Mujeres invisibles en la medicina: Cómo los sesgos de género están afectando nuestra salud




En la década de los 80 se descubrió que las mujeres con infarto al corazón se morían el doble que los hombres. ¿Por qué? Porque culturalmente el síntoma ícono del infarto cardiaco siempre ha sido el dolor al pecho. Pero lo que pocos saben es que ese es un síntoma característico en los hombres; en las mujeres es más frecuente el agotamiento, la dificultad para respirar y las náuseas, algo que solemos atribuir, tanto nosotras como el mismo personal médico, a otras causas como la ansiedad o el estrés. Si este desconocimiento lo tenemos con el infarto cardiaco, que es la primera causa de muerte de las mujeres en el mundo, ¿cómo será con el resto de las enfermedades? En 2017, en una clínica de Santiago oriente, una mujer en posparto, a pesar de haberse quejado múltiples veces de dolor y dificultad para respirar, fue evaluada con un trastorno ansioso y catalogada como una paciente “inestable emocionalmente”, cuando lo que tenía era un trombosis venosa que le provocó la muerte a solo 17 días de haberse convertido en madre. En Chile, por otra parte, los ataques cerebro vasculares (ACV) se consideran “una enfermedad de hombres”, porque la cantidad de mujeres que la sufren es menor. Por lo mismo, aunque la trombosis cerebral va en ascenso en la mujer y cuando ocurre es más letal para ellas, cuando consultan sus síntomas se asocian al estrés o la ansiedad. Pasa en las cardiopatías, pasa con diferentes tipos de trombosis y pasa en múltiples enfermedades, desde dolores crónicos hasta endometriosis: sus síntomas se ignoran o subestiman en mujeres. Según el estudio Acceso de la mujer a la atención de salud: brechas que la futura reforma de salud en Chile debe resolver, realizado por académicas e investigadoras de la Universidad de Chile, la Universidad Andrés Bello y Medtronic, existen una serie de inequidades muy profundas en graves enfermedades, como lo son el accidente vascular cerebral, la obesidad, dolor musculoesquelético, entre muchos otros. Es lo que se llama “El síndrome de yentl”, que define el fenómeno donde las mujeres reciben diagnósticos y tratamientos erróneos por sesgos de género o por no ajustarse a la sintomatología más clásica, que parte de un modelo masculino. Y eso, a veces, nos cuesta la vida.

Una de las investigadoras que más ha estudiado el tema es la médica española Carme Valls Llobet, autora de múltiples libros al respecto, entre ellos Mujeres invisibles para la medicina. En él, se centra en las consecuencias de la falta de presencia de mujeres en los estudios científicos, donde tradicionalmente han sido excluidas con el argumento de que los ciclos menstruales y el embarazo la convierten en una muestra más compleja de estudio, es decir: mejor estudiamos a los hombres, que es más fácil, y aplicamos ese cuerpo como modelo universal. Incluso cuando se hacen pruebas en ratas o animales estos son solo machos; es decir, muchas enfermedades o fármacos no han sido estudiados o probados en anatomías femeninas. Eso finalmente termina invisibilizándonos en el ejercicio práctico de la medicina y por ende poniendo en riesgo nuestra salud. Es algo en lo que coincide la ginecóloga chilena Daniela Ribbeck, miembro de las asociaciones ginecológicas SOGIA y SOCHEG. “Desde la universidad estamos habituados a estudiar muchas más horas los cuerpos masculinos. Empezando en primer año en clases de anatomía, ¿sabías que ningún libro de anatomía incluye la anatomía completa del clítoris?, pero sí que incluyen la anatomía completa del pene. Un alumno me dijo una vez que no sabía cómo auscultar el corazón en las mujeres, porque siempre habían practicado con pechos de hombres y no sabía como hacerlo con las mamas. Como la mayoría de los estudios son en hombres, sabemos diagnosticar muy bien enfermedades en ellos. Y hay veces en que los síntomas son parecidos en ambos sexos, pero hay otras en que son muy distintos”.

