El honor de la teniente Valdés

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En la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la ex oficial de Carabineros Marcela Valdés lucha hasta las últimas consecuencias para restituir su honor. En 1999 denunció que su marido, capitán de la misma institución, la golpeaba. Él recibió cuatro días de arresto. A ella la expulsaron. Desde entonces, busca que se reconozca que aquí la víctima es ella.




Agosto 2005.

La teniente Marcela Valdés Díaz les repetía a los carabineros a su mando que debían acoger a las víctimas. Ella misma, como jefa de la unidad de la familia de la 1ª Comisaría de Valdivia, escuchaba con empatía a las mujeres golpeadas que acudían a hacer una denuncia. De uniforme impecable, moño rubio apretado y tacos que la elevaban hasta el metro setenta y dos, la teniente Valdés tomaba declaraciones. "Son mujeres que llegan desesperadas, y hablan y hablan y hablan. Hay que ser amable, escucharlas sin juzgar", explica hoy.

Marcela llegó a Valdivia desde Santiago a hacerse cargo de la unidad de la familia en enero de 1999. En mayo había conseguido computadores nuevos, más bencina para las rondas, cortinas y pintura para la oficina. "Me gustaba Carabineros. Amo Carabineros y todo lo que hace un oficial: patrullar, ayudar a la gente", dice.

Entró a la Escuela de Oficiales apenas salió del colegio. Mientras estudiaba conoció a un instructor de suboficiales, el teniente Claudio Vásquez Cardinali, separado, sin hijos y diez años mayor que ella. Llevaban dos años de pololeo cuando Marcela quedó embarazada y decidieron casarse. "Estaba enamorada. Además, me tenía que casar para mantener mi carrera", dice hoy. Tuvieron dos hijos, Claudia y Matías.

Cinco años después del matrimonio, los Vásquez Valdés se fueron a Valdivia en busca de tranquilidad. Claudio trabajaría como subcomisario de servicios, en la misma comisaría que su señora. El traslado lo había pedido ella, que entonces ya era teniente, porque tenía una esperanza: que en provincia su vida familiar mejorara. Ella, la carabinera que acogía a las mujeres golpeadas, vivía su propia tragedia puertas adentro.

Cuando la dieron de baja, Marcela Valdés botó las fotos donde aparecía de carabinero. Lo hizo para dejar una parte de su historia atrás. "Pero a veces me acuesto, cierro los ojos, y pienso que mañana me voy a levantar, me voy a poner el uniforme y voy a vivir mi vida como corresponde", cuenta.

Un puñetazo en la cara

Marcela cuenta que la violencia comenzó en 1996, cuando estaba embarazada de su segundo hijo, Matías. "Claudio es un tremendo hombre. Yo no le decía nada. Me paralizaba. No me defendía", cuenta. Lo conversó con muy pocas personas, entre ellas su padre. Quería que los demás pensaran que todo estaba bien en la familia. "Por imagen, para poder ascender", dice. Creyó que las cosas se solucionarían. Estaba equivocada.

El último golpe que aguantó fue un puñetazo en la cara. Fue en mayo de 1999, cuando la familia llevaba cuatro meses en Valdivia. "Una noche, Claudio me sacó de la cama. Yo estaba durmiendo con los niños. Me pegó y Matías, que entonces tenía tres años, vio todo, lloraba. Me dejó el ojo morado. Dije: 'esto no da para más'. Al día siguiente me saqué una foto, la presenté con un parte al tribunal y punto. Se acabó".

Marcela hizo lo que les recomendaba a todas las mujeres maltratadas que atendía: el 19 de mayo de 1999 denunció a su marido por violencia intrafamiliar en el Primer Juzgado de Letras de Valdivia.

En Carabineros dio cuenta formal a sus superiores horas después. "Fui a hablar con el comisario", cuenta Marcela. "Me preguntó por qué no le había informado a él antes de ir al juzgado. Pero él ya sabía lo que me pasaba".

Dos meses antes, el comisario le había comunicado a la Repartición –a través del oficio (R) Nº 1– que la teniente Valdés manifestaba problemas en su matrimonio. Y un mes después, el 23 de abril de 1999, la Repartición le había informado a la IX Zona Araucanía –mediante el oficio (R) Nº 193, fojas 10 y 11–, que el comisario había ido de noche a la casa del capitán Vásquez "con el fin de interiorizarse de un problema conyugal que se había suscitado".

Pero los golpes seguían. "Yo sabía que el tribunal era más efectivo", dice Marcela. "De hecho, ordenó inmediatamente que Claudio se alejara de nosotros. Era lo único que yo quería".

