Paula

La rebelión de las gordas

Sí, gordas: les gusta esa palabra y la dicen con orgullo. En Estados Unidos se vive una explosión de movimientos que invitan a los gordos a salir del clóset, a no hacer más dietas ni disimular los rollos. Plantean la revolucionaria idea de que bajar de peso es nocivo y desmienten que la obesidad provoque problemas de salud. Desde Nueva York, donde proliferan los activistas de la gordura, ponemos sus argumentos sobre la balanza.

Paula 1119. Sábado 13 de abril de 2013.

Leah Sweet (39) tiene un cutis transparente sin manchas ni arrugas, los labios pintados rojo eléctrico, el pelo oscuro abundante y anteojos puntiagudos de marco grueso, como diva de los 50. Usa un vestido negro ajustado yu pantys con rayas negras y grises. Es profesor de historia del arte en la prestigiosa escuela de diseño y moda Parsons, en Nueva York. Estamos conversando sentadas alrededor de una mesa en una sala de la universidad. Por los pasillos deambulan estudiantes flaquísimas enfundadas en abrigos de piel.

En un momento, Leah se pone de pie para abrirle la puerta a una mujer que necesita entrar a la sala, y entonces se despliega de cuerpo entero. Sus muslos descomunales, su abdomen de

diámetro incalculable. Según los estándares médicos tradicionales, Leah Sweet es definitivamente una mujer obesa.

Pero Leah no habla de obesidad ni de cuánto pesa. Ya no sabe ni le importa: hace años que no se sube a una pesa. "Durante mucho tiempo hice todas las dietas imaginables. He bajado y vuelto a subir muchísimos kilos. Hasta que hace algunos años encontré comunidades de personas que no hacían dieta, que no estaban avergonzadas de sus cuerpos. Eso me llevó a abrazar la idea de que la gordura es parte de mi identidad, de que siempre he sido gorda y que mi experiencia como ser humano está moldeada por tener este cuerpo", dice riendo.

Leah pasó a ser una activista de aceptación de la gordura. Cree que exigirle a una persona gorda que baje de peso es igual de absurdo y ofensivo que pedirle a una persona baja que sea más alta. Su batalla la libra en el campo académico, donde desde hace poco existen áreas dedicadas al estudio cultural del cuerpo y la comida. A Leah le interesan las contradicciones: ¿por qué la gordura es aceptada en los museos, donde todos admiran los cuerpos flácidos de Renoir, pero es condenada en la vida real? ¿No es fascinante que si una persona flaca come mucho, la gente le diga '¡Qué suerte tienes!', pero que si un gordo hace lo mismo sea calificado de glotón e indisciplinado?

Lo que quiere transmitirles a sus estudiantes –y no es fácil en una escuela enfocada en la estética– es que así como hoy es impensable discriminar a una persona por ser negra o mujer, debiera ser igual de inaceptable decirle a un gordo que su cuerpo no está bien o dificultarle el acceso a un asiento en el avión, a un buen seguro de salud o a unos pantalones de alta costura.

Y como Leah, hay miles.

Jeanette DePatie, instructora certificada de fitness, es una de las defensoras de la gordura sana.

SALIR DEL CLÓSET

Los movimientos para la aceptación de la gordura tienen más de 30 años y fueron impulsados por el feminismo de los 60 y 70, que combatió ferozmente la idea de que las mujeres estemos

presionadas por tener un cuerpo cada vez más delgado. Pero el activismo progordura ha tomado fuerza en los últimos años en Estados Unidos y se ha convertido en un tema de conversación. Crecen los artículos sobre aceptación de gordura en medios como New York Times y Huffington Post, y solo en los últimos seis meses se han publicado dos libros que denuncian la obsesión por perder peso: ¿Qué tiene de malo la gordura?, de Abigail Saguy; y Killer fat, de Natalie Boero, ambas sociólogas.

