuses y camiones. La polea con que eleva a las alturas sus materiales la fabricó con una rueda de bicicleta. Hace unos meses, llegaron las puertas de hierro forjado, donadas por un industrial pío y ya baten sobre sus goznes. Recortes de cristales fueron regalados por un vidriero de la zona. Justo las ha puesto intentando que no se cuele el frío.
Justo está poniendo vidrieras rojas y gualdas (amarillo dorado) con pequeñísimos toques de azul, al igual que la bandera española. Sin embargo, precisa, son colores litúrgicos. "El amarillo es la gracia, el rojo el amor y el azul la pureza", dice. Para él, la bandera española ha copiado los colores religiosos.
La catedral se encuentra en pleno centro de Mejorada, en la avenida Antonio Gaudí. Se erige en un sitio de 4.740 m2, donde antes había un barranco inmenso que heredó de sus padres. Hace medio siglo, el sitio valía unos mil euros de hoy, cuando Mejorada era una aldea campesina. Ahora vale más de un millón.
LA HERIDA QUE NO CIERRA
Comenzó su titánica tarea movido por un infortunio. Tenía 36 años y llevaba ocho años en el convento de Soria, cuando la tuberculosis lo tumbó. Al percatarse los monjes de que estaba enfermo, ante el temor de un contagio, fue expulsado de Santa María de la Huerta. Sus compañeros votaron uno a uno su destierro, ejercicio democrático del que nunca se recuperó.
El superior actual del convento, que fue compañero de Justo, dice que en ese tiempo las cosas eran así, pero que igual Justo era un poquito extremo en su comportamiento: ayunaba obsesivamente, mucho más que los demás, y su mente salía a vagar muy a menudo por lugares incógnitos, quedándose por largos ratos a la intemperie, lejano a una estricta cordura.
"Algunos piensan que estoy loco", reconoce Justo. "Otros que soy tonto. También hay unos que me llaman el alucinado. No tienen idea los pobrecillos".
Justo no se deprimió cuando tuvo que irse del convento. Lo tomó como una prueba más que el Señor le puso en el camino. Cree que si hubiera seguido con los monjes de Soria, nunca habría intentado construir una catedral. Fue el 12 de octubre de 1961 en que comenzó a cavar y poner los primeros fierros de su catedral. Tenía claro que no podía pedirle permiso a nadie. Porque no se lo darían. Comenzó a levantar la catedral de Mejorada sin autorización litúrgica de la Iglesia ni de construcción al ayuntamiento.
Los vecinos de Mejorada le hicieron la vida imposible. "Está derrochando la herencia que tanto les costó a sus padres", murmuraban. "Nunca va a terminar semejante proyecto", decían. Sin más, pensaron que se había vuelto loco. Lo insultaron y apedrearon en la calle, incluso.
Para la Iglesia Católica española, la catedral de Justo, a pesar de sus 50 metros de largo, 25 de ancho y los 60 de su torre más alta, es como si no existiera. Florentino Rueda, vicario general de la diócesis de Alcalá de Henares, a la que corresponde Mejorada del Campo, ha afirmado que la obra que construye Justo Gallego no cuenta con las licencias municipales y que nunca fue autorizada por la jerarquía de la Iglesia, por lo que probablemente nunca podrá haber culto en ella. Que aunque se arrodilla ante la fe y perseverancia de Justo, el Obispado no quiere heredar un problema. Por lo demás, piensa que en una diócesis no puede haber dos catedrales.
El ayuntamiento, por su parte, es más tolerante. Ha obligado a Justo a poner carteles que prohíban a los visitantes subir a los torreones. Oficialmente no puede autorizar la obra pero tampoco se atreve a dictar su demolición. Lo que busca es convocar a un comité de expertos que evalúe cómo ha sido hecha, confeccione sus planos, y finalmente legalice su construcción. Pero para ese fin necesita dineros del que el pequeño municipio no dispone.
Al comienzo, el arzobispado y el ayuntamiento hicieron _la vista gorda, pensando que la catedral no pasaría de los _cimientos. Pero ahora es diferente: Justo ha recibido apoyo _económico de ONGs alemanas para terminar el edificio y se ha convertido en una atracción turística. Llegan peregrinos de toda Europa que dicen haber recuperado su fe al conocer la obra de Gallego. Quizás por eso en Mejorada no hay ningún anuncio callejero que indique dónde está ubicada la catedral _de Justo.
La popularidad de Justo creció geométricamente cuando los creativos de la agencia de publicidad Sra. Rushmore lo ficharon hace unos años, por cuarenta mil euros, para grabar en la catedral un aviso de la bebida energética Aquarius. Justo, sobre los andamios, fue el protagonista.

La Coca-Cola, dueña de Aquarius, le construyó, además, una página web para recaudar dinero y así pudiera seguir con la construcción. Le organizó también una red de mensajes por celular: "mande un SMS con la palabra Justo al 5410", se anunciaba, para quien quisiera depositar sus aportes en una cuenta bancaria. A partir de entonces, cuando salió en la tele como un héroe de Mejorada, los vecinos decidieron amarlo y dejó de ser el alucinado para convertirse en un santo.
Maquetas y fotos de la catedral han sido expuestas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, como una obra arquitectónica singular, y Justo ha sido entrevistado por la RAI, Univisión, Channel Four y la Deutsche Welle. El inglés James Logan hizo un documental sobre su vida llamado El loco de la catedral.
La popularidad de Justo estalló cuando lo ficharon hace unos años para grabar en la catedral un aviso de la bebida energética Aquarius. Desde entonces su obra es un destino turístico y la gente de su pueblo en vez de creerlo un loco ha comenzado a amarlo.
"Soy famoso pero no por ser torero o futbolista. Me conocen por estar haciendo una catedral. Los cardenales andan en coches de lujo. Yo ando en bicicleta", agrega.
Gaudí se trastornaría al observar cómo este símil suyo, campesino, fabrica escaleras de caracol con hierro oxidado, estucos con envases de huevos, y esculturas con todo tipo de escombros. Todo lo eleva a experiencia religiosa y funciona. Gaudí le dedicó a la Sagrada Familia la vida entera. Terminó perturbado y viviendo en sus sótanos. En una de sus pocas salidas, fue atropellado por un tranvía y murió abandonado. Justo ya le ha dedicado a la catedral de Mejorada lo mejor de su existencia y no se vislumbra todavía su fin. La ha dejado en herencia al Arzobispado de Alcalá de Henares y ha delegado en Ángel López su confianza para terminar la obra. En el testamento consigna que quien sea el que se haga cargo de proseguir la construcción tendrá que respetar su estilo.
"No hay mejor cosa que hacer algo para el Creador. Solo quiero que me recuerden como un buen cristiano", dice Justo desde la cúpula, subido a una endeble escalera.
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