La denuncia por maltrato en el juzgado civil no terminó con una sentencia para el capitán Vásquez, porque él y Marcela llegaron a un avenimiento.El tribunal, entonces, sólo emitió una medida de protección para la teniente: "Se decreta (...) la autorización a la denunciante de salir de su domicilio y de la ciudad de Valdivia junto con sus hijos, (...), a fin de que se prevengan futuras molestias o agresiones tanto físicas como sicológicas". Marcela tenía permiso para partir con los niños sin que la acusaran de abandono de hogar. Un problema estaba resuelto. Otro recién comenzaba.

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Mientras estudiaba en la Escuela de Oficiales, Marcela conoció al que sería su marido: Claudio Vásquez. Ahora él es mayor de Carabineros y comisario de Cauquenes.

Mientras estudiaba en la Escuela de Oficiales, Marcela conoció al que sería su marido: Claudio Vásquez. Ahora él es mayor de Carabineros y comisario de Cauquenes.[/caption]

Los rumores

Marcela Valdés tenía permiso de la justicia civil para dejar Valdivia. Le faltaba la autorización de Carabineros. Ella y Claudio, cada uno por su parte, pidieron en la institución que los dejaran vivir separados. El 4 de junio de 1999, la Prefectura de Valdivia accedió "debido a graves problemas que han deteriorado irreversiblemente la relación de pareja". El próximo paso de la teniente Valdés fue solicitar el traslado oficial a Santiago. La destinaron a la 48 Comisaría de la Familia, pero no podía trabajar porque estaba con licencia médica por depresión. "Había perdido mi matrimonio, mi estabilidad. Había sufrido cuatro años de maltrato", dice.

A raíz de lo sucedido, la Prefectura de Valdivia inició un sumario interno. Las razones que impulsaron la investigación de Carabineros aparecen en el documento final, la resolución Nº15, fechada el 7 de junio de 1999. Fue todo muy rápido. Habían pasado apenas 19 días desde que Marcela había denunciado a su marido por maltrato en los tribunales civiles.

"(...) esta repartición, en conocimiento de graves hechos, que trascendieron a los oficiales, personal y civiles, relativos a violencia intrafamiliar en el matrimonio conformado por el capitán sr. Claudio Aurelio Vásquez Cardinali y la teniente sra. Marcela Andrea Valdés Díaz, ambos de la dotación de la 1ª Comisaría de Valdivia, y supuestas relaciones extraconyugales por parte de esta última (...) afectando el ascendiente de mando y provocando una situación irregular en la unidad, impidiendo el normal desarrollo de sus labores propias, como asimismo un desprestigio para la institución, dispuso una amplia investigación (...)".

El sumario, como se ve, no sólo se centró en el maltrato, sino también, y largamente, en la vida privada de la teniente y su supuesta infidelidad. El documento final de la investigación, siete páginas escritas a máquina, concluye con medidas disciplinarias para los involucrados. El capitán Claudio Vásquez recibió cuatro días de arresto, y la teniente Marcela Valdés, diez días.

¿Cómo terminó la víctima de violencia más castigada que su marido? El mismo documento entrega respuestas.

"(...) la teniente Valdés Díaz, en la parte personal, mantiene un comportamiento liberal, lo que provocó conflictos con el cónyuge, ya que no es recatada en las situaciones de la vida privada que la afectan", dice el informe en el apartado Nº 6. "(...) la conducta liberal e inapropiada asumida por la mencionada oficial motivó en su esposo, capitán sr. Vásquez Cardinali, sentimientos de desconfianza y celos", agrega el apartado Nº 9.

Algunos subalternos le advirtieron a Marcela sobre rumores que circulaban entonces en la Comisaría de Valdivia. Surgieron porque iba sola a los actos oficiales. "Yo le pedía a Claudio que me acompañara y él me decía que no podía. Yo tenía que ir porque era parte de la vida social de Carabineros. Eran ceremonias de ascenso de mi área, por ejemplo, y yo hacía locuciones, me encargaba del protocolo. Veían que una oficial joven iba sin el marido y les causaba extrañeza", dice la teniente. Uno de los oficiales que trabajaba en Valdivia en esa época era el teniente Manuel Suazo Erba, compañero de promoción de Marcela. El nombre de Suazo aparece en la investigación.

"(...) la teniente sra. Valdés Díaz compartió en horas de la madrugada, sin presencia de su esposo, con el teniente sr. Suazo Erba (...), situación totalmente inconveniente e inapropiada por su estado civil casada y oficial de Carabineros", dice el apartado Nº 12.

Marcela reconoce que se vieron: "Una noche que Claudio me había pegado yo me arranqué de la casa. No me atrevía a volver. No tenía a nadie conocido en Valdivia y me refugié en Manuel Suazo como amigo. Estuvimos paseando por el río Calle Calle. Conversamos. Yo no me quería separar de mi marido", dice.

