Paula

Lecciones de perros vagos

Hace 5 años, cuando era vicedecano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Bernardo Subercaseaux tuvo que resolver qué hacer con los 40 perros vagos, algunos bastante bravos, que se habían tomado el campus. Y, en esa tarea, se despertó en él el interés por el mundo perruno, al punto que su última investigación ya no trata sobre las grandes ideas que mueven a la cultura latinoamericana, sino sobre los perros literarios, el tema de su próximo libro.

Paula 1131. Sábado 28 de septiembre de 2013.

En los últimos tres años Bernardo Subercaseaux se lo ha pasado escribiendo sobre representaciones culturales de los perros en la literatura, investigando sobre perros socialistas y utopías y analizando lo que él llama las "perrografías", es decir, las biografías de perros. En esta labor lo acompañaron otros dos investigadores, Cristián Montes, doctor en Literatura, y Megumi Andrade, licenciada en la misma carrera, que aportaron con varios de los ensayos, como Ideas e imágenes del perro en Occidente y América o El imaginario perruno de Vargas Llosa. Todo lo anterior forma parte del libro El mundo de los perros y la literatura: condición humana y condición animal, que se publicará en diciembre, en las Ediciones UDP.

Subercaseaux es doctor en Lenguas y Literaturas Romances de la Universidad de Harvard y licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile. Ha sido profesor por más de dos décadas de esa facultad y vicedecano por doce años, hasta 2011. Con "la misma edad de Serrat y Paul McCartney", dice, sigue impartiendo las cátedras de Modernización y Cultura en América Latina y Literatura Chilena Siglo XIX. Ha realizado numerosas investigaciones y publicado varios libros, como su Historia de las ideas y de la cultura en Chile y la Historia de los intelectuales en América Latina.

¿Cómo fue entonces que se animó a salir de esos ejes de su especialidad académica y dedicar tres años de investigación a los perros?

El origen de su obsesión se remonta a 2008, cuando ejercía aún el vicedecanato y se encontró con el reclamo de investigadores y estudiantes que, al salir en las noches, en moto o bicicletas, eran mordidos por una jauría de perros que deambulaban por ese recinto, que alberga a cuatro facultades de la Universidad de Chile.

"Como decanato nos correspondía hacernos cargo de la administración de ese campus, el Juan Gómez Millas, de 14 hectáreas, donde circulan todos los días alrededor de cinco mil personas, entre alumnos, profesores y funcionarios. En esa época también empezó a ser un espacio escogido por los perros, que ingresaban porque los alumnos les daban de comer en el casino, y con las facilidades que daba un cierre perimetral deficiente. Llegaron a haber hasta 40 perros en el campus que a veces mordían de noche a alumnos y profesores", relata Subercaseaux.

"Entre los perros dogos que traían los conquistadores, hubo algunos tan importantes que se les pagaba un jornal como soldados, porque los usaban en la guerra contra los mapuches", cuenta Subercaseaux.

Los instintos atávicos crecían en la oscuridad.

Claro, y en una oportunidad a un estudiante lo atacó una jauría. Entonces surgió un movimiento que simplemente proponía la exterminación de los perros. Pero, al mismo tiempo, apareció otro grupo de alumnos, profesores y sobre todo funcionarios, que eran partidarios de una tenencia responsable y de organizar alguna forma de adopción de los animales. Estaban los indignados porque los mordían y los indignados porque se oponían a que se matara a los perros. Los últimos eran personas que habían desarrollado lazos de cariño con ellos, al punto que les tenían nombres –como "La Cholita" o el "Heidegger"– y los llevaban, a veces, a las clases. Mi opinión ante el problema, fue que no podíamos matar a los perros. No me parecía presentable que encontráramos de la noche a la mañana, a docenas de animales muertos en un recinto universitario.

Mientras Subercaseaux rememora, en el casino de la facultad, las medidas prácticas que adoptó en ese tiempo para resguardar la seguridad de las personas sin eliminar a la cofradía perruna del campus (vacunación de todos los canes, cierre perimetral y campaña de adopción) es interrumpido por un perro negro con resabios de labrador que se acerca intempestivamente y pone el hocico sobre la mesa. "Este se llama Horacio y no ha venido a pedir comida, solo quiere oír un tema que le compete. Los perros, aunque a veces no nos demos cuenta, tienen inteligencia y sentimientos y son capaces de percibir mucho más de lo que suponemos", comenta Subercaseaux, entre carcajadas, mirando al quiltro que permanece atento a la conversación.

