Música y vecinos: ¿Un aporte o una molestia?

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Hasta hace solo unas semanas, muy probablemente, nunca vimos ni escuchamos a nuestros vecinos. Pero ahora son nuestros nuevos convivientes durante la cuarentena. Esta proximidad forzosa ha dado tanto buenos resultados como malos, dependiendo desde qué lado del balcón se está.

Nicolás (32) sabe de este tema. Casi todos los días, a las ocho de la noche, uno de sus vecinos de un edificio de 15 pisos ubicado en Providencia, toca la trompeta. Junto a su pareja, Antonia, hicieron de esta performance parte de su rutina. Abren una botella de vino, se preparan algo a para picar y salen a la terraza a escucharlo. Ambos aseguran que esto ha sido clave para sobrellevar el encierro. Y es que, además de la música, se ha generado una dinámica mucho más acogedora entre sus vecinos. Aunque no se vean las caras entre todos, reconocen que hay una especie de complicidad en cada aplauso que dan cuando el show termina.

Sin embargo, el grupo de WhatsApp también empieza a manifestarse a la misma hora. Son aquellos vecinos que piden, por favor, que aquellos gritos de agradecimiento sean menos bulliciosos, al igual que el sonido de la trompeta. "Nosotros entendemos que se quejen, ya que muchos de ellos tienen hijos que no pueden dormir por el ruido. Para ayudarlos, nos comprometimos como comunidad a ser más silenciosos, pero tampoco estamos de acuerdo con que el señor de la trompeta deje de hacer su arte. Obviamente es importante ceder en algunas cosas y ser empáticos con quienes se sienten perturbados, sin embargo, también creemos que lo es sentirnos acompañados", cuenta.

A esa misma hora, pero en la comuna de Las Condes, Camila (24) se prepara para escuchar a un hombre del edificio de al frente animar desde su balcón. Todos los días, lo ve sacar sus parlantes, micrófono e instalarse para interpretar un repertorio que oscila entre Tusa de Karol G y No me ames de Marc Anthony. La apuesta de él, definitivamente, es el humor.

"Con mi familia nos morimos de la risa cuando él aparece. Le da lo mismo hacer el ridículo y se pone a bailar al frente de todos. Además, aunque parezca súper improvisado, también lo vemos practicando durante el día. A mí me encanta, pero también hay veces que me han dado ganas de que se calle. Depende de cómo esté mi ánimo. Lo bueno es que igual sus shows son cortos, así que tampoco es que nos pasemos toda la noche escuchándolo. Creo que diariamente son unas cinco canciones", dice Camila.

Historias como estas, en las que ciudadanos se las empeñan para entretener a su comunidad, se repiten alrededor del mundo. A través de redes sociales hemos visto cómo en Italia y España han aparecido talentosos vecinos que ponen la piel de gallina a quienes se aparecen por el balcón para escucharlos. La ópera ha sido, sin duda, una de las performance más aplaudidas.

En Barcelona, el canto de la soprano Begoña Alberdi ha sido uno de los más viralizados. Y es que cada noche le regala a su comunidad la interpretación de alguna ópera. "El primer día canté en pijama, sin luz y sin calentar la voz desde la galería de casa. Pero ahora poco antes ya veo cómo se encienden las luces de los balcones", contó al medio catalán El Periódico.

Pero no todos han tenido la suerte de tener la misma recepción. Al norte de ese país, en Santander, las denuncias por ruidos han aumentado notoriamente. Solamente durante este sábado la policía recibió siete quejas. Una de estas tenía que ver con un grupo de flamenco y otra con uno de pop. El resto, en distintas zonas de la ciudad, se referían a gente con la tele demasiado alta o fiestas celebradas por la noche dentro de viviendas.

En Chile, también ha habido reclamos por este tipo de situaciones. De hecho, el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, y el de Independencia, Gonzalo Durán, hicieron un llamado a tomarse la cuarentena de una manera más responsable y a respetar a los vecinos. No obstante, las denuncias que recibieron ambas comunas tenían que ver con personas que hicieron fiestas y no con presentaciones desde los balcones.

Camila y Nicolás aseguran que, hasta el momento, ningún miembro de su comunidad ha amenazado con acudir a la policía para que hagan menos ruido y que todo se ha resuelto en conversaciones. "Los que se quejan han sido minoría y nunca en un tono desafiante. En nuestro caso, prometimos permanecer más callados desde nuestras terrazas y ahí sí ha habido un cambio. Pero creo que hay que estar más agradecido que cualquier otra cosa. Porque gracias a estas personas hemos formado una contención grupal que antes jamás habíamos vivido", dice Nicolás.

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