La naturaleza de Julen Birke

Una plantación de zanahorias, para Julen Birke, no es una plantación de zanahorias; es una extraordinaria obra de arte que invade el espacio y también el tiempo, pues está en permanente desarrollo. Ese imaginario es el que esta escultora chilena lleva a sus instalaciones, al disponer elementos vegetales y animales en estructuras propias de las faenas campesinas. Entre el 5 de septiembre y el 18 de octubre convertirá a la galería Die Ecke en un peculiar corral, donde las ovejas serán los visitantes.




Paula 1153. Sábado 2 de agosto de 2014.

Una plantación de zanahorias, para Julen Birke, no es una plantación de zanahorias; es una extraordinaria obra de arte que invade el espacio y también el tiempo, pues está en permanente desarrollo. Ese imaginario es el que esta escultora chilena lleva a sus instalaciones, al disponer elementos vegetales y animales en estructuras propias de las faenas campesinas. Entre el 5 de septiembre y el 18 de octubre convertirá a la galería Die Ecke en un peculiar corral, donde las ovejas serán los visitantes.

A la entrada de la sala el espectador deberá subir y bajar una escalerita para encontrarse literalmente acorralado. Julen Birke cercará el perímetro interior de Die Ecke –la galería que está en la esquina de José Manuel Infante con Clemente Fabres– con los mismos palos de madera que se utilizan en el sur de Chile para construir corrales de oveja, los que unirá con alambres de púa. El corral, vacío de animales, será entre amistoso y agresivo con los humanos, pues los pinchudos alambres estarán forrados, en gran parte del trecho, con tejidos artesanales hechos con la lana de las ovejas ausentes. Solo se asomarán algunos sectores al descubierto, los que el visitante deberá esquivar atento.

La relación entre los procesos de la naturaleza y la intervención del hombre que la ordena y domestica es una constante en la obra de la artista chilena Julen Birke, escultora que fue parte de la generación de los 90 que renovó la escultura en el país.

Su interés parte de una aguda sensibilidad hacia las imágenes que resultan como producto de esta relación: una colorida panorámica del campo florido, un repollo que crece hasta alcanzar su forma perfecta, o un vellón de lana arrancado de la piel de una oveja son tratados por ella como objetos de fuerte contenido estético. Muchas de sus primeras obras utilizan estos elementos visuales, llevándolos al lenguaje de la escultura. En esta línea, un trabajo muy emblemático es Siembra, que consistió en intervenir un terreno agrícola de cinco mil metros cuadrados aledaño a la autopista Los Libertadores, en Colina. El campo estaba dispuesto y arado en surcos para la siembra y, como si fueran semillas plantadas en el orden reticular, Julen dispuso 200 cilindros de plástico rosado transparente, de entre uno y dos metros de largo por cincuenta centímetros de diámetro, algunos de los cuales estaban iluminados por dentro. Desde la altura, pero, sobre todo, desde la visión más común del conductor en la carretera, se percibía como una colorida alucinación que atraía la mirada hacia un paisaje que suele pasar inadvertido. "Al ser de color rosado y transparentes, los cilindros generaban texturas visuales que citan otros tipos de siembras, por ejemplo, plantaciones de zanahoria, betarraga, coliflor, como también cultivos de diversas especies de flores", explica Julen. "Al llegar la noche, la luz rosada contrastaba con la tierra oscura y daba la sensación de volúmenes que flotaban en el campo", agrega.

Pero la naturaleza no solo es soporte e intervención de su trabajo, sino que, en sus últimas obras, llega directamente. La artista diseña y monta esculturas acondicionadas para acoger tierra y cultiva vegetales que han sido trasplantados hacia el espacio de arte. Un ejemplo de esto es la obra Cultivo zonificado, compuesta por seis grandes receptáculos que contienen 144 lechugas en fase intermedia de desarrollo. La artista comenzó a cultivarlas en su casa y, tras dos meses, las llevó a la misma galería Die Ecke, donde culminaron su ciclo natural.

Además de intervenciones directas en terreno, Julen Birke ha realizado una serie de obras que emulan las formas naturales, pero que se presentan bajo el formato de esculturas seriales. Algunos de estos trabajos están en colecciones como las de la fundación DKM, de Alemania y la del MAVI, en Chile.

Ahora, la lana de oveja ha captado su atención y desde hace un año ha realizado distintas instalaciones para visibilizarla. Como la que hizo en la Patagonia en el verano pasado, al instalar en un cerco vellones de oveja que flotaban, como banderas, en el viento. Esta imagen fue también directamente trasplantada desde su observación, ya que muchas veces los animales enredan su piel en los alambres. "Yo no sé. Mi trabajo no es para nada premeditado. A mí me pasa que me quedo pegada observando los fenómenos del campo y siempre me sorprende esa mezcla de belleza y de violencia. Yo no soy defensora de los animales ni vegana ni nada. Para mí las faenas del campo tienen una brutalidad que asumo y observo como un punto donde se cruza la naturaleza y la cultura", dice.

Julen Birke se formó en la escultura y, desde esa disciplina, ha realizado un trabajo que viene de la observación del espacio, especialmente de la naturaleza domesticada por el hombre. Su obra, de este modo, hace visible las formas estéticas que derivan del proceso de dominar y explotar la tierra y los animales.

Entre comienzos de septiembre y mediados de octubre se podrá ver la última obra de Julen Birke en la galería Die Ecke. Allí, la artista construirá su propia versión de un corral de ovejas. El trabajo surge de observaciones que viene realizando desde el año pasado en el sur de Chile.

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