Hasta ese conflicto en la facultad, entiendo que usted no era particularmente amante de los perros.

Para nada. Para mí eran como una mosca o una abeja, pero con ese conflicto empecé a documentarme sobre el tema, además de constatar las estrechísimas relaciones de reconocimiento y cariño recíproco entre los perros y sus defensores, en el campus. Ahora veo a un perro y como que leo lo que le está pasando, por la forma en que mira o mueve la cola.

¿Y este descubrimiento del mundo perruno de qué manera incidió en su pensamiento y en su línea de trabajo?

Esa revisión de la soberbia humana en su relación con los animales se topa con la historia de las ideas, que ha sido uno de los temas a los que me he dedicado en mi trayectoria de investigador. Es un problema muy importante, junto a otros como el cambio climático, que nos enfrenta al destino de nuestra especie. Pensar que estamos todos en un mismo barco –la naturaleza, los distintos tipos de sociedades y los animales– contribuye a fortalecer nuestro sistema de ideas. El llamado "giro animal" en la filosofía fue parte de nuestro marco teórico, así como la valorización de la literatura, en el sentido de que es un lenguaje que ha sido capaz de anticiparse al discurso racional y de indagar en los intersticios de las relaciones de los humanos con los animales y de los animales entre sí.

¿Cómo surgió la idea de hacer una investigación sobre el tema?

Como todos los años, desde la Facultad tenía que presentar un proyecto al Fondecyt y me debatía entre mis dos problemas centrales en ese tiempo: los encapuchados de las protestas –que nos producían y lo siguen haciendo, un tremendo problema porque entorpecen las actividades académicas– y los perros, por lo que acabo de contar. Me di cuenta de que los perros eran un tema más noble y, además, muy potente en la filosofía actual, donde hay un profundo cuestionamiento al antropocentrismo, a la creencia de que el ser humano es radicalmente diferente a los animales y de que ellos son seres absolutamente inferiores.

A grandes rasgos, ¿qué plantean esos filósofos como el italiano Amgaben, los franceses Derrida, Guattari y Gilles Deleuze, norteamericanos como Cary Wolfe y Mathew Calarco, o el australiano Peter Singer, que usted llama post humanistas en el libro?

Colocan en entredicho la visión clásica, cartesiana y de la Biblia, de que el hombre es el centro del universo. Es un debate que se promueve desde la filosofía anglosajona y, especialmente, en Estados Unidos, donde incluso hay una discusión lingüística sobre el concepto de "amo", considerándose más correcto el de "guardián" en la relación del hombre con el animal doméstico.

¿Qué aspectos curiosos descubrió en esta investigación?

Fue una novedad enterarme de que la mayoría de las 400 razas actuales han surgido en los últimos 150 años, producto de cruzas artificiales realizadas por el hombre, y que en América, antes de la llegada de los españoles, había perros que eran mudos, no ladraban. También averiguamos que entre los perros dogos que traían los conquistadores, hubo algunos tan importantes que se les pagaba un jornal como soldados, porque los usaban en la guerra contra los mapuches para voltear a las mujeres y a los niños.

¿Y qué fue de esos perros mudos?

Hay unos perros pelados que son descendientes de esos perros mudos, pero que aprendieron a ladrar. Son una prueba de cómo los instintos se transforman. No está de más recordar que el hombre también es una especie de instintos domesticados y no domesticados y que actos como los femicidios y la agresividad son fruto de lo segundo. Hay un texto de Ortega y Gasset, donde plantea que en el cazador solitario hay una vuelta al estado primigenio: es un sujeto que le da, por unas horas, vacaciones a su humanidad para volver a su estado animal y desplegar los instintos agresivos de la especie.

PERROS SOCIALISTAS

¿Cómo se ha hecho cargo la literatura del tema perruno?

Descubrimos que en la literatura siempre ha estado muy presente el tema y que los perros son personajes de autores tan importantes como Thomas Mann o Cervantes. En muchos textos también se aborda la pedagogía de los animales hacia el ser humano, como en un libro de Virginia Woolf, donde aparece un perro que tranquiliza los estados histéricos de un personaje. Escritores de la talla del sudafricano J. M. Coetzee o el colombiano Fernando Vallejo, tienen también una visión muy profunda del tema animal. Vallejo, por ejemplo, los quiere de tal manera, que llegó a dictar una charla con nueve perros y, pese a la molestia de los organizadores, logró que se instalaran a oírlo en primera fila.

