Mantén el movimiento

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Cuando Gabriela Arancibia (33) salió de esta sesión de fotos se fue a su casa pensando en lo difícil que es renunciar a los estereotipos. Sabía de antemano que no se trataría de una sesión como cualquier otra y que la idea, justamente, era poder conocerla a ella y su historia. Parte del valor era que no fuese modelo. Aun así, su imaginario fue más fuerte. Para salir como ella quería, sentía que tenía que posar de tal forma, caminar de otra, mirar hacia el costado. Verse bien. "No sé por qué tenemos tan arraigados los fenotipos y las formas, a tal punto que, aunque nos den la libertad, cuesta salirse de la norma. El peso cultural ha permeado tan profundo que ya no se trata de lo que está impuesto desde afuera; cada una de nosotras tiene que hacer un trabajo personal para desprenderse de los estereotipos que configuran nuestro ideario femenino", reflexionó unos días después.

Esta diferencia, entre lo que se proyecta y lo que está tan profundamente arraigado, es lo que marca, según ella, a su generación. En sus palabras, una generación bisagra que está luchando por romper con lo antiguo. "Somos las que estamos peleando por alejarnos del sistema hegemónico, del patriarcado, de la heteronorma y del deber ser, aunque muchas y muchos seguimos con dejos de esas estructuras porque las hemos vuelto propias".

Nacida en Antofagasta, a los 18 años llegó sola a Santiago con una meta: ser actriz. Entró a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y en 2011 debutó en Bonsái, la película de Cristián Jiménez basada en la novela homónima de Alejandro Zambra. Desde ahí, Gabriela ha participado del elenco de Sudamerican Rockers, Sitiados, La Poseída y Perdona nuestros pecados, entre otras series. Interpretó dos veces a mujeres mapuches –hasta la fecha los roles que más la han conmovido– y nunca dejó de tener un discurso crítico. "La televisión es un espacio donde se perpetúan los cánones de belleza imperantes, que responden mayoritariamente a una belleza de clase, pero también es un lugar donde, ahora más que nunca, se pueden hacer cosas en pos de una transformación".

Esa capacidad de fluctuación y movilidad, dice, es la que va a permitir que desestabilicemos todas las categorías que damos por hecho. "Hablamos del sistema patriarcal y suena como algo lejano, inalcanzable e inamovible, pero está aquí susurrándonos al oído, y es justamente en los actos cotidianos que logramos hacerlo desaparecer". Por eso, para ella la clave en épocas de cambios sociales es saber transitar y no temerle a lo desconocido. "Los sistemas que rigen actualmente no funcionan, entonces hay que probar con otros. Todo lo que está pasando es parte de un proceso de desestabilización, para eventualmente poder volver al equilibrio".

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Esta innegable necesidad de cambios se manifestó en su rubro en 2017, año en que el movimiento Me Too –en el cual las actrices de Hollywood denunciaron abusos sexuales cometidos por figuras de la industria– repercutió a nivel mundial y sentó las bases para que mujeres de todo el mundo y de todas las profesiones se sintieran lo suficientemente amparadas para revelar sus propias experiencias. Para Gabriela este hito abrió una discusión mayor. "Fue muy necesaria esta apertura, y ciertamente marcó un precedente, pero la reflexión sería muy corta si es que la llevamos al mundo de las actrices y las modelos y olvidamos que esto pasa en todos los ámbitos", dice.

"En Hollywood tuvo mayor repercusión porque se trata de un espacio en el que el capital erótico es importante –argumento que por lo demás usaron algunas actrices, entre ellas Catherine Deneuve, para minimizar el alcance del escándalo–, pero si lo pensamos bien, ¿qué tan libre puede ser una mujer respecto al control de su propia imagen si es que siempre ha estado inserta en un sistema que la valora por eso? ¿Qué tan libremente usamos nuestro cuerpo si las reglas del juego nunca las hemos puesto nosotras? Aún no conocemos un mundo en el que no impere este modelo, por lo que creo que esa libertad es relativa", dice. "No tengo ningún problema con que ocupemos nuestros cuerpos como queramos, pero también tenemos que reflexionar en torno a quién nos otorga esa libertad en un marco hegemónico".

En esta crisis social, en la que además de una confluencia de demandas se han puesto en duda los roles tradicionales de género, Gabriela plantea que la mujer se tiene que posicionar desde la resistencia. "Creo que el feminismo es la precuela de toda la revuelta, porque las mujeres despertamos hace mucho tiempo y porque la manera de pensar en otro tipo de sociedad surge desde una mirada femenina que no ha tenido cabida. Tenemos que resistir, compartir con otras mujeres y construir espacios de amor y contención. Aclanarnos entre nosotras".

En cuanto al hombre, reflexiona, no debería ser solamente un aliado del feminismo, sino que también debe cuestionar su masculinidad. "El patriarcado es una lógica que les ha hecho daño a las mujeres, pero también a ellos mismos. Es por eso que creo que deberían aprovechar lo que está pasando para reflexionar acerca de la heteronorma que tanto los ha presionado". Rendir en la cama, ser proveedores y no mostrar sus emociones. Todas imposiciones, como dice, que ni siquiera se han preguntado si quieren cumplir.

Gabriela no quiere tener hijos y hace poco se lo comentó a su mamá. Pese a su reacción inicial, finalmente le dijo que la entendía y que, si hubiese crecido en estos tiempos, ella también se habría replanteado la opción. "Ese gesto me emociona, porque es lo mismo que me pasa a mí cuando veo a mujeres más jóvenes tomando decisiones que a primeras no entiendo, pero que después me hacen reflexionar. Es bueno saber que existen más opciones". Y es que todas las conversaciones que ha tenido últimamente con sus cercanas y cercanos tienen un eje en común: la necesidad de cuestionarlo todo y manifestarse.

"Hay una profunda necesidad por exteriorizar lo que sentimos en todo ámbito; en la calle, en el hogar, en la cama. Y esto es diferente a pelear. No estamos confrontando, estamos declarando que lo que existe no nos gusta y lo queremos cambiar. Y no nos importa si por eso nos tildan de histéricas o conflictivas", explica. "Esta claridad por revisar todos los patrones surgió después de muchas reflexiones, que nos llevaron a darnos cuenta de que esto es un tema de todas. Es un tema colectivo. Va a haber mujeres que se demoren un poco más en unirse a este movimiento, pero acá estaremos. Esperándolas".

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Top Cossima en Camille, $65.000. Aros Wados, $5.990.[/caption]

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