Macarena Guajardo, Directora Ejecutiva de Fundación Basura: “El hábito de reciclar también es cultura. A través de nuestras acciones podemos generar educación de la sociedad”.




El 22 de abril es el Día de la Tierra, un evento que se celebra a nivel mundial y que moviliza a mas de 1,000 millones de personas en 190 países. En su versión 52, tiene como lema “Invertir en nuestro planeta”. Por otra parte, enq Chile, se cumple casi un año desde la entrada en vigencia del reglamento de la Ley de Reciclaje y Responsabilidad Extendida del Productor, una que obliga a las empresas a hacerse cargo de materiales —cartón, papel, metal, plásticos y vidrios— asociados a los productos que comercializan y a crear sistemas de gestión de desechos, reduciendo la cantidad de residuos que generan.

De acuerdo con el último Informe del Estado del Medioambiente, elaborado por el Ministerio del Medioambiente, en nuestro país se generan 19,6 millones de toneladas de basura cada año. De ellas solo 4,3 son revalorizadas o recicladas. Pero el informe agrega que casi la totalidad de lo que se recicla corresponde a residuos industriales. Y si bien el reciclaje domicialiario es una practica que ha tomado fuerza en los últimos años, la calidad de la gestión de estos residuos por parte de los municipios es diversa. Esto hace que la real contribución de las personas al reciclaje de residuos se vea disminuida.

Macarena Guajardo es arquitecta pero se ha especializado en temas vinculados a sustentabilidad desde los inicios de su carrera. Con un MSc de Energía, Tecnología y Estructuras Sostenibles y un Master Internacional en Proyectos Sustentables, hoy es Directora Ejecutiva de Fundación Basura, una de las iniciativas más importantes en Chile dedicadas a promover prácticas que apoyen el desarrollo sustentable y a educar y visibilizar el que, con una adecuada gestión de residuos, la basura realmente no existe.

¿Cómo diste el salto desde de la arquitectura a temas medioambientales?

La industria de la construcción es una de las más contaminantes a nivel mundial. Pero hay muchos profesionales que utilizan residuos para crear nuevos edificios, o viejos edificios para habilitar nuevos programas y me resultó evidente que la basura es una construcción social. Al principio me centré en los residuos de esa industria, pero rápidamente es fácil darse cuenta que en realidad es una problemática transversal a todas las disciplinas.

A casi un año de la implementación del reglamento de la Ley de Reciclaje que obliga a las empresas a hacerse cargo de gestión de los envases de sus productos, ¿crees que se ha avanzado realmente en este tema?

Se avanza, claramente. Lento. Por eso necesitamos también tomar otras medidas como sociedad. Conseguir que las personas tengan derecho a reparar y que las empresas tengan prohibida la obsolescencia programada. Mejorar la calidad de vida y bienestar de las personas a través de espacios públicos de calidad y que se asegure la educación ambiental. Eso genera una cultura para la salud planetaria. Creo que estamos actuando con retraso y timidez. Podemos hacerlo mejor y necesitamos hacerlo mejor.

¿Cuál es la parte más problemática del proceso de reciclaje en Chile? ¿Falta de plantas de gestión de residuos, la separación de la basura, la recolección?

Diría que la parte más crítica es que sólo hablemos de eso. La mitad de nuestra basura es orgánica. Necesitamos hablar más de compostaje.

Entonces, ¿el reciclaje a nivel domiciliario es realmente útil?

La clasificación, que es lo que las personas en realidad hacemos, es muy importante. Si bien pasa que algunas municipalidades no tienen un sistema de gestión eficiente y termina por juntarse todo en el camión recolector, es importante recordar que el hábito también es cultura. Siempre hay alguien observándonos; un vecino, un niño o niña. Y a través de nuestras acciones podemos generar un impacto en la cultura y educación de la sociedad. La clasificación es nuestra parte y los demás actores como municipios y empresas —que son las que hacen el reciclaje propiamente tal— deben mejorar en cómo hacen su parte de la cadena. No porque ellos tengan dificultades o no lo estén haciendo bien significa que tenemos licencia para dejar de hacer lo que nos corresponde a nosotros.

¿Hay estrategias que generen mayor impacto para quienes viven en comunas donde no hay infraestructura para el reciclaje?

Si una comunidad no tiene acceso a infraestructura de reciclaje puede acercarse al compostaje. Es algo que puede hacerse a escala domiciliaria sin necesidad de esperar a municipios o empresas. Podemos compostar en el balcón de nuestro departamento o en el patio común del edificio. Y no es sólo una acción por el medio ambiente, es también una oportunidad para tejer redes, para conocer a nuestros vecinos, para realizar una actividad meditativa que puede entregarnos bienestar, para construir un mejor planeta para los niños y personas que están por venir.

Y en la participación de negocios y empresas, ¿crees que el greenwashing es todavía la práctica predominante? ¿O has percibido un real interés y cambio hacia la sustentabilidad?

Hay de todo. Organizaciones que lavan su imagen para vender más y otras que levantan algunas alertas por desconocimiento. Lo interesante es que las empresas ya saben que esto es un tema de interés común y somos las personas quienes decidimos a qué empresa comprar, es decir, a qué empresa entregar nuestro voto. El poder de consumo está en las personas y eso define cuán grande hacemos una empresa. Es ahí donde recomiendo tomar buenas decisiones: comprar a emprendimientos locales, preferir el quisoco de la esquina, comprar más experiencias y menos cosas. Las experiencias nos dejan recuerdos, las cosas nos quitan tiempo. Y sobre todo recordar que el poder tomar decisiones es un privilegio. A través de esas decisiones podemos ayudar a otras personas y seres vivos a vivir mejor.

¿Qué cambios te parece que son más urgentes en Chile para mejorar en el cuidado del medioambiente?

Pienso que el problema más grande que enfrentamos como humanidad es la ignorancia voluntaria. La ciencia lo ha demostrado. Las personas del mundo científico, activistas, comunidades en zonas de sacrificio ya han hablado. Ahora le toca al resto escuchar el mensaje. Acá no estamos para cuidar el medio ambiente sino para pedir que nos cuidemos a nosotras mismos. Que cuidemos nuestra vida que es tan corta. Que recordemos lo importante que es poder disfrutar el respirar aire puro, tomar agua fresca, comer una rica fruta. Esa vida sólo es y será posible si cuidamos lo que la sostiene: la tierra, que es nuestro espacio común.

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