Crece también el número de actrices gordas en papeles protagónicos: la australiana Rebel Wilson en la película Bachelorette; Lena Dunham, en la serie Girls; las modelos extra large del reality Curvy girls. Crece explosivamente la "fatosphera", como se le llama al mundo online de chicas gordas, algunas de las cuales son famosas, por ejemplo, la bloguera Nadia Aboulhosn, modelo extra large de American Apparel (www.nadiaaboulhosn.com), o Nicolette Mason, columnista de moda para gordas de la edición norteamericana de Marie Claire (www.nicolettemason.com).

Los movimientos de aceptación de la gordura promueven que los gordos "salgan del clóset". eso significa abandonar la meta de ser flacos y dejar de ocultar sus rollos. la idea es dejar de asociar el concepto de que menos peso es más salud.

Hoy, las activistas de la gordura pelean en varios frentes: desde la moda hasta los derechos del consumidor, la salud y el deporte. Está, por ejemplo, la National Association to Advance Fat Acceptance (NAAFA), organización para la no-discriminación de la gordura más antigua –creada en 1969– en Nueva York y que cuenta con unos 4 mil miembros. Su principal triunfo ha sido desestigmatizar la palabra 'gordo'. Decirle a alguien que es gordo debiera ser igual que decirle que es alto o rubio o flaco: una simple descripción. "Es un cambio que hay que hacer en forma consciente y deliberada" –afirma Leah–. Hace 10 años, si alguien me decía 'gorda', me ponía a llorar a mares. Ya no".

Lo que hizo Leah, y de lo que finalmente se tratan los movimientos de aceptación de la gordura, es salir del clóset, un término que también se puso de moda entre gordos. No solo se trata de rechazar las palabras 'obesidad' o 'sobrepeso' porque sugieren una enfermedad o anormalidad. Salir del clóset significa abandonar las dietas y la meta de ser más flaca, dejar de disimular los rollos con ropa holgada, no subirse más a una pesa.

Jeanette DePatie también salió del clóset. Tiene 44 años, vive en Los Ángeles y es instructora certificada de fitness para personas de todas las edades y tamaños. Pesa 90 kilos. "Soy una gorda mediana, –dice riendo–. Por más de 15 años hice dietas, obsesionada con el peso. Subía y bajaba 20 o 30 kilos. Cuando estuve flaca fue porque hice una dieta de 700 calorías y una hora de ejercicio al día. Me decían que me veía bien; la gente asumía que por estar más delgada, estaba sana. Pero estaba enferma: no me llegaba la regla y se me empezó a caer el pelo".

Un día Jeanette fue a la biblioteca a buscar el último libro sobre dietas. Pero tropezó con uno que denunciaba esta industria en Estados Unidos: Losing it in America, de Laura Fraser. Encontró estadísticas que decían que solo hay entre 5 y 10% de probabilidades de perder peso y mantenerlo en el largo plazo. Siguió leyendo; encontró libros sobre la no-discriminación de cuerpos y tamaños. Fue a una conferencia sobre aceptación de la gordura y ahí conoció a muchas personas gordas con carreras brillantes, matrimonios exitosos, que lo pasaban bien.

Siguió haciendo ejercicio y alimentándose en forma sana, pero sin pasar hambre ni tratando de ser más flaca. Ha usado la misma ropa por 10 años, así es que cree que su cuerpo encontró estabilidad. Publicó el libro The fat chick works out (La chica gorda se ejercita) y un DVD del mismo nombre, en los que enseña rutinas de entrenamiento para gente a la que le cuesta ejercitarse. Ha salido en diarios y televisión, siempre insistiendo en que los kilos no tienen nada que ver con estar en forma.

El argumento de separar el peso del bienestar es quizás el más potente y revolucionario entre los movimientos progordura. La principal organización que lo promueve se llama Health at Every Size (HAES), Salud en todos los tamaños. La palabra 'tamaño' no es casual: la idea es dejar de hablar del peso y no usarlo como criterio para evaluar la salud de una persona.

SER GORDO NO ES EL PROBLEMA

HAES es una comunidad interdisciplinaria de casi 6 mil personas en Estados Unidos. Se creó para refutar la idea de que estamos ante una epidemia de obesidad. HAES sostiene que la salud debiera ser neutral respecto a cuánto pesa una persona, que la inutilidad y nocividad de las dietas está demostrada científicamente y que es más sano y sustentable promover la aceptación de todo tipo de cuerpos y la alimentación "intuitiva": o sea, no seguir parámetros estandarizados de cómo hay que comer, sino las directrices de hambre y saciedad de cada cuerpo.