Daniela advierte que las mujeres vivimos sesgo de sexo y género -entendiendo el primero como las características biológicas y el segundo como los roles sociales asignados- y que ambos impactan de manera negativa en nuestra salud. “En cuanto a sesgo de sexo, vemos que la mayoría de los estudios científicos, especialmente los estudios de los fármacos están hechos en animales machos o en hombres. Esto, para eliminar las variables hormonales del ciclo menstrual al momento de interpretar resultados. De esta manera, tenemos muchos fármacos con estudios de efectividad y de seguridad en hombres pero que no sabemos cómo actúan en el cuerpo de la mujer”. En cuanto a los sesgos de género, es decir aquellos prejuicios, ideas preconcebidas o discriminaciones que recibimos las mujeres en consulta, Daniela pone como ejemplo el dolor, y cómo este se normaliza más en mujeres que en hombres. “Se asume que el dolor en la vida de las mujeres es normal. De modo que cuando una mujer consulta por dolor en la menstruación o dolor en las relaciones sexuales, lo más probable es que el/la profesional de la salud le baje el perfil, haciendo que las mujeres se demoren hasta 10 años en recibir el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como endometriosis o vaginismo”.

A una conclusión similar llegaron las matronas Camila Rojas y María Begoña Carroza, que junto a Daniela Paredes y Rony Lenz participaron de la investigación sobre Acceso de la mujer a la atención de salud. “La prevalencia de dolor es mayor en mujeres y aumenta sobre los 45 años. Asimismo, el dolor crónico y/o persistente es más recurrente en mujeres, existiendo un tercio de ellas que viven con dolor por periodos sobre cinco años. Mientras 60,7% de mujeres presentan licencias médicas asociadas a dolor crónico, en hombres este porcentaje se reduce a 39,3. Aún así, dentro de nuestra investigación se han descrito sesgos de género en el tratamiento médico del dolor en mujeres en comparación con hombres: largas esperas para conseguir diagnósticos, menor acceso a tratamientos y/o de menor efectividad, mayor uso de antidepresivos y mayores derivaciones a profesionales de salud mental”. Y así mismo lo reconoce Carme Valss en sus libros: “A muchas mujeres el médico les dice que no tienen nada, que solo son nervios o las tachan de histéricas. De hecho a las mujeres se les receta cinco veces más antidepresivos que a los hombres y dos veces más de ansiolíticos. Y ellas, que sienten sus molestias pero que respetan la opinión médica, acaban por creer que solo son nervios, cuando no lo son. Las enfermedades crónicas que son las que más padecen las mujeres son las menos estudiadas y las menos compensadas, por tanto es muy fácil que si la mujer va cansada y con dolor al médico se le atribuya a problemas de nervios en vez de a buscar las carencias que tiene. Por ejemplo, con la menstruación una mujer debería perder unos 80 centímetros cúbicos de sangre, pero la mayoría pierden más y van con falta de hierro para toda su vida, hasta la menopausia, que supone una liberación. Si se tuviera en cuenta eso en consulta más a menudo, se evitarían muchas molestias y dolores con los que se ven obligadas a convivir las mujeres porque no se las escucha lo suficiente”.

¿Cómo empezar a revertir esta realidad?

Cuando Daniela estudió medicina, hace 10 años atrás, no tuvo ninguna clase o docente que reflexionara ninguno de estos temas, pero hoy, como parte de la Asociación Ginecólogas Chile, trabaja por la incorporación del enfoque de género en las atenciones gineco-obstétricas y le enseña a sus estudiantes a ser médicos y médicas generales que ejerzan su profesión con esta perspectiva. “El enfoque de género, entre otras cosas, nos permite ser conscientes de los sesgos de sexo y de género en la salud, así no solo mejoramos la calidad de vida de niñas y mujeres, si no también podemos salvar vidas. Aún hay mucha desinformación, la mayoría de las/los profesionales de la salud aún no entienden qué es incorporar el enfoque de género a nuestro quehacer profesional, pero tengo mucha fe en que las futuras generaciones serán distintas”

Así mismo lo esperan Camila, María Begoña y el resto de académicas investigadoras; “Existe evidencia internacional que sugieren cómo incorporar el enfoque y perspectiva de género en educación de las ciencias de la salud, sin embargo, es algo que como país, nos encontramos recién trabajando y avanzando, y debería ser considerado una competencia genérico-transversal en todas las carreras. Solo algunas universidades han incorporado en sus respectivos modelos educativos el género como un pilar fundamental dentro de la formación de los profesionales. Es preciso conversar cómo Chile permitirá un mejor abordaje de estas brechas de género de cara a la discusión constitucional y reforma de salud, y por supuesto en los modelos educativos de las Instituciones formadoras, debido a que existe una necesidad imperiosa de mejorar e incorporar la formación en género en la educación de las ciencias de la salud”.

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