La retórica del miedo en tiempos electorales: “La clave para acercase a un otro es entender desde dónde se moviliza”




El pasado domingo 21 de noviembre fue un día de emociones. Más de 7 millones de chilenos y chilenas, acudieron a las urnas para definir la carrera presidencial y los nombres de las personas que ocuparán las sillas en el Congreso y los Consejos Regionales. Al terminar ese día, y ya con los resultados en mano, la agencia de noticias AFP publicó un artículo titulado Chile afronta una segunda vuelta marcado por el miedo entre polos opuestos, que además de dar cuenta del resultado que tendrá a Gabriel Boric (Apruebo Dignidad) y José Antonio Kast (Frente Social Cristiano) midiéndose frente a frente en segunda vuelta, entregaba un análisis de las emociones que se podrían gatillar ante este encuentro. “Va a ser una elección de un miedo contra el otro, una versión profundizada de las retóricas del miedo (…) El miedo a una candidatura de Boric de izquierda que no va a poder responder a los problemas que enfrenta el país hoy día, o el miedo a un liderazgo ultraconservador con Kast que vaya a dañar severamente la base de pluralismo que debiera tener una democracia”, decía en la nota el analista político de la Universidad de Santiago, Marcelo Mella.

La narrativa del miedo no solo apareció en esa declaración. En Pulso, Jeannette von Wolfersdorff, directora del Observatorio Fiscal, también hizo un diagnóstico alusivo a cómo esta emoción ha atravesado la decisión de voto de las personas: “José Antonio Kast consiguió más votos en esta vuelta, porque las personas –posestallido y pospandemia– tienen miedo en el ámbito económico. Eso significa que independiente del programa detallado de Gabriel Boric, un porcentaje importante de los ciudadanos mostró miedo frente a un Chile cogobernando por el Partido Comunista”. Sin embargo, esta emoción también ha hecho que otros den un paso al frente y se embarquen en la campaña presidencial en curso. Es el caso de Iskia Siches que, en su discurso de renuncia a la presidencia del Colegio Médico, argumentó: “Escucho a personas que quieren llevarnos a la polarización, que quieren despertar el odio. Me revelo a ese futuro. Hemos luchado tanto por alejarnos del miedo y del odio, que hoy me siento llamada a tomar una decisión difícil, que significa un giro radical e impensado en mi vida”.

Al parecer, el miedo –una emoción primaria que nos permite reaccionar frente a un peligro (real o imaginario)– se ha instalado como un eje discursivo en estas elecciones presidenciales. Pero, ¿por qué surge esa retórica hoy en la opinión pública? ¿Desde dónde viene? Y ¿cuáles son los miedos de los ciudadanos y ciudadanas en este contexto? “Efectivamente, las candidaturas están movilizando el miedo. Pero esa sensación no aparece ahora, sino que la sociedad chilena viene atravesando muchos cambios previos a este proceso eleccionario que han generado un clima de incertidumbre y temores en distintos niveles. Hay que pensar que pasamos por un estallido social, una pandemia y un proceso constituyente, y todo eso puso sobre la mesa distintas carencias que enfrentamos las personas. Esos miedos vienen desde ahí y lo que han hecho los candidatos ha sido recogerlos en función de los públicos a los que les hablan”, sostiene Macarena Orchard, investigadora adjunta del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y académica de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales.

Sin embargo, el miedo como herramienta política no es algo nuevo en nuestro país. Uno de los ejemplos más memorables fue el relato que se dio en el marco de la campaña del Sí y el No que se realizó para el plebiscito de 1988, donde los adherentes a la dictadura militar utilizaron el terror como mensaje principal. “Sí, usted decide. Seguimos adelante o volvemos a la Unidad Popular”, se decía en la franja que, además, asociaba al No con un ambiente de caos, violencia, terrorismo y pobreza. En la vereda opuesta, con su slogan “La alegría ya viene”, el No mostró una imagen optimista, ocupando el humor como contrapeso y la esperanza como mensaje principal. Si ya habíamos visto este tipo de retóricas, ¿por qué hoy vuelven a tomar tanto peso? “Hay algo que hace que esta elección (Boric vs Kast) tenga su particularidad y hace que el tema del miedo adquiera fuerza. En este caso, la gente dejó fuera a los partidos que tradicionalmente habían sido los intermediarios entre nosotros, las instituciones y el poder. Entonces, ahora hay una suerte de relación más directa entre votantes-candidatos y sus retóricas. Hoy, para los candidatos, es más rentable olvidarse de los partidos, y apelar directamente a esos votantes que se mueven de forma menos racional y más conectada con las emociones e identidad”, indica Héctor Carvacho, académico de la Pontifica Universidad Católica de Chile y postdoctorado en Psicología de la Universidad de Harvard.