La Biblia de HAES es el libro Health at every size: the surprising truth about your weight y su autora, algo así como la gurú de este movimiento, es Linda Bacon, doctorada en Fisiología y especializada en regulación del peso de la Universidad de California. Tiene estudios en Sicología, Nutrición y desórdenes alimenticios; es columnista regular del Huffington Post; y tiene un pasado turbulento con su propio cuerpo.

Cuando era chica, Bacon se sintió gorda. Hizo todo lo que le dijeron: siguió las recomendaciones del gobierno para bajar de peso, hizo cientos de dietas y nada funcionó. Siempre volvía a subir. Su experiencia le empezó a mostrar que abandonar las dietas y darle a su cuerpo la comida que este le pedía era una forma más eficiente para mantenerse sana y con un peso estable, aunque no fuera el ideal de los doctores. Cuando entró a la universidad confirmó esta intuición: se dio cuenta, dice, de que todo lo que nos enseñan sobre el peso y la salud está equivocado. Lo que Bacon reclama es que históricamente se ha malinterpretado la literatura científica sobre la obesidad.

"Lo que sabemos hoy es que hay ciertas enfermedades mucho más comunes en las personas con más peso –dice desde San Francisco, donde vive–. Pero eso solo significa que dos características están asociadas, no que la gordura esté causando el problema. Por ejemplo, la diabetes tipo 2: cuando alguien tiene esta enfermedad, significa que hay un problema de insulina que hace que el cuerpo no pueda quemar azúcar con facilidad. Eso, a su vez, provoca una mayor disposición a almacenar grasa. En otras palabras: si tienes insulino-resistencia, engordas. Así es que la gordura puede ser un síntoma de la diabetes, no su causa".

Linda Bacon añade más ejemplos: dice que si se analizan rigurosamente los estudios científicos, ni la arteriosclerosis, ni las enfermedades cardiacas, ni la expectativa de vida son afectadas negativamente por ser gordo. Estas conclusiones las ha publicado en revistas especializadas, reconocidas internacionalmente, como Nutrition Journal, y han sido respaldadas por estudios serios. Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Estados Unidos, que mostró que las personas en la categoría de sobrepeso tenían más longevidad que las de cualquier otra categoría; y la prestigiosa American Medical Association, que en 2008 concluyó que más de la mitad de los adultos con sobrepeso tenía niveles normales de presión, colesterol y azúcar.

Y para probar que la obsesión con bajar de peso no sirve de nada, en 2005 Bacon realizó un estudio científico con 78 mujeres catalogadas con sobrepeso. La mitad siguió una dieta hipocalórica; la otra mitad siguió los preceptos de Health at every size. O sea: abandonar las dietas, aprender a aceptar y querer el propio cuerpo tal como es y alimentarse en forma intuitiva. Después de 2 años, 40% de las mujeres en el grupo de la dieta la habían abandonado y casi todas habían vuelto a subir los kilos que bajaron inicialmente. En el grupo HAES nadie había perdido peso, pero sí habían logrado hábitos de comida más sanos y sus niveles de presión sanguínea y colesterol habían bajado y estabilizado.

En resumen, dice Bacon, bajar de peso no es la solución. No solo porque es algo que casi siempre está más allá de nuestra voluntad, ya que factores externos como el entorno y la genética determinan nuestro tamaño y metabolismo, sino también porque las agudas oscilaciones de peso que producen las dietas son nocivas y atrofian la capacidad natural del cuerpo de regular su peso. Además, juzgar el estado de salud de una persona por sus kilos o índice de masa corporal es médicamente incorrecto. Las políticas de salud deben apuntar a modificar los comportamientos, no los atributos físicos –enfatiza–. La alimentación y el ejercicio son hábitos que se pueden mejorar; la gordura es simplemente un atributo. ¿Te acuerdas cuando apareció el sida y la gente decía: 'Si no quieres tener sida, no seas gay'? Eso no resolvió el problema; solo aumentó la discriminación contra los homosexuales. Cuando el mensaje cambió a: 'No tengas sexo sin protección', entonces pudimos atacar el verdadero problema. Lo mismo pasa hoy con las personas gordas".