En su libro hay un ensayo referido al protagonismo de los perros en cierta literatura que fue crítica del socialismo.

Claro. Los perros socialistas. Son perros utilizados como instancia de crítica feroz al estalinismo de los tiempos de la Guerra Fría. Corazón de perro, por ejemplo, es de un autor ruso que cuenta la historia de un perro que es operado por un doctor y se transforma en el "hombre nuevo", un personaje terrible que termina quitándole su departamento. Al final el doctor desesperado lo opera nuevamente para que vuelva a ser perro. También hay un cubano, Leonardo Padura, que escribió una novela histórica con bases reales, donde cuenta la relación de dos amantes de los perros: León Trotsky, el líder de la revolución rusa caído en desgracia y Ramón Mercader, comunista español que lo asesinó en México por orden de Stalin. Trotsky tenía perros de raza borzoi (galgos de la oligarquía rusa eliminados con el triunfo de la revolución) que rescató y trasladó hasta su exilio mexicano. Su asesino, curiosamente, tenía una relación similar de amor por los perros.

¿Con qué otros personajes históricos se encontró que estaban muy ligados a los perros?

Freud tuvo una estrecha relación con los perros y dijo claramente que prefería su compañía a la de los seres humanos. Simón Bolívar también los amaba y por eso la quinta donde vivía, en Venezuela, se llamaba La quinta de los perros. Pensando en personajes históricos nuestros, tenemos el caso del ex Presidente Arturo Alessandri Palma que le daba más importancia a su perro que a sus propios hijos.

En su investigación se detuvo en el caso de los niños ferales, niños criados por manadas de perros o lobos.

Hay muy buenos casos documentados. Son una prueba de que los comportamientos de una persona son inducidos por el medio y de que un ser humano criado en un contexto de perros puede llegar a actuar como un perro. Y también al revés: tenemos el famoso caso de un director de cine que llevaba a su perro al cine y ese can siguió yendo a ver películas después de la muerte de su amo. También es impresionante el caso de la ucraniana Oxana Malaya que fue abandonada por sus padres alcohólicos y vivió con una manada de perros salvajes, conservando después de su rescate un comportamiento muy parecido al de sus criadores. Pudimos apreciar en una novela con bases reales como Dog boy, de Eva Hornung, que entre niños y perros hay una relación sin cálculos, casi imprudente, porque no tiene esa soberbia humana y tratan a los perros como a sus iguales.

"Los perros fueron utilizados como instancia de crítica feroz al estalinismo de los tiempos de la Guerra Fría. El libro Corazón de Perro, por ejemplo, es de un autor ruso que cuenta la historia de un perro que es operado por un doctor y se transforma en el 'hombre nuevo', un personaje terrible que termina quitándole su departamento. Al final el doctor desesperado lo opera nuevamente para que vuelva a ser perro".

¿Cree que este libro puede contribuir a que los lectores experimenten lo que le sucedió a usted con la investigación?

Creo que el libro puede contribuir a revalorizar la literatura amenazada por diversos fenómenos, y a dejar en evidencia la capacidad que ha tenido para anticiparse de manera creativa a algunos temas que está pensando hoy la filosofía. Así como la literatura ha explorado la muerte y el amor, experiencias muy difíciles de tratar en el plano racional, también lo ha hecho en nuestra relación con los animales. Ha contribuido a hacer tambalear la creencia de que somos una especie superior y se ha adelantado, de alguna manera, a filósofos post humanistas, como el italiano Giorgio Agamben o el francés Gilles Deleuze, que, basados en Martin Heidegger, cuestionan esa prepotencia del ser humano.

¿Y no ha pensado en tener un perro como mascota?

Por ahora tengo gatos, que son muy complicados y celosos, entre ellos una gata vieja, un poco mañosa, que ha tenido problemas con los perros vecinos… Creo que mientras ella viva será prudente posponer el ingreso de un perro a la familia.

Lee un extracto de el capítulo se llama Dog Boy y forma parte de "El Libro de Los Perros y La Literatura: condición humana y condicion animal" (Ediciones UDP) que se lanzará en diciembre.

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