Hablemos de amor: “Me di cuenta que ya no amo a mi marido”
"Hace unos días me junté con mis amigas de la vida y una de ellas me preguntó cómo lo habíamos hecho con mi marido para sobrevivir a la cuarentena. Ella se separó recientemente y nos contó que agradecía haberlo hecho justo antes de la pandemia, porque no habría podido estar encerrada durante meses con su ex. Otra amiga comentó que este tiempo le había servido para acercarse aún más a su pareja y que habían fortalecido el vínculo. En el fondo, según ella, si de base había amor, todo obstáculo se podía superar. Soltó una risa al darse cuenta de lo cliché de su comentario, pero aclaró que para ella el amor asume distintas formas. Lo único que lo caracteriza, según sus reflexiones, es un respeto, cuidado y admiración recíproca.
Las escuché atentamente durante un rato y limité mi participación a un par de gestos de asentimiento. Pero no pude evitar pensar que para mí, contrario a lo que decía mi amiga, el amor era mucho más que eso. Hay en ese sentimiento y concepto universal un sinfín de posibilidades, por lo que me pregunté si efectivamente se podían identificar dos o tres características claves. Tal vez hacer eso era reducir algo que por esencia no es categorizable ni descriptible.
Y mientras reflexionaba, un pensamiento en particular apareció con mucho ímpetu: Con mi marido llevamos 20 años juntos y nos respetamos y cuidamos mutuamente. También nos admiramos. Todo lo que había dicho mi amiga recién. Pero ya no nos amábamos. ¿Qué era, entonces, lo que faltaba?
Han pasado tres semanas desde esa junta con mis amigas y desde entonces esos pensamientos han estado muy presentes. Creo que fue esa la primera vez en todo mi matrimonio que realmente pude asumir que ya no nos amábamos. O al menos lo puse en duda. ¿Existía aún el amor o hay una predominancia de otros sentimientos que hemos confundido con amor?
Quizás el amor que sentimos el uno por el otro había mutado y adquirido otra forma. Eso es lo que pasa con el tiempo, me imagino. Pero tampoco quiero pensar que esa pasión y ese fervor tan propios del amor se pierden con el tiempo. Por primera vez me di cuenta de que quizás lo que estaba sintiendo era más parecido al compañerismo y a la costumbre. La costumbre de haber pasado tantos años con alguien y no saber cómo llevar una vida distanciados. La costumbre de una rutina, y por sobre todo el miedo a perderla. A lo que viene después, a ese posible vacío.
Y no digo que junto a la costumbre no pueda existir también el amor. Quizás, como decía mi amiga, el respeto y el cuidado sí son características claves, pero no creo que baste solo con eso. Y en este minuto de mi vida, por primera vez, me atrevo a decir que al menos para mí, no es suficiente. Quiero más que eso y quiero sentir que está bien decirlo. Quiero emprender una búsqueda, escucharme y saber que hice lo posible por vivir el amor en todas sus dimensiones y en su máxima manifestación. Amor hacia mí y amor hacia el otro.
Es raro relatar esto, porque de cierta manera valida aún más una sensación que surgió a raíz de unos pensamientos fugaces y poco articulados que aparecieron en una conversación con amigas, pero han agarrado fuerza y me han permitido ver cosas que nunca antes había querido ver. Que estaban pero que evitaba a toda costa, y ahora no puedo seguir evitando.
Pienso que si no hago algo al respecto, quizás pueda transformarse en algo más grande que a la larga solo nos haría daño y ciertamente no quiero eso. Si no hay amor, pero hay otras cosas, ¿se fuerza una relación? ¿Hay un acuerdo tácito que obliga a acompañarnos incluso cuando se ha perdido el amor? ¿O se conversa y se apuesta por otras cosas, con todo lo que eso conlleva?
El día después de la junta con mis amigas le propuse a mi marido que conversáramos libremente respecto a estos temas. La invitación era a sentarse a hablar desde el alma y sin pauta. Simplemente hacer el ejercicio de mirar hacia adentro y tratar de descifrar lo que nos estaba pasando y lo que sentíamos el uno por el otro. Yo le dije que no me atrevía a separarme pero que sentía que ya no lo amaba, aunque no estuviera tan segura de lo que significaba realmente amar a alguien o no. En algún minuto sí lo supe, y por lo mismo le dije que creía que ya no lo estaba sintiendo.
Él me dijo que le pasaba algo similar y que si bien probablemente siempre íbamos a estar conectados, se sentía la carencia de algo. Me dijo: ‘lo que se pierde después de tantos años estando juntos no es el amor, son las ganas de trabajar el amor’.
Y así es. Porque el amor se trabaja constantemente. Pero a veces ya no están las ganas de trabajarlo junto a esa otra persona. Da susto y existen presiones externas que lamentablemente inciden en los procesos individuales de cada cual. También se suele asociar los quiebres amorosos a fracasos, especialmente después de una cierta edad, pero no hay que verlo así. No hay que verlo como algo trágico tampoco. Más bien habría que asumir que a veces se cierran ciclos y se abren otros. Solo hay que permitírselo".
Pilar Quiroz (49) es pediatra.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.