PERMISO PARA PESARSE

Esa otra historia es, justamente, la que se cuenta acá. Porque la revolución de los gordos no tiene que ver simplemente con aceptar el cuerpo tal como es, sino con mostrarlo y vivirlo con orgullo. Leah Sweet grafica lo que es realmente salir del clóset: "Al principio yo era neutra con respecto a mi peso, decía: 'Bueno, es lo que hay'. Como aceptando una carga. También evitaba juntarme con mucha gente gorda, por miedo a que nos pusieran en un mismo saco. La gran diferencia de tener una actitud positiva respecto a la gordura es que ahora me pongo la ropa que quiero (¡uso pantys a rayas horizontales!) o estoy con parejas a las que realmente les gusta mi cuerpo. Para mí, la idea de aceptarte a ti misma significa quererte. Ocupar el espacio que ocupas sin miedo".

Salir del clóset también significa no tener miedo de exigir ser tratadas como cualquier otra persona. En las comunidades online abundan las denuncias de personas a las que los seguros de salud les niegan cobertura o les cobran mucho más caro solo por su peso; líneas aéreas que a veces no las dejan subirse a un avión por su tamaño. También hay muchas quejas contra el trato que reciben de los médicos que, por ejemplo, se niegan a tratarlas si no bajan de peso o les mandan a hacer muchos más exámenes de los necesarios por pensar que, por ser gorda, seguramente está enferma. "Ir al doctor fue, por mucho tiempo, lo más petrificante del mundo"– comenta Leah.

"Hay enfermedades como la diabetes tipo 2, que son más comunes en las personas con más peso. Pero eso no significa que la gordura esté causando el problema", plantea Linda Bacon, autora del libro Health at Every Size: The Surprising Truth About Your Weight.

De hecho, los integrantes de HAES y otros movimientos acusan que el gran problema de salud de las personas gordas, sobre todo las mujeres, es que se sienten tan juzgadas y criticadas por los médicos que simplemente dejan de ir. Incluso a controles o exámenes preventivos tan importantes como el Papanicolaou. Y por eso, la gran mayoría de defensores de la gordura se niega a que los pesen sin pedirles permiso o sin que haya una razón significativa: dicen que un número en la balanza solo produce estigmatización.

La gran pregunta, entonces, es: ¿qué pasa con los muy flacos? ¿El rechazo a usar el peso como criterio de salud corre para ambos extremos?

"¡Absolutamente!" exclama Leah Sweet. "Tuve una alumna, una mujer extremadamente delgada, que una vez comentó que siempre que iba al doctor le hacían exámenes porque asumían que no estaba sana. Es la misma experiencia.

La diferencia, dicen los gordos, es que a los flacos se los premia: es el cuerpo que la sociedad nos empuja a desear. Todas las mujeres entrevistadas aquí coinciden en que su mayor motivación para hacer dietas continuamente era pensar que cuando fueran flacas tendrían la vida que realmente querían tener. Desde el trabajo soñado hasta la ropa perfecta. Todas estuvieron años intentándolo, y a todas les costó dejar atrás esa lógica, incluso después de abandonar las dietas y pasarse al activismo progordura.

Lara Frater es una bibliotecaria neoyorquina, defensora de la gordura y autora del libro y blog Fat chicks rule (algo así como Las chicas gordas la llevamos), donde narra sus penurias de años haciendo dietas extremadamente duras y su proceso de migración hacia la aceptación de su cuerpo y la alimentación intuitiva. Pero aunque ha pasado más de una década, todavía tiene una relación conflictiva con la comida. "Cuando estás en el ciclo de las dietas, tu cuerpo aprende que cuando se sale de la dieta y se da permiso para comer tiene que comer mucho, porque después no va a poder hacerlo –explica sorbiendo un té verde–. Son los atracones que se intercalan con la privación. Y esa mentalidad es difícil de olvidar. A veces no escucho que mi cuerpo me dice que tiene hambre o que ya está lleno. Y a veces todavía asocio la comida sana con hacer dieta".