El problema -dice Carvacho- es que este escenario, marcado por el miedo y la polarización, se ha instalado lentamente una dinámica de nosotros versus ellos que ha dificultado los espacios de consenso y diálogo. “Se instala esa dinámica, donde se empiezan a construir barreras psicológicas entre ambos grupos y donde se ve al otro como amenazante, distante y peligroso. Hay menos oportunidades de entender al otro como un grupo diverso, donde conviven temores comprensibles y donde existen varias dimensiones. Cuando se entra en lógica nosotros versus ellos, hay una cosa más homogénea y nos concentramos en aquellos aspectos de los otros que nos resultan más amenazantes. Cuando eso ocurre, en ambas direcciones, es súper difícil construir puentes y todo se percibe más personalmente. Además, cuando tenemos miedo, se activan circuitos de alerta y tendemos a proteger lo que nos es más cercano. Entonces, se genera cohesión, pero eso está acompañado con que estamos hiperalertas y potencialmente agresivos respecto a aquellos que no son parte del grupo nuestro.”.

Construir esos puentes de diálogo no solo es difícil porque los grupos tienden a cerrarse para dar respuesta al miedo, sino también porque está demostrado que, en un contexto de polarización, el mismo cerebro reacciona y procesa la información de manera distinta. Una investigación de la Universidad de California, la Universidad de Stanford y la Universidad Johns Hopkins; dio cuenta sobre esta teoría, mediante un scanner de cerebro a 38 personas progresistas y conservadoras de EE.UU. Las conclusiones del estudio revelaban que, al mirar videos sobre las políticas migratorias del país, las personas que estaban en los polos del espectro político tenían respuestas cerebrales diametralmente opuestas. Es decir, cuando la actividad cerebral aumentaba más entre los conservadores, se incrementaba menos entre los liberales y viceversa.

Sin embargo, en esta narrativa del miedo, también han surgido respuestas asociadas a la alegría y esperanza de un futuro mejor. Es, por ejemplo, el fenómeno que ocurrió en redes sociales con los challenges o memes de los candidatos que se intensificaron de cara a la segunda vuelta presidencial. “Estamos frente a dos proyectos distintos que generan temores diversos en poblaciones diferentes. Pero también hay una población que le tiene miedo a ambos y que no se siente convocada. A ese votante, no se le convence con más temor. Para eso, se necesita invocar una imagen de futuro positiva, esperanzadora, que apele a sueños y anhelos de las personas. Eso puede movilizar el voto y decisión más que el resguardase frente al miedo. Es razonable que la retórica que ambas candidaturas busquen ahora sea más positiva, convocante y que haga que una persona que no estuvo dispuesta a levantarse votar, ahora lo haga porque hay un sueño de una vida mejor”, dice Macarena Orchard.

Además de apelar a un mensaje esperanzador, Orchard sostiene que para contrarrestar las campañas del terror es clave generar instancias de diálogo que permitan recoger las inquietudes del otro sector. “La clave para acercarse a un otro es escuchar y entender desde dónde habla y se moviliza. Hay que entender que las personas se movilizan desde su historia, biografía, temores, problemáticas cotidianas. Entonces hay que dejar de ver al otro como adversario y evitar hacer juicio moral por sus ideas, porque más relevante que eso es analizar qué los moviliza. Ahí el temor vuelve a tomar peso, pero no como un movilizador, sino como una clave de lectura. Necesito entender cuales son los temores que esas personas tienen para intentar darles una respuesta. En cualquier escenario, la persona que gane, si realmente quiere ser abierta y dialogante, tendrá que hacer gestos para reconocer las preocupaciones de los otros y acoger a las personas que, por su sector, no estaba viendo”.

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