El apartado Nº 14 vuelve a la vida privada de Marcela: "(...) se aprecia una conducta impropia y poco atinada de la teniente sra. Valdés, ya que durante el mes de abril llamó en distintas horas, incluso en la madrugada, al teléfono celular que mantiene el teniente Suazo, en 185 oportunidades".

Marcela hablaba con él. "Era un apoyo en momentos difíciles", insiste. Los investigadores nunca comprobaron que ella y Manuel Suazo fueran amantes. Sólo mencionan una "amistad profunda" que generó rumores.

Esto dice sobre Marcela Valdés la conclusión del informe: "(se ha) comprobado en investigación una conducta privada impropia, al mantener una amistad profunda con el teniente Manuel Andrés Suazo Erba, consistente en salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, un número elevado de llamadas telefónicas a distintas horas, tanto emitidas como recibidas en su domicilio, reconocimiento verbal de un gran sentimiento de amor por el oficial, que hace presumir una relación sentimental entre ambos, que conllevó a agravar irremediablemente su matrimonio".

Por esto le dieron 10 días de arresto. El teniente Suazo recibió el mismo castigo. La relación sentimental entre él y Marcela Valdés era presunta. En cambio los golpes de Claudio Vásquez están acreditados en el apartado Nº 21 del informe de Carabineros: "El capitán sr. Claudio Aurelio Vásquez Cardinali observó una conducta impropia provocando violencia intrafamiliar en su hogar al golpear a su esposa (...)".

Cuatro días de arresto por eso.

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Marcela junto a su padre, Pedro Valdés.

Marcela junto a su padre, Pedro Valdés.[/caption]

La última carta

Marcela Valdés estaba sorprendida con su castigo. "No entendía qué pasaba. Me desilusioné. Pero tenía esperanzas de que me iban a dar la razón", dice. Por eso apeló a la sanción. En una primera

instancia le confirmaron la sentencia. Apeló de nuevo y le fue peor. El 28 de octubre de 1999, cuatro meses después del sumario interno, la Dirección de Orden y Seguridad de Carabineros le aumentó el arresto a quince días.

Paralelamente, en Carabineros se inició otro proceso. El abogado que asesoraba a Marcela interpuso un recurso de protección ante la Corte de Apelaciones de Valdivia por el castigo. Aunque la teniente desistió del recurso, la Prefectura de Valdivia le dio cinco días más de arresto por "falta de tino y criterio", al haber acudido a la justicia civil, "instancia ajena al ámbito institucional".

En agosto de 1999 Marcela enfrentó la evaluación que le hacen cada año a los oficiales. Durante toda su carrera había sido bien calificada, en lista 1 ó 2 (de un total de 4). El 11 de agosto de 1999, la Honorable Junta Calificadora de Oficiales Subalternos la pasó a lista 4, de eliminación. "Oficial con deficiencias profesionales y privadas, poco veraz y falta de tino", dice el comentario escrito a mano en la evaluación.

Marcela recibió la noticia en Santiago. "Me echaron y yo estaba con licencia médica por depresión, en terapia y bajo medicamentos", cuenta. "Me pidieron la placa, las prendas y el carné de medicina mío y de mis hijos. Quedamos sin nada". A pesar de todo, juntó ánimos para apelar por su expulsión. "Sacaba fuerzas de la rabia, la impotencia. Los únicos que estuvieron conmigo fueron mis papás. Y mis hijos. Tenía que luchar por ellos".

El 1 de septiembre de 1999 la Honorable Junta de Méritos y Apelaciones la confirmó en lista 4. La resolución aparece firmada por la entonces generala Mireya Pérez, quien, como secretaria de la junta, tenía voz pero no voto. Ahora, en retiro, explica a Paula: "Como mujer, dentro de la institución, tienes que mantener una actitud que no dé motivos para ser malinterpretada, que no dé pie a ser cuestionada". Y comenta: "Creo que durante los últimos cinco años la sociedad ha avanzado. No sé si en este minuto se adoptaría la misma sanción por estos hechos".

Marcela apeló de nuevo. Esta vez ante la Honorable Junta Superior de Apelaciones. El 3 de noviembre de 1999 la teniente supo que los generales integrantes habían confirmado su expulsión. Era la última carta que le quedaba en Carabineros.

"Vimos que el caso era emblemático", dice Ximena Zavala, directora del instituto de la mu jer, fundación que apoya a la teniente. "Marcela pasó de acusadora a acusada. Es la idea de que las mujeres son responsables de la violencia que se ejerce contra ellas. Marcela es quien terminó fuera de la institución".

El honor perdido

Marcela Valdés, entonces, puso sus esperanzas en la justicia civil y entabló un recurso de protección ante la Corte de Apelaciones de Santiago. Así pretendía revertir su expulsión. Pero el fallo –del 14 de marzo de 2000– consideró que no existían "incorrecciones formales en el sumario" de Carabineros ni se vulneraba ningún derecho constitucional de Marcela. La teniente apeló entonces a la Corte Suprema, que confirmó el fallo de primera instancia el 5 de abril de 2000. Su baja no tenía vuelta atrás.