En el mundo online de chicas gordas, la bloguera Nadia Aboulhosn (nadiaaboulhosn. com) es una de las más famosas y modelo extra large de American Apparel.

REFUTA LA OMS

Siguiendo los parámetros de HAES, la organización internacional de profesionales médicos Association for Size Diversity and Health (otro estandarte del movimiento pro-gordura) define que el peso 'normal' es aquel en el que un cuerpo se estabiliza cuando una persona logra un estilo de vida satisfactorio y armonioso, que incluye ser físicamente activo y consumir alimentos nutritivos. Nada más.

Esta lógica cuestiona directamente los parámetros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que considera que la epidemia de obesidad en los países desarrollados es una amenaza real. Su sitio web (www.who.int) tiene una sección dedicada al tema, en la que publica números preocupantes: la obesidad mundial casi se ha duplicado desde 1980, en 2008 más de 1,4 mil millones de adultos estaban con sobrepeso, y de estos casi 300 millones de mujeres y 200 millones de hombres tienen obesidad. Para definir estas categorías se usa el índice de masa corporal (se calcula dividiendo el peso de una persona por su altura elevada al cuadrado): alguien con IMC igual o superior a 25 está con sobrepeso; con 30 o más se considera obeso.

Más allá de las estadísticas, el principal argumento de este organismo es que la gordura sí causa graves problemas de salud que deben ser asumidos por el sistema público, lo cual significa un enorme gasto que se podría evitar con prevención. El experto peruano Enrique Jacoby, asesor en nutrición de la Organización Panamericana de la Salud (la oficina para América de la OMS), rebate los razonamientos de Linda Bacon con respecto a lo que científicamente podemos concluir: "Es cierto que un estudio epidemiológico reciente concluye que la mortalidad es menor en personas con sobrepeso y obesidad grado 1 (índice de masa corporal entre 30 y 35). Pero, como lo acaba de anotar una publicación de la Universidad de Harvard, esto puede haber ocurrido porque los autores eliminaron algunos estudios claves o porque mantuvieron en el estudio a personas enfermas o fumadoras, que tienen menos peso. Incluso asumiendo que el citado estudio tuviera algo de razón, las personas con sobrepeso o grado 1 de obesidad pueden tener sobrevida estando medicadas: este tratamiento pospone su muerte, pero dudo que les dé calidad de vida".

A la hora de discutir los principios de HAES, Jacoby hace algunas concesiones: efectivamente –afirma– puede haber personas gordas u obesas con hábitos alimenticios sanos e índices de salud normales, pero son la excepción. También admite que el índice de masa corporal es un indicador imperfecto, porque no dice nada sobre la historia de un paciente ni dónde está depositada la grasa. Pero nada de esto lo hace dudar de que a nivel mundial sí hay una epidemia de obesidad, producto del crecimiento desenfrenado de la industria de alimentos procesados. "Son productos tóxicos que producen adicción y que debieran ser regulados y sujetos a impuestos igual que los cigarrillos", acusa. Su principal desacuerdo con los movimientos pro aceptación de la gordura es que, a su juicio, el peso no es una característica inocua. "El peso sí es problemático, más allá de cómo se origine la obesidad o cómo interpretemos los estudios, porque hay un hecho indiscutible: nuestros cuerpos no están diseñados para soportar un peso excesivo. Es dañino para los huesos y las articulaciones". Y se explaya: "Tener sobrepeso evolutivamente no es una condición apropiada, si no, hubiéramos sido obesos en algún momento de nuestra evolución. La gran mayoría de las personas que está en ese peso excesivo ¡están pésimo! Tienen hipertensión, resistencia a la insulina, desbalance metabólico. Acepto que eliminemos los prejuicios y elementos discriminatorios, pero que el sobrepeso se lleve con una medalla de orgullo, esa es otra historia".

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

¿Vas a seguir leyendo a medias?

NUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mesTodo el contenido, sin restricciones SUSCRÍBETE