El mismo año Marcela encontró un aliado: el Instituto de la Mujer, una fundación que promueve la igualdad de oportunidades y los derechos femeninos. "Vimos que su caso era emblemático", dice Ximena Zavala, directora. "Pasó de acusadora a acusada. Es la idea de que las mujeres son responsables de la violencia que se ejerce contra ellas. Marcela es quien terminó fuera de la institución". En cambio su ex marido, Claudio Vásquez, ascendió a mayor y hoy es comisario de Cauquenes.

El Instituto de la Mujer contactó a Marcela con el abogado Juan Pablo Olmedo, experto en derecho internacional. Olmedo vio que el caso tendría futuro en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El 4 de octubre de 2000 presentó una denuncia contra el Estado de Chile por haber violado derechos como el de igualdad ante la ley y la protección de la honra y la dignidad. También por haber vulnerado lo dispuesto por la Convención Interamericana de Derechos Humanos para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. El 10 de octubre de 2003 la Comisión Interamericana declaró que el caso de la teniente Valdés era admisible.

El próximo paso es una resolución de fondo, a favor o en contra de Marcela. Eso, según Olmedo, debería suceder a fin de año.

Si la Comisión falla a favor de la teniente, el caso podría pasar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y si Marcela gana en esta última instancia, las consecuencias serían enormes. "Hay dos reivindicaciones que se están solicitando", dice Juan Pablo Olmedo. "Una es a favor de Marcela, por lo que sufrió. La otra es que el Estado de Chile adecue las normas internas de las Fuerzas Armadas y Carabineros para garantizar la investigación, protección y sanción cuando haya víctimas de violencia intrafamiliar", dice el abogado. "Marcela empezó, súper sola, a mover algo muy grande".

Para conocer el fallo final de la Corte habrá que esperar dos años más. Por mientras, Marcela Valdés reconstruye su vida. "Me estoy limpiando de todo, sin rabia, sin odio. Me estoy recuperando de años tristes, pero estoy bien". Se trasladó a Talca con sus hijos, en busca de tranquilidad. Tiene 31 años, se preocupa de la casa y recibe una pensión de alimentos de su ex marido.

Cuando la dieron de baja, botó todas las fotos donde aparecía vestida de carabinero. Lo hizo para dejar una parte de su historia atrás. "Pero a veces me acuesto, cierro los ojos, y pienso que mañana me voy a levantar, me voy a poner el uniforme y voy a vivir mi vida como corresponde", cuenta. "Mi hija nunca  ha dejado de ser carabinero", agrega Pedro Valdés, padre y apoyo fundamental de Marcela. Tiene un gran retrato de ella, uniformada, en una pared de su oficina. "Esta foto está aquí esperando que su honor sea reparado", dice. Para la teniente eso es lo más importante. "Quiero que mi nombre no esté manchado. Es lo que me mueve. Es lo que me hizo llegar hasta el final".

El alto mando responde

Revista Paula solicitó una entrevista con el general director de Carabineros, Alberto Cienfuegos, para preguntarle sobre el caso de la teniente Valdés. En su nombre respondió el jefe del departamento de comunicaciones de la institución, el coronel Walter Morales.

–Que un carabinero golpee a su esposa –y el maltrato esté acreditado y sancionado por tribunales civiles–, ¿amerita la expulsión de dicho carabinero de la institución?

–A la institución le interesa, al igual que a toda la sociedad, que sus carabineros observen una conducta funcionaria y privada acorde y compatible con el servicio público. En tal contexto, las sanciones que se apliquen quedan sujetas a distintos recursos institucionales y, a las fiscalizaciones externas de la Contraloría General de la República y de los Tribunales de Justicia, en su caso.

–La sospecha de que un carabinero es infiel a su esposo o esposa, ¿amerita una sanción o expulsión de la institución?

–Por lo ya explicado, en Carabineros no se aplican sanciones por sospecha. Éstas se toman luego de un proceso administrativo donde el afectado dispone de distintos recursos para su defensa.

–En los últimos cinco años, ¿ha habido cambios en la letra o el espíritu del reglamento interno de Carabineros con respecto a la injerencia en la vida privada de los oficiales?

–Carabineros de Chile es extraordinariamente respetuosa de la vida privada de todo su personal. Por cierto existen distintos reglamentos que señalan las infracciones a los deberes funcionarios que deben investigarse y sancionarse de acuerdo a los principios del debido proceso. Por último, es del caso precisar que los reglamentos institucionales son aprobados por Decreto Supremo, es decir, con respeto al principio de legalidad y por tanto no pueden lesionarse los derechos del personal.

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